09/04/2019

Cuando la migración es una protesta con los pies

migrantes hondureños
migrantes hondureños
migrantes hondureños
Por: Andrés Ham
Profesor Asistente Escuela de Gobierno, Universidad de los Andes

 
Soy hondureño y migrante, de los privilegiados. En cada país que he vivido me han recibido con respeto, cariño y brazos abiertos. Pero esta no parece ser la bienvenida que les espera a miles de mis compatriotas que, mientras ustedes leen esto, siguen caminando hacia Estados Unidos.

La caravana de migrantes salió a principios de octubre desde San Pedro Sula, una de las ciudades más violentas del mundo. La organización refleja los tiempos digitales, fue a través de redes sociales como Facebook y WhatsApp.

Los números crecieron rápidamente mientras cruzaban fronteras: pasando por Honduras, Guatemala y ahora México.

Se estima que casi 7.000 personas han sido parte del grupo, con al menos 2.300 menores de edad. La cifra exacta cambia diariamente, debido a que varias personas se unen o dejan la caravana por distintas razones.

¿Por qué tantas personas decidieron emprender un camino de miles de kilómetros sin garantía de alcanzar su objetivo y abandonar su país de nacimiento? La respuesta es la misma, sean parte de la caravana o migrantes como yo, buscamos nuevas oportunidades para garantizar una mejor vida.

Los migrantes sueñan con la posibilidad de ganar un mayor salario, poder estudiar, vivir sin miedo constante o escapar de las garras de la corrupción. Este cuento no es nuevo, pero la organización de la caravana elevó el tono de la discusión.
Grupo de migrantes marchando

Honduras consistentemente está en el podio de los países más pobres de América Latina. Según datos del Instituto Nacional de Estadística para 2017, 64 % de los hogares son pobres. Los mismos datos muestran que el salario per cápita es 127 dólares por mes (más o menos $380.000 pesos por persona).

Pese a la existencia de varios programas sociales que proponen una “vida mejor”, estos indicadores no han cambiado mucho en los últimos cinco años. Peor aún, no parece que van a mejorar. Estas condiciones económicas son la causa principal por la cual muchos hondureños dejan el país.

Se estima que hay más de un millón de mis compatriotas viviendo ilegalmente en Estados Unidos, lo cual representa más del 10 % de la población total del país.

Estos migrantes envían remesas a sus familiares en Honduras, rubro que se ha vuelto la fuente más importante de ingresos en dólares del país. Los migrantes ven la oportunidad de ganarse la vida y contribuir con ingresos importantes para el diario vivir de sus familiares que no emprenden el viaje.

Si históricamente los hondureños migran, la pregunta actual es: ¿Por qué ahora viajan tantos? Añadido a la precaria situación económica, hay dos razones: la inseguridad y el entorno político.

La tasa de homicidio en Honduras es de 43 personas por cada 100.000 habitantes, solamente superada por El Salvador (UNODC, 2018). El país ha sido históricamente violento, pese a no encontrarse en guerra. Muchos hondureños aún consideran que el principal problema del país es el crimen y la inseguridad (41,8 % según datos de Lapop).

¿Por qué tanta violencia? Honduras enfrenta problemas de pandillas o “maras”, que dominan barrios y extorsionan abiertamente a la mayoría de los ciudadanos. Por otro lado, el país está ubicado entre los países productores en América del Sur y los consumidores en América del Norte, convirtiéndolo en ruta de narcotráfico.

Honduras sufre muchos de los costos de la guerra contra las drogas por estar en “el lugar incorrecto en el momento inadecuado”. Por eso, parte de la población busca escapar de estas situaciones saliendo del país.

La segunda razón tiene que ver con la baja confianza en las instituciones del país, asociada a la corrupción cada vez más visible e impune. Las más recientes elecciones ocurrieron en 2017 bajo circunstancias que solamente pueden ser descritas como “realismo mágico”.

La campaña fue dominada por una discusión sobre la legalidad de la reelección presidencial. El presidente logró ratificar su habilidad de reelección (la cual era y sigue siendo inconstitucional).

Familia de migrantes cruzando sobre un muro

Además se presentaron demoras largas en el conteo de los votos finales, que empezó perdiendo el presidente y terminó ganando. Estos hechos llevaron a protestas masivas de la población durante diciembre 2017 y enero 2018.

Si bien la OEA pidió que se realizaran nuevamente las elecciones, la comunidad internacional no tomó mayores acciones en contra de un resultado ciertamente sospechoso.

Antes de las elecciones, solamente 38 % de la población reportaba estar satisfecha con la democracia. Tras las elecciones, esta cifra puede ser menor. Este evento, en conjunto con diversos escándalos de corrupción, continúa disminuyendo la confianza en el gobierno hondureño.

Las percepciones son desalentadoras: solamente el 3% de la población considera que no hay políticos corruptos. Estas situaciones sugieren que existe un alto nivel de inconformidad en Honduras y que, para escapar el círculo vicioso, hay que irse del país.

Todo migrante espera una vida mejor en su destino, porque en sus propios países no lo pueden lograr. La caravana que salió de Honduras es una masiva protesta con los pies. Saca a relucir las precarias condiciones en que vive la mayoría de los habitantes del país mientras unos pocos se benefician.

Este grupo de personas decidió que preferían jugarse la vida que permanecer restringidos. En el fondo, ese es el espíritu que motiva a todos los migrantes, sin importar su nacionalidad.

Todos buscamos una vida mejor porque sentimos que nuestra propia patria no provee las oportunidades para alcanzar ese objetivo.

Le puede interesar:

"La migración tiene efectos positivos en la economía del país"

Compartir

  • Logo Facebook
  • Logo Twitter
  • Logo Linkedin