15/11/2019

Paz en construcción

Angelika Rettberg, profesora del Departamento de Ciencia Política de Los Andes
Angelika Rettberg, profesora del Departamento de Ciencia Política de Los Andes, hace un análisis de la situación de Colombia tres años después de la firma del Proceso de Paz. Foto: Sebastián Vargas.

Por Angelika Rettberg
Profesora del Departamento de Ciencia Política


A tres años de firmado el acuerdo de paz entre el gobierno de Colombia y las FARC, ¿cuál es el estado de la paz colombiana y cuáles los pronósticos?

Los homicidios han caído, pero Colombia sigue siendo uno de los países más violentos de América Latina, que es la región más violenta del mundo. Los críticos señalan el incremento de los cultivos ilícitos, la acción de las disidencias de las Farc y las demoras en la reglamentación de aspectos clave como el punto sobre reforma rural.

En muchas regiones están bajo amenaza los defensores de Derechos Humanos. Varios comandantes de las Farc se distanciaron abiertamente del proceso y anunciaron su rearme, imagen que generó un impacto visual profundo en los observadores del proceso. El ELN se fortaleció en regiones tradicionales y en lugares antes controlados por las Farc. También opera en territorio venezolano. Algunos carteles mexicanos buscan regular la producción y comercialización de ilícitos en territorio colombiano.

Al mismo tiempo, también es cierto que las Farc, acrónimo infortunado que en su momento decidieron conservar, se convirtieron en —y se comportan como— partido político. Esto es notable después de su histórica lucha contra la democracia electoral. Los congresistas que las representan hacen su tarea, asisten a los debates y proponen leyes. Marchan en protestas pacíficas por los derechos de la educación, por los líderes sociales, contra la corrupción. Invocan la protección de las instituciones estatales y apelan al ordenamiento internacional. Sacaron lecciones importantes de su pésimo desempeño en las elecciones de 2018 y ventilan públicamente sus diferencias internas.

Desde el lado del Estado, los PDET se siguen desarrollando, y la mayoría de los desmovilizados están siendo atendidos. Muchas autoridades locales próximas a iniciar tareas están viendo oportunidades en el proyecto de la paz territorial. La Jurisdicción Especial de Paz (JEP) ha sido instalada, funciona y llegó para quedarse. Tomó la acertada decisión de comenzar su trabajo con el tema de los secuestros y los falsos positivos, cuyo carácter infame los hace temas de obvia prioridad. De igual manera, hacen su trabajo la Comisión de la Verdad y la Unidad para la Búsqueda de Personas Desaparecidas. Incluso los críticos más enconados hoy proponen ajustes, pero son pocos ya los que piden la eliminación de estas instancias. 

No es un consuelo, pero es importante decir que ningún acuerdo de paz se ha implementado al pie de la letra. Esto, más que una justificación para el incumplimiento, es un recordatorio de que el proceso de implementación consiste en una nueva negociación-después-de-la-negociación.

Por tanto, “hacer trizas la paz” es más un recurso retórico que una descripción idónea de una construcción de paz que avanza imperfecta, lenta y contenciosa, pero con una clara inercia desarrollada a través de los años, mucho antes que se iniciaran las negociaciones con las Farc. Especialmente en democracias electorales y estados con mayor capacidad institucional que la de muchos otros países transicionales, como Colombia, en el camino aparecen nuevos actores, restricciones presupuestales y prioridades políticas. La construcción de paz no es neutra políticamente y todos los sectores la aprovechan electoralmente.

La comunidad internacional puede apoyar la construcción de paz, pero no puede impedir a punta de principios normativos que distintos actores domésticos compitan por interpretaciones, prioridades y recursos. Por tanto, es poco probable que la implementación en Colombia pueda ir mucho más rápido de lo que va o que el acuerdo se implemente plenamente. Eso no significa que no esté avanzando en medio de las dificultades. Tres años tras su firma, el acuerdo ha cuajado mucho más de lo que algunos quieren ver.


 

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