En las calles, en los buses y en muchos rincones es usual escuchar que nadie en este país se pensiona. Y aunque la idea no es del todo cierta, sí puede tener algo de razón. A noviembre de 2021 de 7,5 millones de personas con edad para retirarse, solo 16 % estaba recibiendo pensión. El tema es aún más preocupante cuando se revisa la brecha de género: de las personas con edad para retirarse, solo el 12,1 % de las mujeres pueden acceder a una jubilación, frente a un 22,5 % de los hombres. Una diferencia porcentual de 10,4 puntos.


Así lo revela la investigación de la economista Andrea López Rodríguez “Evaluación de políticas pensionales para reducir la brecha de género en la etapa de retiro en Colombia”, de la Escuela de Gobierno de la Universidad de los Andes. En sus palabras, López considera que es un tema preocupante porque evidencia que la probabilidad de que las mujeres coticen y se pensionen es mucho menor, teniendo en cuenta que su expectativa de vida es mucho más alta.


Este estudio que analizó las historias laborales de 100 personas, mostraba también una desigualdad considerable cuando se revisaba el tema desde lo urbano y lo rural. De hecho, la probabilidad de que las mujeres rurales se pensionen es de 4,18 %, frente al de las mujeres que viven en zonas urbanas y donde este porcentaje es del 15, 12 %.


Las causas de esta brecha están relacionadas con la diferencia de acceso al mercado laboral, las diferencias salariales, la imposibilidad de ocupar ciertos cargos y las decisiones de las mujeres que, al dedicarse a los trabajos de cuidado, reducen sus aportes al sistema pensional. Además de un Estado que avanza de forma lenta a reconocer estos trabajos que alejan a las mujeres de pensionarse en igualdad de condiciones: son más las mujeres que reciben menos de dos salarios mínimos de pensión, que los hombres.


En países vecinos ya se han tomado medidas para transformar esta realidad: En Bolivia, por ejemplo, el Estado reconoce un año de cotización por cada hijo (hasta un máximo de 3 hijos), mientras que, en Brasil, las mujeres se pensionan 5 años antes que los hombres, pero el Estado asume y compensa estas cotizaciones. Las políticas en Chile bonifican a las mujeres por cada hijo y en Ecuador se reconoce que el trabajo que se hace en los hogares es un aporte a la economía del país y que quienes lo realizan deben incluirse en la cobertura de previsión social.

Se hace necesario políticas públicas interinstitucionales que acompañen el ciclo de vida de la mujer desde su ingreso a la vida laboral hasta la jubilación, dado que se evidencia que las brechas que hay en la etapa de jubilación son el resultado de desventajas presentes en la vida laboral - Andrea López Rodríguez, economista.


¿Qué pasa en Colombia? La economista López, magíster en Economía y Políticas Públicas de Los Andes, explica que hombres y mujeres deben cumplir con 1.150 semanas de cotización para fondos privados y 1.300 semanas para Régimen de Prima Media o cumplir la edad de retiro que en hombres es de 62 años y en mujeres de 57. Sin embargo, estos 5 años no son compensados, lo que representa que sus pensiones sean más bajas y cuenten con menos tiempo para aportar.


La investigación plantea un escenario posible para reducir la brecha, mejorar la vejez de las mujeres y a su vez evitar desequilibrios en el sistema pensional a largo plazo. Se recomienda entonces equiparar la edad de retiro de hombres y mujeres a 62 años, dando la posibilidad de que coticen mayor tiempo; reducir el número de semanas requeridas a 1.150 para las mujeres (en Régimen de Prima Media) y otorgar un aporte de 25 semanas de contribución por cada hijo que tengan.


“La solución, además de tener en cuenta políticas diferenciales por género en la etapa de retiro y de ser pensada en el corto plazo, debe ajustarse desde el momento en que la mujer ingresa al mercado laboral. Con esto se busca fomentar su participación en el sector formal”, explica la economista.


Para incentivar la participación laboral, en específico de mujeres que tienen a cargo hijos o adultos mayores se propone plantear la posibilidad de ofrecer flexibilidad en horarios o de realizar trabajo desde casa, esto con el fin de que no tengan que escoger entre trabajar o asumir las responsabilidades familiares.


Sin embargo, en este asunto, los empleadores también deben asumir ciertos compromisos: hacer seguimiento y ser transparentes con las remuneraciones que reciben sus empleadas, evaluar los procesos de contratación, promoción y retención para eliminar los sesgos de género, fomentar la participación de mujeres en cargos directivos y garantizar la igualdad de oportunidades para que las mujeres no estén solo destinadas a trabajos considerados históricamente “femeninos”.


Aunque en medio de este panorama pensional y laboral pareciera que nada quedara en manos de las mujeres, la investigadora hace una invitación a que desarrollen su capacidad de negociar los salarios dentro de las empresas, valorando la educación, experiencia y las habilidades ya adquiridas. También es importante negociar en los hogares, aprender a delegar tareas y entender que la responsabilidad es compartida, evitando sentirse culpable cuando se busca un equilibrio entre la vida personal y laboral.

 

Escrito por:

Lina Fernanda Sanchez Alvarado