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Tiempos de epidemia

El libro Tiempos de epidemia relata las relaciones entre las autoridades, los científicos, el sector productivo y la población en momentos de crisis sanitaria.
historia covid 19
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Adriana Díaz

La historiadora Adriana Díaz asumió el reto de seguir a los científicos del proyecto Covida de la Universidad de los Andes, con el que la institución ayudó al control de la pandemia por COVID-19. El libro Tiempos de epidemia relata las relaciones entre las autoridades, los científicos, el sector productivo y la población en momentos de crisis sanitaria.

Por Adriana Díaz

Historiadora

Kafka Tamura, personaje de la novela Kafka en la orilla, se asoma a un mundo alterno al suyo persiguiendo la sombra de su amada. Al modo de Tamura, los historiadores nos asomamos a esos mundos alternos que llamamos pasado, llenos de preguntas.

Hace tres años, cuando inició el confinamiento en Colombia, la vida se transformó intempestivamente. En esa nueva cotidianidad me preguntaba cómo se habrían vivido otras epidemias en Bogotá. Por esos días, la Universidad de los Andes iniciaba un ambicioso proyecto: tomar y procesar cien mil pruebas gratuitas para detectar el virus en personas que, por su trabajo y alta movilidad en calle, tenían alto riesgo de contagio y no tenían síntomas de Covid-19. Me pidieron documentar el paso a paso de ese proyecto, denominado Covida, para algún día escribir sobre él, habida cuenta de lo inédito que era para la institución y para el sistema de salud pública que una universidad contribuyera desde el diagnóstico molecular y el análisis de datos en la atención de una emergencia sanitaria de la magnitud que los lectores contemporáneos conocen de primera mano.

Documentar Covida incluyó escuchar a diario al equipo coordinador, integrado por médicos, epidemiólogos, economistas, ingenieros, biólogos, administradores e ingenieros. Todos tratando, no sin tensiones, de extender sus fronteras disciplinares para responder a las exigencias logísticas y a los objetivos del proyecto. Dada la escasez de insumos en el mundo para toma y procesamiento ¿Cómo conseguirlos? ¿Cómo tomar las muestras sin contagiarse y sin contagiar a otros? ¿Cómo pasar de procesar muestras para investigación a miles para diagnóstico? ¿Qué protocolos seguir al hablar con los participantes? ¿Dónde gestionar la información producida? De la mano de esos expertos y de sus opiniones sobre las medidas gubernamentales aprendí sobre el virus, la enfermedad y la atención de la epidemia.

Al mismo tiempo, insistía en asomarme al pasado y atisbar qué había sido de Bogotá y sus habitantes en algunas de las emergencias recordadas por cronistas. Para mí, 2020 estuvo pleno de información sobre la epidemia que vivíamos y muchas otras como viruela, cólera y tifo. ¡Como si no bastara con el virus que nos amenaza!, decían mis allegados.

Covida finalizó en marzo de 2021, un año después de iniciado. Las notas y entrevistas que hice permanecieron archivadas un tiempo. A veces, fragmentos de conversaciones o lecturas me asaltaban como sombras, parecidas a los espectros de Tamura. Pensaba cómo contar esas historias de tiempos distintos, cómo conectar ese pasado con el presente que vivíamos. Mis preguntas eran siempre las mismas: quién había atendido esas emergencias, cómo lo habían hecho, quiénes las habían padecido. El resultado es el libro Tiempos de epidemia. Tres emergencias sanitarias en Bogotá: 1840, 1918, 2020. Su primer capítulo habla sobre la epidemia de viruela de 1840, la gripa de 1918 y la Covid-19 y el segundo describe los retos y logros del proyecto Covida.

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Laboratorio GenCore, Universidad de los Andes.

En los tres casos, la velocidad del contagio era uno de los factores atemorizantes. En 1840 se conocía la enfermedad, pero no su causa. Los médicos recomendaban tratamientos paliativos, aislamiento y vigilancia del enfermo. Estaban a favor de la medida preventiva que se conocía desde hacía medio siglo: la inoculación del fluido vacuno. Sin embargo, las dificultades para su conservación, la ignorancia sobre la inmunidad que causaba y la falta de recursos impidieron su uso extendido entre la población. Las medidas decretadas por las autoridades civiles iban a un ritmo muy lento en comparación con la velocidad de expansión del virus y eran difíciles de aplicar. En seis meses se registraron 1522 muertes por viruela en Bogotá, mientras en el año anterior, allí y en nueve municipios vecinos, hubo 1010 fallecimientos por causas diversas.

En 1918, el ritmo de expansión de la gripa tomó desprevenidas a las autoridades civiles y de higiene. En una ciudad que registraba 12 entierros por día, se llegó a 198 el 31 de octubre. En ese mes, la ciudad se paralizó casi dos semanas y se calculan entre 60000 y 90000 los contagiados. La actividad pública se suspendió. Aunque la epidemia afectó a personas de todas las clases, los más afectados fueron los pobres. Una junta, conformada por comerciantes y banqueros, fue exaltada como salvadora de la ciudad: instaló seis hospitales provisionales, que aseguraban vestido, comida y atención a los enfermos, así como su aislamiento. Jorge Laverde, estudiante de medicina, escribió su tesis “Contribución al estudio de la epidemia de gripa en Bogotá, en 1918” y concluyó que el causante de la gripa es el bacilo de Pfeiffer, como se creía en todo el mundo.

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La historiadora Adriana Díaz en el prelanzamiento del libro en la sede de Uniandinos.

En la atención de la epidemia de Covid-19 hubo múltiples aportes desde la academia, algunos financiados por el gobierno. Entre ellos sobresale Covida, que reunió a la academia y a los sectores público y privado para complementar y, en algunos casos, anticipar las medidas gubernamentales. También sobresale por su doble objetivo: tomar y procesar pruebas gratuitamente a una población que no estaba en el foco de las autoridades sanitarias, y por entregar información que contribuyera en la toma de decisiones.

Al ser testigo de la dificultad de articular distintos actores y la respuesta que puede surgir de allí, quisiera pensar que se pueden conectar tres mundos alternos: pasado, presente y futuro, para que la ciudad tenga alternativas viables al afrontar una emergencia sanitaria como las que estudié y que, coinciden los expertos, no hay duda de que llegará.