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El consumo de productos frescos: la línea de oxígeno que el agro necesita

Es urgente implementar medidas para garantizar la continuidad de las cadenas de suministro de alimentos. Expertos de Los Andes hacen recomendaciones.
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Expertos de la Facultad de Administración de Los Andes elaboraron el artículo ‘El consumo de productos frescos durante la cuarentena es la línea de oxígeno que el sector agro necesita’. El documento expone una serie de recomendaciones orientadas a la implementación de medidas que ayuden a garantizar la continuidad de las cadenas de suministro de alimentos.

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La cadena de suministro de alimentos para Bogotá está compuesta por cinco eslabones básicos; (i) el primero sector primario, con productores y acopio rural ,(ii) la agroindustria de transformación que en el caso de frutas frescas no opera, (iii) la distribución mayorista que en el segmento de frutas y verduras, Corabastos es su principal actor,(iv) distribución detallista compuesta por plazas, tiendas, tiendas especializadas, supermercados, la demanda institucional, cruderos, esto es, distribución de leche cruda generalmente en barrios marginales, etc.), y finalmente, (v) el consumo.

Desde la entrada en cuarentena de Bogotá el pasado 20 de marzo y, del país el 24 de marzo, esta cadena de abastecimiento se ha visto afectada. Pese a que una gran parte de la demanda institucional se ha mantenido, otros sectores (clientes de la cadena) han sentido el efecto de la crisis del Covid-19. Por ejemplo, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar está entregando canastas nutricionales a domicilio, las cárceles, los hospitales y batallones continúan funcionando y, el Programa de Alimentación Escolar – PAE, hace entrega a domicilio en los hogares de los niños y adolescentes escolarizados. Sin embargo, los sectores del entretenimiento y del turismo, fueron los primeros en sentir los efectos de la actual crisis. Los hoteles sufrieron una disminución drástica en la ocupación y los restaurantes cerraron, reduciendo o suprimiendo la adquisición de alimentos. De igual manera, los colegios y las universidades cerraron sus instalaciones y por consecuente sus restaurantes. Finalmente, en los hogares que viven del diario, la cuarentena llevó a una drástica caída de ingresos, disminuyendo la adquisición de alimentos, mientras que los demás hogares acumularon alimentos y productos no perecederos a costa de reducir la frecuencia y cantidad de compra de los perecederos.

Esta disminución de la demanda se agravó, porque algunos operadores de la cadena como coteros, dueños de establecimientos mayoristas y minoristas suspendieron sus actividades, dificultando la operación de cargue, descargue y distribución en la cadena de abastecimiento y, en consecuencia, afectado la llegada hasta el cliente final, reflejándose en la dificultad de encontrar alimentos cerca de la casa en muchos barrios de Bogotá.

La única central de abasto de la capital – Corabastos – es uno de los nodos más importantes dentro de la cadena de suministro de frutas, verduras, tubérculos y raíces. Allí llegan alimentos frescos de muchas procedencias y se redistribuyen a detallistas, instituciones y a otras plazas mayoristas del país. Inaugurada en la década de los 70, Corabastos fue dimensionada para satisfacer la demanda de 2,5 millones de habitantes. Actualmente el área Metropolitana de Bogotá supera los 9 millones de habitantes mientras que esta plataforma no ha sido ampliada, pese a diferentes estudios que recomiendan el desarrollo de otras plataformas logísticas que apoyen la comercialización y la operación mayorista de la ciudad-región, disminuyendo los costos de operación y descongestionando de Corabastos.

Corabastos funciona las 24 horas al día, siete días a la semana. Su operación es manual y no existen muelles para cargue y descargue de camiones. Los coteros descargan los camiones, ingresando varios a la vez al camión y cruzándose entre ellos. Además, los corredores de circulación fueron ocupados por pequeños “mayoristas” y actualmente, existen unas zonas de mercados al detal en estos espacios. La congestión y el hacinamiento son evidentes ya que, en términos de área cubierta, las 70 000 personas que están permanentemente en la Central, tienen un espacio de menos de dos metros cuadrados por persona sin incluir las áreas de almacenamiento. El área para parqueo, cargue y descargue y circulación se limita a 23 metros cuadrados por vehículo. Estas condiciones de la operación ponen en riesgo de contagio no solo a los trabajadores de la Central, también a los consumidores finales, dado que de allí se distribuyen alimentos para toda la ciudad.

Según los informes, el número de ingresos a Corabastos se han mantenido durante el inicio del periodo de cuarentena: El 2 de abril ingresaron a la central 1140 vehículos con 8061 toneladas provenientes de diferentes departamentos del país. No obstante, en la plaza mayorista el volumen diario de compras ha bajado, el despacho a otras plazas está disminuido esencialmente por la falta de demanda, mientras que la compra de algunos suntuarios como fresas, champiñones y hierbas aromáticas está desapareciendo. La demanda se centra en lo básico.

