Un motor eléctrico para impulsar la educación en Bahía Málaga
Llegar a clase en un bote eléctrico para disminuir las tasas de deserción y proteger los ecosistemas. Un proyecto de la Facultad de Administración.Solo en lancha se puede llegar a La Plata, Mangaña, Miramar y La Sierpe, 4 veredas que conforman la comunidad negra de Bahía Málaga, ubicadas a 47 km de Buenaventura (uno de los puertos más importantes de Colombia). Lugares bañados por el mar Pacífico y rodeados de imponentes manglares que son el hogar de la piangua, un molusco exquisito y tradicional de la gastronomía afro de esta región, clave para el bolsillo de sus pobladores.
“Cuando no hay combustible, acá se para todo. No hay colegio ni actividades productivas porque la mayoría de la gente se mueve a través de lanchas con motores fuera de borda”. Eso cuenta Saúl Valencia, sentado en su bote, equipado con dos potentes motores.
Y esa escasez, sumada al alto costo del galón de gasolina (que en las veredas se incrementa hasta en un 60 %), frena en seco a los malagueños: no se puede salir a pescar, disminuye el comercio, afecta el turismo, los niños no pueden ir a clase… lo que podría derivar en el aumento de la tasa de deserción escolar. Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística - DANE, en 2021 el número total de estudiantes matriculados en áreas rurales no alcanzaba los 2,4 millones, lo que representa apenas 24 % del total nacional.
Juan Carlos Valencia, comerciante local de La Plata, viaja en lancha cada semana hacia Buenaventura a comprar combustible, para venderlo en La Plata. “Los últimos galones los compré a 10600 pesos y los vendo a 17500 —dice con una manguera en la mano mientras extrae el líquido de un galón plástico en la puerta de su casa—. Debo pagar a la persona que los carga en el Puerto, al que los descarga al regresar, además del costo por los 25 galones que gasto de ida y vuelta”.
Pero los desafíos, producto de este problema, son enormes. Hasta vaca han tenido que hacer para que los niños no falten a la escuela: “Los padres somos muy activos. Si alguien tiene una lancha con motor, entre todos reunimos el dinero para la gasolina y podemos trasladar a los niños para que no pierdan el ánimo”, cuenta de manera anecdótica la profesora Mireya Díaz, en la puerta del único salón de clase que hay para los estudiantes de primaria, en La Plata.
Para las clases de bachillerato, los estudiantes deben desplazarse en bote hasta el centro educativo Manuel S. Caicedo, en Miramar, donde hay un solo salón para todos: de pupitres desbaratados, una cancha de fútbol árida, sin internet ni tecnología que faciliten el aprendizaje. Y, como ocurre en las cuatro veredas, la única conexión que pueden tener sus habitantes es con la naturaleza, porque no hay electricidad en todo el día. La luz llega a las 6 de la tarde y se desconecta a las 10 de la noche.
En un trabajo conjunto, basado en un diálogo de saberes entre la población y la Silla Kühne de Logística de la Facultad de Administración de la Universidad de los Andes, en alianza con la Fundación GivePower, se logró combinar el conocimiento local sobre el uso y manejo del territorio con la ciencia convencional para avanzar en electromovilidad.
El resultado, la entrega de un bote eléctrico con capacidad para transportar a los estudiantes, que cuenta con una estación de carga solar rápida y un sistema de monitoreo a distancia.
Para el líder comunitario de La Plata, Santiago Valencia, “Este es un territorio dispuesto a que se puedan seguir haciendo innovaciones para construir de manera conjunta”. El proyecto, sin duda, beneficiará a los 800 habitantes que conforman 186 familias distribuidas en las cuatro comunidades.
