De 800 millones de personas que habitan en zonas urbanas y precarias en el mundo, 300 millones son niñas y niños, de acuerdo con Nélida Escobedo del Tecnológico de Monterrey. Todo esto debido al acceso desigual a terrenos urbanos, a infraestructura de servicios básicos y a la tenencia del suelo. Una situación que genera vulnerabilidades en la infancia que está expuesta a un ambiente que reduce su calidad de vida.

Por eso Escobedo, a través de su proyecto “Tejiendo comunidad” trabaja por redignificar el espacio, reconectar los sistemas naturales y ser una impulsora de las transformaciones de las ciudades. ¿Cómo pensarse espacios urbanos que dignifiquen y aporten a la vida de los más pequeños? Es la pregunta que se exploró durante el encuentro virtual “Ciudades e infancia”, de La Tríada, una alianza en la educación superior de las universidades de Los Andes, el Tecnológico de Monterrey y la Pontificia Universidad Católica de Chile.

El conversatorio es el primer esfuerzo para construir una red de académicos alrededor de esta temática, centrándose en la realidad de América Latina, en donde 81 por ciento de la población vive en zonas urbanas y la niñez está expuesta a la violencia, y en donde hay poco acceso a escuelas y la calidad de la vivienda es baja.

El sociólogo Quentin Ramond, profesor de la Católica de Chile, explica que los procesos de segregación residencial son la base de las desigualdades que se viven. Y es precisamente esa segregación socioeconómica en familias con niñas y niños donde es más elevada. “¿Qué tanto mejorar los espacios públicos en sectores populares puede mejorar las desigualdades urbanas? Hay que actuar en contra de las causas estructurales, porque intervenir los espacios podría estar tratando solo los síntomas y no estas causas”, aclara Ramond.
 
Hay que romper la asociación entre el espacio público, el género y la vulnerabilidad - Quentin Ramond, investigador de la U. Católica de Chile.
En su presentación señala que se debe pensar en cómo conectar las escuelas con el espacio público y romper esa asociación entre espacio público, género y vulnerabilidad, que sin duda reduce la autonomía de las niñas y crea una brecha enorme frente a los niños.

Las desigualdades en las escuelas y entre las escuelas también son factores que influyen en la socialización y en el aprendizaje. Por eso Ramond propone valorar la cultura popular callejera, que los colegios la apropien y así eviten reproducir desigualdades de clase.

Por su parte, Camilo Salazar, profesor de la Facultad de Arquitectura y Diseño, de la Universidad de los Andes, afirma que la ciudad debe verse también desde el punto de vista de las niñas y niños.  Es a través de diferentes proyectos, que la universidad ha promovido el acercamiento a las comunidades con metodologías como lo es la investigación de acción participativa.

“El espacio público es un lugar donde la niñez puede ir construyendo ciudadanía, espacios de encuentro y de aprendizaje. A través de la arquitectura de los espacios de cuidado también se puede construir ciudad”, explica Diana Rodríguez, que también es profesora de Los Andes.

El profesor Salazar agrega que es necesario escuchar a la gente e incluir sus ideas en las ciudades que venimos construyendo. Urbanistas y arquitectos debemos ser más modestos y salir a escuchar para buscar mejoras en colectivo.
 

 

Niña y niño juegan en una baranda

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