A lo largo de su destacada carrera, el maestro Fernando Botero llevó el arte a los rincones más remotos del mundo con su inconfundible estilo artístico. Sus obras son tan distintivas que incluso aquellos poco conocedores del arte logran identificar un 'Botero', gracias a sus icónicas figuras voluminosas. 

Tras su fallecimiento, su legado perdurará en sus obras emblemáticas, como aquella reinterpretación de la Mona Lisa de Leonardo da Vinci, en la cual el maestro exageró las proporciones con su característica audacia artística. Además, una de las más reconocidas esculturas de bronce El Gato, ubicada en la plaza que lleva su nombre en Medellín y que fue donada junto con otras 22 esculturas a la ciudad, dejará una huella indeleble en el corazón de los antioqueños y de todo un país.

Sin embargo, Botero, además de su gran talento; también fue filántropo, apasionado defensor de las artes. Durante su tiempo como profesor en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de los Andes entre 1958 -1959, compartió su profundo conocimiento y pasión con estudiantes y colegas. A mediados del siglo XX, en la Escuela brillaron destacados maestros como Alejandro Obregón, Martha Traba, Eduardo Ramírez Villamizar, Edgar Negret, Enrique Grau, Guillermo Wiedemann, Juan Antonio Roda, Beatriz González, Luis Caballero y Camila Loboguerrero, entre otros que formaron parte de la era dorada de artistas en Colombia.

Camila Loboguerrero, primera colombiana en incursionar en el cine como directora de largometrajes (egresada de la Escuela de Bellas Artes), recuerda que durante su tiempo de estudio en París eligieron al maestro Botero para participar en el salón de pintura para artistas menores de 35 años. Sin embargo, en ese momento, él residía en Nueva York y no podía asistir personalmente.

“Se reunió conmigo y me explicó detalladamente cómo deseaba que se dispusieran sus cuadros. Incluso realizó un dibujo en un papel para ilustrar cómo quería que se hiciera la distribución de los cuadros. Recuerdo especialmente la inauguración de la exposición en la que Silvio Villegas se desempeñaba como embajador de Colombia y la cónsul lo acompañó. Cuando el embajador se detuvo frente a las pinturas de Botero, expresó con sorpresa: '¡Qué horror! Al enviar estas representaciones, pensarán que todas las mujeres en Colombia son así de gordas'", recuerda Loboguerrero.

La Universidad de los Andes, donde Botero compartió su conocimiento y pasión y en donde conoció a su primera esposa, Gloria Zea, rinde homenaje a este gigante del arte. Su legado, sin duda, seguirá siendo inspiración en aulas, galerías y corazones de quienes tuvieron el privilegio de conocer y aprender de su maravillosa obra. 

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