21/10/2019

Discurso del rector en la ceremonia de posgrados 2019 II

Foto del rector Alejandro Gaviria
Foto del rector entregando un diploma
Foto de asistentes a la ceremonia de posgrados
Foto del rector entregando un diploma
Foto del rector Alejandro Gaviria
Foto del rector entregando un diploma
Foto de asistentes a la ceremonia de posgrados
Alejandro Gaviria
Rector
Universidad de los Andes
(Ceremonia de grados 18 de octubre de 2019)


Muy buenas tardes a todos y todas, quiero saludar especialmente al doctor Eduardo Pacheco, presidente del Consejo Superior de nuestra universidad, a la doctora Elvira María Restrepo, miembro también del Consejo Superior de nuestra universidad, nos complace y nos honra su presencia en esta ceremonia, a los miembros del Consejo Académico en la mesa principal, a Santiago Zarate Guerrero, graduando del doctorado en psicología, orador también, y a nuestro orador principal, el doctor Julio Eduardo Cruz, profesor asociado de nuestra universidad.

Estimados graduandos, queridos maestros y doctores en ciernes. He pronunciado muchos discursos de grado, más de los que siempre imaginé, más de los que sería razonable pronunciar, creo yo. Sé que son un género peligroso convierten incluso al más escéptico, al escéptico empedernido en un predicador oportunista. Es la naturaleza, tal vez, una característica antropológica, la tentación del podium, quisiera llamarla, nuestra predisposición a dar consejos no solicitados cada vez que tenemos en frente a una audiencia cautiva, indefensa, resignada a los excesos retóricos de sus semejantes, por lo tanto voy a tratar de ser breve, lo prometo. Fijen sus cronómetros y lo comprobaran en unos minutos.

Quiero hablarles esta tarde de tres tendencias globales que definirán en buena medida sus vidas profesionales, o incluso, podría suponer, sus vidas más allá del ámbito profesional. Las tres tendencias son conocidas, no hay nada de original en mis admoniciones, pero vale la pena, en este momento en el que se juntan la esperanza y la incertidumbre, vale la pena, insisto, recordarlas. Quiero mencionar sin ninguna intención de profundidad, ese no es el tema, tres de las principales tendencias que definen nuestro mundo actual.

Al final de la segunda década del siglo XXI, ya vienen los años 20 del siglo XXI, quién iba a imaginarlo, el tiempo, ese homicida que nadie ha podido capturar, dice el poeta. La primera tendencia tiene que ver con el fin de la verdad, con la negación de los hechos, ni siquiera Orwell, quien combatió los eufemismos, las trampas del lenguaje y las verdades a medias, se habría imaginado esta época de confusión, de mentiras producidas en serie, de falacias manufacturadas y fábricas de calumnias que operan globalmente con una eficacia apabullante.

Las mentiras han afectado la confianza en las instituciones, han creado en buena parte de la población una mentalidad paranoide, una suerte de rabia instintiva o crispación permanente. Las teorías de conspiracion bien lo sabemos circulan por todas partes, alimentadas por una tecnología tan vulnerable a la manipulación como poderosa en su alcance: los teléfonos celulares, esa tecnología que permite que estas maquinarias de la información operen eficazmente. Todo esto tiene una consecuencia trágica, inquietante si se quiere, millones de personas han renunciado a entender el mundo, han renunciado a pensar su complejidad, han renunciado a pensar seriamente en las dificultades del cambio social y las verdaderas posibilidades de la política y de todas nuestras empresas colectivas, las posibilidades de la política, bien lo sabemos, son siempre limitadas.

En el mundo de la mentira florecen las ideologías simplistas, las caricaturas. Una ideología no es en sí misma un condicionamiento que nos impida ser libres, pero puede serlo si uno está enfermo de ideología, escribió recientemente el escritor italiano Raffaele La Capria, "hay condenados encerrados en el pabellón derecho, y condenados, encerrados en el pabellón izquierdo", insistió.

En el mundo de la mentira no hay diálogo, sólo hay polémica. Esto es la conversación humana, se convierte en una competencia entre ideologías exaltada que no buscan la verdad sino el veredicto fácil de los likes, el dedo pulgar hacia arriba o el dedo pulgar hacia abajo. Es el espíritu de los tiempos que aprueba o desaprueba todo al instante.

Hace un tiempo leí en una biografía de Alexis de Tocqueville, el más perceptivo de los viajeros, uno de los creadores de las ciencias sociales, que practicó toda su vida una especie de heroísmo, siempre trato de ser objetivo, esa forma de heroísmo, la pretensión de la objetividad es hoy en dia, creo yo, más necesaria que siempre.

Paso ahora a la segunda tendencia. Tiene que ver con las transformaciones en el mundo del trabajo, no solo la robotización, uno de los libros que tengo encima de mi escritorio, no lo he leído, habla ominosamente de las universidades a prueba de robots, no sé lo que significa. Quiero hablar no solo de la robotización sino también de la rápida depreciación del capital humano.

