Si a alguien le piden que describa su trabajo: las relaciones, sus tareas, los procesos, sus aspiraciones, seguramente a su cabeza vendrán muchas ideas. Tal vez demasiadas. Hacer una instantánea de todo ese entramado es complejo. Igualmente es imaginar lo que son las actividades en una institución educativa.  Pero gracias a la cartografía social en la educación se logra, entre otras cosas, entender el trabajo en el aula, las tensiones, fronteras y relaciones en una institución. 
 

El libro Pedagogía y territorio, el uso de la cartografía social en la educación, compilado por José Darío Herrera, doctor en Filosofía, de la Universidad Nacional, e Irma Flores, doctora en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, de la Universidad de Manizales, los dos profesores de la Facultad de Educación de la Universidad de los Andes, describe y da ejemplos de este método que hace una representación de la complejidad de las relaciones internas y externas que se dan en una institución educativa, y es elaborada por los mismos actores, que, incluso, pueden analizar los resultados. 
 

La cartografía social tiene similitud con un mapa conceptual, pero en esta las líneas no unen conceptos, sino que “son concebidas como líneas que marcan y trazan un sistema comunicativo”, explica el texto. Un ejemplo puede ser si se quiere saber sobre las relaciones de una escuela con las instituciones de una localidad no necesariamente vinculadas al sector educativo directamente, pero que hacen acciones para el desarrollo de la institución; se puede elaborar una cartografía que permita tener una imagen de lo que sucede, y pensar en la forma en que se podría unir esfuerzos de forma más efectiva.  
 

“La cartografía capta lo que otros métodos no, lo relacional, lo sistémico, la complejidad, podríamos decir también”, dice Herrera, quien la valora por ser una especie de “pantallazo, el dibujo de lo complejo”. 

 De izquierda a derecha, mapa de conflicto escolar y mapa de representaciones sociales de las posiciones sociales. Fuente: José Darío Herrera y Juan Carlos Garzón, en Pedagogía y territorio. 


Los usos de la cartografía social 

Herrera habla de tres utilidades: posicionamiento, planeación participativa e investigación. 
 

Con el posicionamiento se refiere a que el esquema o dibujo de lo que se considere un territorio, ya sea una institución, un salón de clase, un currículo, etc., la cartografía deja ver dónde está ubicada la organización o persona en relación a ese territorio y así ser consciente del lugar que se ocupa en este. 
 

La segunda utilidad es cuando se dan procesos de planeación participativa. Cuando un grupo hace la cartografía y puede visualizar hacia dónde va o a qué debe dar prioridad. Y, por último, el tema científico “para hacer interpretaciones, ya un poco más teóricas de los espacios, de las necesidades, de las tendencias", explica el profesor. 

Las interacciones sociales son complejas pero, como lo plantea Pedagogía y territorio, la cartografía social en la educación permite ver múltiples dimensiones de los espacios y las interacciones, para que investigadores, profesores, rectores, tomadores de decisiones y gente que desarrolla política pública, como dice Irma Flores, “podamos descubrir cómo compartimos ese territorio, qué significado tiene para nosotros, además de formar parte de nuestra identidad, de nuestra subjetividad, de nuestra intersubjetividad”. 

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Pedagogía y territorio, el uso de la cartografía social en educación 

Desde los clásicos dibujos o cartogramas de la educación popular hasta los sofisticados mapas de segundo orden realizados con ayudas computacionales, en esta obra se presentan relatos antes escondidos o acallados por las versiones totalitarias del mundo y de las cosas. 

Editorial: Ediciones Uniandes
Páginas: 206
Idioma: Español