El 2,2 % de la población del mundo vive en la gran altura, esto quiere decir que están por encima de los 2.500 metros sobre el nivel del mar (m s.n.m). En Colombia cerca de 17 millones de personas, casi un tercio de la población, residen entre los 2.500 y 3.000 m s.n.m. Bogotá es una de las ciudades con más habitantes en el mundo en esta gran altura.
 
Durante el 'Simposio Internacional de Medicina de Altura'  realizado por la Facultad de Medicina de Los Andes, médicos, especialistas en pediatría, en enfermedades respiratorias y en diferentes campos de la salud, conversaron sobre los cambios que sufre la fisiología humana en sus órganos al vivir en niveles superiores de altura. Además aclararon dudas e hicieron recomendaciones para realizar diagnósticos de las enfermedades que se presentan en estos casos. 
 
Según Santiago Ucrós, pediatra de la Fundación Santa Fe de Bogotá, la altura incide en la funcionalidad de la córnea que, por ejemplo, se hace más delgada y pierde su curvatura normal, algo que afecta directamente la visión. Así mismo la piel también sufre graves alteraciones por la exposición a los rayos ultravioleta y que con la altura incrementa riesgos y afectaciones. 

Adicional a ello, el doctor Ucrós señala que los recién nacidos en promedio tienen 100 gramos menos de peso por cada 1.000 m s.n.m de incremento en la altura.
  
Pero vivir en estos lugares también tiene implicaciones positivas: “La incidencia de enfermedades coronarias, infarto de miocardio o la prevalencia de diabetes tipo dos es menor en la altura —explica Ucros—. Algo muy interesante es que algunos tipos de cáncer, como el de colon, son menos frecuentes”.

Existen patologías propias de la altura que aquejan principalmente a quienes realizan cambios bruscos de altitud y que no tienen una preparación previa de acondicionamiento físico para desplazarse a lugares con altos niveles de altitud. Edema cerebral, edema pulmonar de altura, mal agudo de montaña, hipertensión pulmonar idiopática, y la enfermedad del monje, algunas de ellas, que se manifiestan con síntomas como dolor de cabeza, náuseas, vómito, fatiga, vértigo, insomnio o falta de apetito. Por esto, según los expertos, es de gran importancia identificar los niveles de altitud de la ciudad de destino y consultar al médico antes de realizar el viaje para recibir recomendaciones de prevención y evitar riesgos. 

En cuanto a los niveles de medición de la saturación de oxígeno en la sangre, dicen los médicos, no deberían ser los mismos en la gran altura que sobre el nivel del mar pues a medida de que una persona asciende en la altura, la presión arterial de oxígeno baja, hay menos oxígeno en el aire. Por ejemplo, en Nueva York (que está al nivel del mar) tiene 20,9 % de oxígeno en el aire mientras que Bogotá tiene 14,8 % a 2.640 m s.n.m.

En el estado de Colorado, también en Estados Unidos, a 1.500 m s.n.m, se recopilaron datos por varios años sobre la tasa de hospitalización por bronquiolitis. Los análisis arrojaron que en los hospitales que superan 2.500 m s.n.m tienen las cifras más altas de pacientes internados por esta enfermedad. De hecho parte del problema radica en que “es probable que se esté hospitalizando innecesariamente ya que la oximetría (nivel de oxígeno en la sangre), es medida con los mismos parámetros que se mide a las personas que se encuentran a nivel del mar”, indicó José Antonio Castro, el experto internacional y neumólogo pediatra, durante el evento. "Es de gran importancia comprender que un mal diagnóstico puede tener grandes implicaciones para el paciente, la salud pública y en los costos en salud", complementó Santiago Ucrós.