En términos de cadena de abastecimiento, la rotación de inventario ha decrecido, generando pérdidas en la central. Debido a la baja de la demanda, con frecuencia los productos que llegan se empiezan a rechazar y, los acopiadores de ‘servicio de corretaje rural’, se cierran, afectando directamente al campesino, quien no tiene dónde realizar su producto.

En conclusión, la cadena de abastecimiento trasmite la disminución de la demanda hasta el campo mientras que la oferta se mantiene, ya que no tiene la capacidad de contraerse para ajustarse a las condiciones de cuarentena. El problema socioeconómico que este desajuste crea para el agro en Colombia es gigante. Por esto, es necesario adoptar medidas inmediatas para garantizar la continuidad de las cadenas de suministro de alimentos de manera que, se minimice el riesgo de desabastos de alimentos y de crisis económica para el campo, que podrían tener consecuencias mucho mayores para la sociedad a mediano y largo plazo.

¿Qué se puede hacer?

Las soluciones que se implementan se deben concebir como sociedad, buscando la sinergia entre la ciudad y el campo y garantizando la seguridad alimentaria de la nación. Se han hecho avances importantes. Por ejemplo, en Bogotá, se ha identificado la población vulnerable a la cual se le ha garantizado su atención alimentaria. Al respecto, la secretaría de Desarrollo Económico ha definido un protocolo para suministrar alimentos en comedores comunitarios y los adultos mayores están amparados con un paquete alimentario que llega a sus hogares. A su vez, Corabastos garantiza la operación normal en tiempo de cuarentena, guardando un protocolo de actuación para evitar el contagio.

No obstante, estas medidas no son suficientes para mantener en funcionamiento la cadena de suministro de alimentos. De acuerdo con la FAO, la continuidad de esta cadena es uno de los más importantes retos logísticos durante la crisis de COVID-19. Es necesario que se generen los mecanismos, protocolos y cuidados apropiados de manera que los alimentos se puedan transportar a través de las fronteras sin restricción alguna y de conformidad con las normas actuales de inocuidad alimentaria. Es por lo tanto urgente extremar normas de protección personal, normas de higiene general de la central y demás acciones que minimicen la concentración de un foco de contagio.

Si bien a nivel nacional y local se han definido estrategias para garantizar la alimentación de la población vulnerable, es urgente que se definan políticas, estrategias y acciones para el desarrollo y la permanencia de la capacidad productiva de los pequeños agricultores.

Dado que no hay certeza acerca del tiempo que durará la cuarentena, ni el tiempo estimado para la reactivación de los sectores afectados, es indispensable proponer una alternativa de distribución a los sectores vulnerables de la ciudad consistente en una canasta básica de frutas verduras y tubérculos.

En Wuhan, debido a la rápida expansión del virus, toda la población resultó vulnerable, lo que conllevó a la necesidad de abastecer a domicilio a toda la población. Para esto es necesario realizar acuerdos de colaboración entre los actores públicos y privados, e involucrando agricultores, transportadores, operadores logísticos, Corabastos, supermercados y domiciliarios, entre otros.

A manera de sugerencia se plantea la siguiente canasta de mercado básico, construida a partir de estudios de campo realizados por el Plan Maestro de Abastecimiento y Seguridad Alimentaria en Bogotá. Esta canasta garantiza un consumo básico, cumple parte de la dieta recomendada aun cuando no satisface todos los requerimientos nutricionales de una familia y ayuda a soportar la cadena de abastecimiento de perecederos manteniendo en funcionamiento el campo, teniendo un efecto redistributivo muy importante para los pequeños y medianos agricultores de la zona andina que en este momento empiezan a perder cosechas.

Hoy en día es necesario que tanto organizaciones públicas, privadas, agricultores, operadores logísticos y empresas, se unan y se generen los procedimientos logísticos y protocolos de manejo necesarios para que, a cada familia vulnerable, se le haga entrega de esta canasta durante el tiempo que dure la cuarentena, de manera que se garantice la operación de la cadena de abastecimiento, al mismo tiempo que se apoya la producción agrícola y se protege la población vulnerable y a la sociedad en general.

Autores: Nubia Velasco, Veneta Andonova y Jorge Carulla; Facultad de Administración de la Universidad de los Andes.

La Universidad de los Andes desarrolla este artículo respondiendo a la coyuntura por la pandemia de COVID-19. Tenga en cuenta la fecha de publicación para entender el contexto de su contenido. No olvide consultar los análisis mas recientes sobre COVID-19 en nuestro especial.