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Colombia, un país de reconstrucción

Julieta Lemaitre destaca la capacidad de Colombia para empezar a partir de cero
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Julieta Lemaitre, doctora en Derecho, propone reconocer que somos un país de gente que sabe empezar de nuevo y a partir de cero. #RetosDelDespués

Un país que huye

¿Qué es lo que el ciudadano colombiano promedio debería saber y entender acerca del conflicto armado colombiano?

En contra de la narrativa oficial de un país de injusticia y violencia persistente, propongo reconocer que somos también, y quizá más que otra cosa, un país de reconstrucción. Podemos empezar por decir que los guerreros son los menos y que los desplazados son los más; y allí están las cuentas del Gobierno que lo prueban. La gran mayoría de colombianos huyeron de la violencia y empezaron sus vidas de nuevo en otra parte. Somos, por mayorías, antes que un país violento, un país pacífico que prefiere huir con sus hijos a hacer la guerra, un país que sabe ya, después de 50 años, como empezar su vida de nuevo y a partir de cero. La prueba está no sólo en las cifras abrumantes de desplazados de la violencia, por estos días en los siete millones, sino en lo que cada colombiano puede encontrar en su árbol familiar, repleto de historias de los hombres y mujeres que prefirieron huir antes que morir de pie. Y encontrarán también las historias de persistencia, inventiva y optimismo que les permitieron empezar de nuevo, construyendo a menudo, literalmente con las manos, las ciudades donde pudieron vivir, y no pocas veces prosperar, lejos de la guerra.

El fin del conflicto

¿Qué es lo que los colombianos deberían saber y entender acerca de lo que cambiará en el país (y lo que no) si se firma un acuerdo entre el gobierno y las FARC, y eventualmente con el ELN?

En la etapa inicial de las negociaciones de paz el Gobierno era muy cuidadoso al decir que la negociación se trataba del fin de conflicto y no de la paz. Ese cuidado quedó de lado durante las elecciones presidenciales de 2014 que se presentaron como un mandato por la paz, y lo que fue una ganancia política fue una pérdida en claridad. Es difícil hablar de paz cuando no se entiende qué es la guerra, cuando la prensa y la comunidad imaginada que genera, no entienden lo que es la guerra. Por eso creo que es más exacto hablar del fin de un conflicto armado.

RETOS DEL DESPUÉS
Es un especial informativo que muestra reflexiones académicas, aportes, iniciativas e investigaciones relacionadas con lo qué deben saber y entender los colombianos sobre lo que cambiará en el país y lo que no, si se firma un acuerdo entre el Gobierno y las guerrillas de las Farc y el Eln.

El especial nace de un esfuerzo conjunto realizado por Ediciones Uniandes y la Maestría en Construcción de Paz para convocar a los profesores de la Universidad en torno a estas preguntas.

Porque, ¿qué parte de la guerra es que exista una guerrilla con mando central y con una ideología revolucionaria? ¿Qué tanto la guerra es una guerra civil de familia contra familia, vecino contra vecino, resentimiento y miedo enraizado en la tierra? ¿Qué papel juega la definición por décadas del ejército como un cuerpo armado dedicado a suprimir la subversión en todas sus formas? ¿Qué parte de la guerra tiene dinámicas económicas, y en qué medida los ejércitos existen para regular los mercados ilícitos que los financian?

Lo que podría cambiar con el fin de las guerrillas sería que se abriera la posibilidad de entender lo que es y lo que han sido esta(s) guerra(s), dejando atrás, o mejor aún, completando las historias que hasta ahora nos hemos contado al respecto. Otra forma de decirlo es que el fin de las guerrillas nos permitiría despejar un poco la visión, que sea menos espesa la niebla, y distinguir mejor quiénes son los actores, qué es lo que está en juego, y cuáles las dinámicas de la violencia y el despojo.

Ese improbable nosotros

¿Cómo podemos comunicar de manera realista y documentada los retos del posconflicto colombiano?

Esta pregunta asume que la academia conoce los retos del posconflicto y que el problema es de comunicación. Yo no estaría tan segura. Me parece que, incluso aceptando el improbable "nosotros," lo que tenemos son muchas piezas de rompecabezas que no hemos podido armar. En parte, por supuesto, se trata de la confusión propia de la niebla de la guerra.

Pero no ayuda a comprender la falta de interés por el conocimiento inductivo, y el afán de deducir a partir de premisas construidas con base en la experiencia de otros países.

Es un problema importante para la academia el que los gobiernos de turno, contratando "expertos" y "consultores" entrenados en el extranjero, basen tanto la política pública en los lineamientos internacionales, adoptando uno u otro proyecto normativo que va cambiando con los años. Si bien es importante construir sobre lo aprendido en otros lugares, es aún más importante, dadas las particularidades del conflicto colombiano, que la política se finque en una ciencia social vigorosa, inductiva, capaz de dar cuenta de la historia y la realidad social colombiana sin convertirla (solamente) en ejemplo de teorías extranjeras.

Al examinar las dificultades de la academia para proveer esta ciencia social de manera consistente e influyente, hay varios factores con fuerza explicativa. En primer lugar, sin duda, los recursos, incluyendo los humanos, han sido insuficientes. Pero además es cierto que varios sectores de la academia han invertido sus esperanzas en uno de los bandos del conflicto, sea en las explicaciones totalizantes del marxismo que animan a las guerrillas, sea en el proyecto liberal modelado en la experiencia y los debates europeos o estadounidenses. En ambos casos se pasa rápidamente de la inducción a la deducción a partir de principios. Y ambas inversiones vitales, en el liberalismo o el marxismo, han sido poco generosas con sus réditos intelectuales y políticos. Así que el problema, creo por el momento, es más de generar conocimiento desde abajo, que de su eventual comunicación.