Estudié Ingeniería Civil, me gradué ya hace muchos años, varias décadas, pero en mis primeros años, no fui un ingeniero civil, fui un ingeniero de sistemas, un programador. Desde esas épocas ya lejanas en que un vecino de mi urbanización me dejaba entrar a usar su Radio Shack Trs-80, allí aprendí Basic, Delphi hoy Pascal, y C++. Esas habilidades me duraron 20 años. No creo que nadie vaya a poder en algunas décadas contar una historia semejante. Yo pude, con pequeñas actualizaciones en el margen, con pequeños aprendizajes complementarios, usar por 20 años unas habilidades adquiridas en la universidad. Actualmente, creo yo, después de 5 años muchas habilidades se tornan obsoletas.

Es un lugar común, pero vale la pena reiterarlo esta tarde, el aprendizaje es ahora más que nunca una labor permanente, una actividad para toda la vida. Siempre me ha gustado el nomadismo intelectual, moverme de un tema a otro, profundizar aquí y empezar allá nuevamente, mantener esa curiosidad por el mundo, produce ansiedad, lo reconozco, Elvira María lo sabe bien, duermo regular, pero creo que vale la pena utilitaria y existencialmente, esta especie de nomadismo intelectual que nos lleva a aprender diferentes cosas todo el tiempo.

Animado por esa urgencia existencial, probablemente como una preparación para lo inevitable, leí hace un año un libro del historiador romano Marco Tulio Cicerón. Insistía el libro una y otra vez en lo mismo, uno nunca debe dejar de aprender, debemos por toda la vida cultivar la pasión por el conocimiento. En palabras de Jorge Luis Borges, el poeta escéptico, uno de mis héroes intelectuales, decía él que "con los años cuando el fuego declina y ya es ceniza bien está el aprendizaje de una empresa infinita, aprender lo que no tiene fin, toda la vida", nos recomienda el poeta.

Termino ya con la otra tendencia: la sostenibilidad, de esto les voy a hablar ya al final. Leí esta semana que las empresas que no se toman en serio el tema de la sostenibilidad van a desaparecer, es sin duda el gran tema de nuestra época. Los años 20 del siglo XXI, la próxima década, serán definidos por esta crisis, hagamos lo que hagamos, el tema de la sostenibilidad tiene que hacer parte de todas nuestras cavilaciones, por lo menos, digámoslo así, de una parte de ellas, es un imperativo ético, y, de nuevo repito la palabra, existencial.

Me preocupa, lo digo sinceramente esta tarde, nuestra inacción. Los reportes se multiplican. Cada escenario, así debemos reconocerlo, es peor que el anterior. Hay círculos viciosos por donde quiera, se pierden los glaciares por el cambio climático y la pérdida de los glaciares a su vez exacerba el problema. El calentamiento aumenta los incendios forestales, los cuales contribuyen a su vez nuevamente al calentamiento, de nuevo los círculos viciosos están por todas partes. Nueve de los diez años más calientes que han ocurrido ocurrieron después del año 2005.

Ayer leí que fue el año en que se subió el primer video a Youtube, tenía el nombre “yo en el zoológico”. Mientras tanto los humanos nos comemos cada año sesenta y cinco mil millones de pollos. Pero pareciera que nada de esto tiene que ver con nosotros. Conocemos las amenazas existenciales, entendemos, creo yo, la urgencia de la crisis, pero no estamos inmersos emocionalmente en el asunto. Nos resbala todos los días. Parece no interesarnos. De nuevo no nos involucra emocionalmente.

No es que neguemos el cambio climático, en la academia no lo negamos. Es que nos comportamos como si lo estuviéramos negando. Dócilmente, escribí ayer, como prisioneros torturados a los que ya se les ha extirpado el alma, parecemos caminar hacia el cadalso. En nuestras vidas laborales en particular, yo creo, todos debemos romper con esa apatía, tenemos que aceptar tarde o temprano que la humanidad enfrenta un problema de acción colectiva sin precedentes, debemos, como dije al comienzo, enfrentar los hechos incómodos de esta gran amenaza existencial para la humanidad.

Reitero, entonces, con mi manía didáctica de muchos años de profesor, aprendida aquí en esta universidad, donde fui profesor por primera vez de Microeconomía I en el año 1992, que vivimos en un mundo interesante pero al mismo tiempo en un mundo de mentiras, donde el capital humano se deprecia rápidamente y las amenazas existenciales hay que tomarlas en serio. En ese mundo, creo yo, la claridad ética y el aprendizaje permanente, mis dos mensajes de esta tarde, son imprescindibles.

Felicitaciones a todos y todas, a nuestros nuevos maestros y doctores, incluyo por supuesto a sus padres aquí presentes, los hijos, esposos, esposas, y amigos. Hace 17 años recibí mi título de maestría de la Universidad de los Andes en Economía, 17 años ya. Hoy con orgullo, después de azares y peripecias de la vida, me siento feliz esta tarde de acompañarlos en esta ceremonia. Recuerdo esa mañana cuando recibí ese diploma, un sábado por la mañana, las cosas cambian. Les deseo mucha suerte, un abrazo para todos de todo corazón y felicitaciones. Gracias por la atención.

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