La chilena Cazú Zegers se considera “una artista que usa la arquitectura como soporte de expresión” y por eso en su trabajo prima lo conceptual. A casas y edificios les da nombres poéticos como fuego, esmeralda o soplo. 

Sus obras se mimetizan con los territorios donde se construyen, un reto si se trata, por ejemplo, de una estructura de 5 mil metros cuadrados en medio de los Andes. Para ese proyecto, el Hotel Tierra Patagonia, fue al lugar y se fijó en las dunas que formaba el viento, y diseñó una especie de caparazón que cobija al hotel de lujo, así lo integró con las cumbres de las Torres del Paine en Chile. (ver foto) 
 


Zeguers quiere expresarle al mundo lo que América Latina tiene: "una postura de baja tecnología que aprende de los procesos locales y sus técnicas ancestrales”. 

Durante Pabellón 2023, la conferencia organizada por la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad de los Andes, esta arquitecta, profesora visitante de la Universidad de Yale, embajadora de Marca Chile (2018), y cuyas obras han ganado el Grand Prix de Versalles, el Premio National Geographic Unique Lodge of the World y el Gran premio Latinoamericano de Arquitectura (1994), habló de su proceso creativo*. 

 

Cazú Zegers muestra la estructura del hotel Tierra Patagonia en Chile (Pabellón 2023). Foto: Daniel Álvarez


¿Hay alguna característica particular en la arquitectura latinoamericana?  
Latinoamérica tiene algo que decirle al mundo y es esta postura de baja tecnología en la que se aprende de los procesos locales y que lo llamo habitar en forma leve y precaria. O sea, cuando nosotros entendamos que nuestro patrimonio es el paisaje y las culturas originarias y les demos valor, y no pretendamos repetir los modelos de otros países que tienen que ver con otras realidades y con otras situaciones culturales y territoriales, sino entender que lo nuestro es bello y es poderoso –por eso yo hablo de mestizaje–, porque al final el aprendizaje genera algo nuevo. No es para imitar lo antiguo, no es para quedarse en lo vernáculo, sino que es cómo desde ahí genero lo nuevo, pero con identidad propia, propiamente latinoamericana. 

 

¿Y estamos todavía en esa exploración? 
Lo estamos, pero ya uno empieza a ver más manifestaciones y el mundo está valorando mucho lo que pasa con Latinoamérica. Realmente creo que en este nuevo paradigma cultural en que se habla sobre la tierra, Latinoamérica y los habitantes del Pacífico –donde todavía hay muchas culturas indígenas originales, con lenguas y cosmovisiones– son los que van a liderar esta nueva manera. Porque estamos pasando de un sistema egocéntrico de desarrollo y de habitar, a uno ecocéntrico donde el hombre es parte de este sistema complejo de interrelaciones. 

 

Cuando llega al terreno de un proyecto ¿Qué mira, qué quiere percibir de ese espacio? 
Siempre llego como desnuda, es decir, sin prejuicios, sin ideas preconcebidas. Es la metodología de la plaza Rombo, en que uno es un observador que tiene un campo de visión que son unos arcos y que porta la orientación en sí mismo y establece relaciones con el lugar. Eso, más el dibujo, al tener que pasar de un espacio tridimensional a una hoja bidimensional, va eligiendo los elementos presentes en el lugar; eso no pasa por la cabeza, lo llamamos un golpe de mirada, va del ojo a la mano, es directo. Entonces aparecen atributos que no podrían aparecer de otra manera, que si yo fuera con una idea preconcebida. 
 


Casa LLu, del director Shawn Garry, muestra uno de los trabajos de Zegers.
 

¿Cómo se expresa en su obra ese habitar leve y precario? 
Lo leve es lo esencial, o sea, es habitar con lo esencial y Latinoamérica con estos grandes monumentos naturales, de verdad, no necesitamos más que eso. Cómo me pongo en relación con el territorio, entonces, de manera discreta, de manera no egocéntrica, sino ecocéntrica, en el cual el hombre es un elemento más del lugar y entra en diálogo con el lugar. 

A mí no me interesa una arquitectura gravitacional, ni pesante, ni grandilocuente, sino una arquitectura que es discreta y que es ágil y que es veloz y que también está hecha para desaparecer. Que se vuelva un elemento más que cumple su tiempo y se deshace. 
 

¿Por eso trabaja tanto con madera? 
También porque la madera es como Chile, un país de vocación maderera, donde se hicieron las grandes capillas de Chiloé que son patrimonio de la humanidad. Los sacerdotes jesuitas que venían con la conquista ganaron este territorio y ellos venían con las iglesias hechas en mamposterías y en piedra en Europa, pero las tradujeron en madera con los carpinteros locales, los indígenas, y generaron estos elementos únicos. A eso me refiero yo cuando hablo de patrimonio cultural y de hacer con lo que se tiene a la mano, que es lo que está en el lugar y con el conocimiento ancestral. 


¿Un aprendizaje que atesore de su trabajo con las comunidades? 
Todo. Para mí son un libro abierto, un campo de experimentación, de exploración. Me conmueve su manera de hacer y de entender y de vincularse al lugar y de no desbastar, sino de vincularse de manera sustentable y sostenible. Ese es el mayor aprendizaje de las comunidades, la relación con la tierra, como un ser vivo y que todos los seres no humanos son seres con los cuales cohabitamos, ese es el gran aprendizaje con ellos; ese respeto y amor al territorio, al lugar, a los seres no humanos. 
 

*Esta entrevista ha sido editada por extensión y claridad.
 

Escrito por:

Mauricio Laguna Cardozo

Periodista