22/01/2019

Los primeros 70 años

Imagen de Pablo Navas, rector de la Universidad de los Andes
Pablo Navas, rector de la Universidad de los Andes.
Por: Pablo Navas
Rector de la Universidad de los Andes

Este año ha sido muy especial para la Universidad de los Andes, una institución que podríamos considerar aún en pañales si nos comparamos con universidades como las de Bolonia u Oxford, que nacieron en el siglo XII; Upsala, que nació en el siglo XV; Harvard, que nació en el siglo XVII, o con nuestros vecinos de El Rosario y La Javeriana, que nos llevan más de 300 años de historia.

Hace poco fui invitado a la celebración de los 800 años de fundación de la Universidad de Salamanca. Durante sus actos tuve muy presente el incuestionable avance que ha tenido Los Andes durante estos 70 años en todos sus aspectos y lo merecidamente orgullosos que debemos estar. Pero también cuán evidente es que, al comparar nuestros 70 años con los 800 de la universidad peninsular, y mirándolo bajo esa perspectiva, es fácil concluir que nuestra etapa de fundación aún no ha culminado.

Estamos en pleno proceso de consolidación y todos los que estamos vinculados a la Universidad –estudiantes, profesores, directivos, funcionarios y exalumnos– tenemos la bella oportunidad de aportar en seguir llevándola hacia ese norte definido y defendido desde su fundación que es la construcción de una mejor Colombia.

Como lo he mencionado varias veces durante este año de celebración, y dentro la perspectiva mencionada anteriormente, nos es útil, merecido y grato recordar en esta edición a ese grupo de veinteañeros, inteligentes, estudiosos, rebeldes, plenos de ilusiones, pero sobre todo comprometidos con el país, quienes, tal vez sin saber a ciencia cierta qué era lo que el joven Mario Laserna les estaba proponiendo, lo siguieron en esa cruzada contra el dogmatismo y el subdesarrollo, en esa empresa quijotesca del espíritu científico, el ánimo investigador y la sed de conocimiento que se llamó la Universidad de los Andes. Quisieron soñar con una institución moderna e innovadora puesta al servicio de toda Colombia. Sentaron entre todos los pilares de esta institución: sólida, prestigiosa y reconocida a lo largo de su historia. Con su actuación rebatieron a todos los escépticos y mostraron de la mejor manera posible que lo que se hace con pasión, con alma vida y sombrero, pervive, florece y fecunda.

Generación tras generación hemos tratado de seguir el ejemplo de independencia de pensamiento y de servicio a Colombia, y lo que siempre queda de esa reflexión es nuestra admiración hacia ellos y seguir trabajando –ardua y constantemente– en consolidar estos primeros 70 años fundacionales.

Hace apenas unas semanas develamos la estatua de Francisco Pizano, que se erigió para acompañar a la de Mario Laserna, los dos titanes a quienes esta universidad debe su existencia.

En las palabras que pronunció Juan Mario Laserna en el funeral de su padre en el auditorio que lleva su nombre, nos recordó que si Mario Laserna había sido el padre de la universidad, Francisco había sido la madre que “la cuidaba y la arrullaba mientras mi papá no estaba”. Por eso creo que ninguna aseveración es más pertinente para terminar este editorial que la pronunciada por Francisco Pizano y que quedó grabada para siempre en el corazón del campus justo detrás de su estatua:

“La Universidad de los Andes no se fundó para servir los intereses de un grupo social, de una teoría económica, de una región o de un partido; no se fundó para representar un interés social, sino un propósito común. No nos movía al fundarla ni siquiera un exclusivo interés educativo. No queríamos construir, en cierto modo, una nueva universidad, sino un nuevo país”.

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