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La Amazonía y el invisible manejo del bosque

La selva no es solo una gran masa homogénea de vegetación. Detrás hay un sistema de manejo de las comunidades que no se ha reconocido.
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El Amazonas más que un mundo es un verdadero cosmos, asegura Margarita Rosa Serje, profesora del Departamento de Antropología de la Universidad de los Andes. Un continente de aguas, como lo llamó el poeta Mario de Andrade, en el que confluyen cuencas de 18 mega ríos, los mismos que reciben el agua de unas 1.000 subcuencas.

Es un área continental cubierta por bosques tropicales sobre la que tienen soberanía nueve estados. Pero más allá de ser considerada como una gran masa homogénea de vegetación hay cultura y un paisaje social. Serje se refiere al sistema de manejo de bosque que han desarrollado las comunidades que habitan esta zona y que resulta invisible para muchos.

Durante la primera Cátedra Nuestro Futuro “La Amazonía: hacia una nueva relación del ser humano con la naturaleza”, del Centro de Desarrollo Sostenible para América Latina (CODS), de la que también hicieron parte Alejandro Gaviria, rector de la Universidad de los Andes y Brigitte Baptiste, rectora de la Escuela de Administración de Negocios (EAN), Serje resalta las tecnologías de los pueblos originarios en el cuidado de la selva.

 src=" />Foto de una comunidad indígena en el Amazonas

El continuo chagra-bosque, la caza-domesticación y la gestión dinámica y activa del bosque están detrás de las formas como estos pueblos han entendido los territorios. “Si vemos la foto de una maloka, hay un paisaje producto de la cultura que empezó 14.000 años antes de la era actual –cuenta Serge-. Alrededor de esta vivienda hay chagras de diversas asociaciones multiespecie y se siembra en un horizonte temporal de varias décadas”.

La investigadora se refiere a grupos como los Yukuna-Matapí que mantienen sus plántulas en medio de la vegetación. No se tala en su totalidad, sino que se dejan algunas especies que equilibran el uso de los nutrientes. Hay un conjunto de sucesiones multiespecie chagra-bosque, que involucra especies vegetales y animales: son también conocidos como jardines salvajes o bosques cultivados.

Con el monocultivo no ocurre eso y por eso antropologa se pregunta por qué en Colombia tumbar un bosque y sembrar pasto se considera recuperación. Solo con los indígenas es posible entender la gestión del bosque como un mosaico de áreas diversas y con manejo distinto: el monte firme, los manchales, las áreas venenosas y los salados. Lo que explica el uso cotidiano de cientos de especies.

Hay una gestión nómada de la selva y una itinerancia de las malokas, que no son reconocidas legalmente. La razón es que aún se ve este lugar en la escala inferior de la civilización humana, reduciendo a estos pueblos al atraso”, argumenta Serje, doctora en Antropología social de la École des Hautes Études en Sciences Sociales, París.

Contrario al atraso hay una dimensión compleja en las sociedades amazónicas, muchos de sus miembros son políglotas, algunos hablan hasta cuatro lenguas y hay rutas de intercambio como las matrimoniales y las sagradas del Kuwé. Se han visto, entonces, desplazados desde la historia de expansión del capitalismo.

En los siglos XVII y XVIII sus rutas fueron explotadas, durante la extracción de esclavos, en el S. XIX se vieron invadidos por comerciantes ambulantes que impusieron el sistema del endeude y de subordinación de los indios y luego se dieron los capítulos más brutales de la historia de la cuenca con la transformación de la Amazonía en la frontera del caucho, una industria que es la punta de lanza de otras industrias basadas en el extractivismo. Prácticas que, según Serje, han mostrado desprecio por los pueblos indígenas y la selva.

Foto de bosque en el Amazonas

Por eso la académica llama a pensar más allá del mito de la ausencia del Estado y reflexionar más bien cuáles han sido sus intervenciones. “Hay que curar el territorio como lo hicieron los indígenas tras la masacre cauchera. Reconstruir relaciones sociales no solo entre seres humanos, sino también con los no humanos. Con la vida en general”, resalta.

Y es que no sabemos vivir con la selva, que representa un 30 por ciento del territorio, agrega Brigitte Baptiste, rectora de la EAN. Debemos reaprender a vivir en ella para generar sostenibilidad en la región. Agrega que son necesarias las conversaciones con los pueblos indígenas, lejos de las lógicas de extracción de conocimiento o de jerarquía.

“Interpretar lo que pasa en la selva sin valorar su experiencia y aproximación única es éticamente un desastre”, añade la rectora.

Conocer entonces la pluralidad a través de la educación resulta un asunto importante, concluyó el rector Alejandro Gaviria en una charla en la que confluye las miradas científicas, filosóficas e históricas frente a la responsabilidad de protección de la Amazonía.

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