Desde las primeras clases de la Universidad de los Andes en 1949, profesores y estudiantes notaron una acompañante particular en sus actividades diarias: una cabra que deambulaba por el naciente campus que los acompañaba en sus diferentes espacios y, como dicen algunos testigos de la época, se comía los libros, cuadernos y papeles que encontrara a su paso.
Gracias a la convivencia, la comunidad uniandina de ese entonces adoptó a dicha cabra como mascota y la llamaron Séneca, en honor al filósofo. Séneca vivió toda su vida en los Cerros Orientales de Bogotá y, luego de su muerte, la Universidad la inmortalizó en diferentes logos, publicaciones, imágenes y productos generados a lo largo de su historia.