02/08/2018

Arqueometalurgia: orfebrería de nuestros antepasados

Hallazgos sobre el uso del platino
Facultad de Ingeniería

Aunque la gran mayoría de la orfebrería precolombina es dorada, las investigaciones evidencian que nuestros antepasados hicieron un uso magistral del platino, un metal muy particular y escaso que fueron capaces de procesar hace más de dos mil años y con el que efectuaron un trabajo admirable y sistemático.
 
Nohora Bustamante, quien adelanta un doctorado en Ingeniería en la temática, asumió el reto de investigar este metal trabajado en Colombia por la cultura Tumaco y por La Tolita en Ecuador, únicamente entre el 600 a. C y el 500 d. C. "Es curioso que después del año 600 d. C. esta metalurgia desaparece y no vuelve a aparecer", explica la investigadora.
 
El área que habitaron estas sociedades va desde Buenaventura hasta Atacames. Dado que el platino es un metal muy duro de trabajar y que no podían fundir, como el oro, los conquistadores españoles lo desecharon al llegar a América, y no fue sino a finales de 1850 que en Inglaterra y Alemania se desarrollaron técnicas para fabricar objetos con este metal. Uno de los logros del grupo de la Universidad de los Andes es haber recolectado evidencias factuales de que miles de años antes, los orfebres de la cultura Tumaco habían desarrollado saberes que les permitieron dominar el desafiante platino.

Por ejemplo: mientras a partir del siglo XVII los europeos trabajaban el platino puro (lo obtenían mediante un proceso de refinación con sustancias químicas), los orfebres prehispánicos, dos milenios antes, lo trabajaron en bruto tal y como lo encontraban en la naturaleza, es decir, como una aleación natural de platino con hierro en distintas proporciones. Dado que el platino tiene un punto de fusión arriba de 1.760°C, las investigaciones sugieren que este no se pudo haber fundido y que en su lugar, los prehispánicos emplearon varias técnicas de sinterización.
 
La sinterización es un proceso en que los polvos del metal se mezclan mientras se le da la forma a la pieza compactándola, se genera una geometría y luego se eleva la temperatura para darle resistencia. Explica Jairo Arturo Escobar Gutiérrez, profesor de Ingeniería Mecánica de Los Andes y doctor en Ciencias e Ingeniería de Materiales de la Universidad Federal de Santa Catarina (Brasil), que los investigadores han observado estos procesos a nivel micro y nano y que gracias a eso cuentan con un soporte científico. Sin embargo, afirma el profesor, la gran pregunta para el equipo de ingenieros es: ¿Cómo desarrollaron los prehispánicos esta sinterización?
 
Tal parece que los orfebres sabían combinar muy bien el platino con otros metales, lo que les ayudaba a procesarlo. "No solo controlaban el oro o la plata, sino una metalurgia que coloca todos esos dominios en función de obtener el platino —explica Escobar—. Y lo desarrollaron porque su simbología era tan grande que hizo que la tecnología se pusiera en función de ella: iban detrás del color. Por ejemplo, hay narigueras con forma de luna que a la vez son plateadas". 

Y agrega: "Me parece genial, porque eso evidencia una vez más que en nuestro territorio la cosmovisión era lo que movía la tecnología, mientras en Europa, por ejemplo, era la guerra. Eso habla de la sociedad que creó estas piezas".
 
Antes de las investigaciones realizadas en la Facultad, para los antropólogos y otros estudiosos decir 'sinterización' era suficiente. Sin embargo, relata Escobar, cuando se les cuenta que para lograrla tenían que manejar el calor y subir la temperatura quizás no a 1.700°C, pero sí a 1.100 o 1.050 °C, todos se preguntan: ¿cómo operaban el calor para poder llevar un objeto a esa temperatura y mantenerlo así por tiempos prolongados? Además, ¿cómo hacían para evitar que el hierro contenido en el platino se oxidara e impidiera la sinterización? ¿Usaban hornos? ¿Cómo eran? ¿Dónde están?
 
Los investigadores de Los Andes han entrado en contacto con antropólogos y arqueólogos en esa búsqueda. Recientemente, en unos restos encontrados en la zona de Nueva Esperanza al lado del Salto de Tequendama, lo que antes no se hubiera reconocido en las excavaciones como vestigios de un fragmento de pared o rastros de escoria con pedacitos de metal de un horno, con la mirada del ingeniero empezó a identificarse como tal. Gracias al diálogo interdisciplinario se han podido atar cabos para reconocer nuevas piezas de este tipo en distintos lugares.
 
"Además del conocimiento de los geólogos, antropólogos y arqueólogos, el ingeniero tiene una visión de estructura de ingeniería tecnológica para lo cual ha sido formado. Este es un aporte más al trabajo mancomunado", puntualiza Jairo Escobar

Conozca más sobre esta investigación AQUÍ

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