Diana L. Trujillo, líder de la iniciativa de electromovilidad náutica en Colombia, de la Silla Kühne de Logística de la Facultad de Administración de la Universidad de los Andes, comenta que: “El trabajo previo que tuvimos con la comunidad nos permitió ver que la gobernanza y el compromiso de la comunidad era sólido para llevar a cabo un proyecto de este nivel. Bahía Málaga es el plan piloto para, posteriormente, replicarlo en otras zonas del país”.
Estudiantes del centro educativo Manuel S. Caicedo, vereda Miramar.
Fotos: Daniel Álvarez
Electromovilidad para combatir la deserción escolar en el Pacífico
Es común ver rodando vehículos eléctricos en las carreteras de las principales ciudades. Y es que la sostenibilidad ambiental en el transporte se ha convertido en una prioridad de varios países de América Latina.
México, Chile y Costa Rica, por ejemplo, han incorporado buses eléctricos para el servicio público. Colombia también, pues, además promueve la implementación de vehículos eléctricos mediante la exención de impuestos y aranceles para su adquisición e importación.
En cuanto al mercado de la electromovilidad náutica, su expansión se acelera. Así lo demuestra el informe "Electric Boats and Ships 2020-2030” de la compañía británica IDTechEx, que proyecta una tasa de crecimiento anual del 21 % entre 2020 y 2030, para el mercado mundial de barcos y embarcaciones eléctricas.
En Bahía Málaga, la navegación fluvial eléctrica comienza a hacerse realidad.
Durante la ceremonia de entrega del bote eléctrico a la comunidad, Jonathan Bernal, vicepresidente de estructuración de la Agencia Nacional de Infraestructura (ANI), afirmó que “la electromovilidad es el futuro y puede ser utilizada no solo en el transporte escolar, sino también en otras actividades, como el turismo o el avistamiento de aves”.
Algo esencial pensando en la protección del medio ambiente, los ecosistemas y en el mejoramiento de la calidad de vida de los malagueños. De hecho, los gestores del proyecto insisten en la posibilidad de un futuro sin combustibles fósiles. “Creemos que hay un impacto significativo en lo económico, pues los recursos usados para la compra del combustible se pueden aprovechar de otra forma: educación, en los niños o en la comunidad, y no quemarlos como se hace tradicionalmente”, afirma Gordon Wilmsmeier, y la Silla Kühne de Logística de la Facultad de Administración y líder del proyecto de electromovilidad.
“Como es solar, no vamos a tener el temor de que el niño no vaya a la escuela porque no hay gasolina. Desde que haya sol y los motores y baterías estén cargadas, los niños van a tener sus rutinas día a día para ir al colegio. ¡Ya no hay excusas!”, dice emocionada la lideresa de la comunidad de Mangaña, Merlín García, recostada sobre el puente de madera que comunica los caseríos de la vereda.
“El trabajo previo que tuvimos con la comunidad nos permitió ver que la gobernanza y el compromiso de la comunidad era sólido para llevar a cabo un proyecto de este nivel. Bahía Málaga es el plan piloto para, posteriormente, replicarlo en otras zonas del país”, resaltó, Diana L. Trujillo, líder de la iniciativa de electromovilidad náutica en Colombia, de la Silla Kühne de Logística de la Facultad de Administración de la Universidad de los Andes.
Primer viaje en la ruta escolar eléctrica
Fotos: Daniel Álvarez
El primer día en la ruta escolar eléctrica
Son las 5:30 de la mañana. El sol aún no se asoma en La Plata y Albeiro, el conductor del bote escolar, se asegura de ajustar detalles antes de comenzar el recorrido.
Desamarra el bote eléctrico del muelle, gira la llave, enciende motores y sale rumbo a Mangaña. Es la primera vez que los estudiantes del centro educativo, Manuel S. Caicedo, van a clase en una embarcación eléctrica.
El hombre, robusto y de gorra, hace sonar la bocina varias veces. Anuncia que se acerca a la orilla. Desde el bote se ve una fila de pequeños caminando para abordarlo: tienen el uniforme impecable, zapatos brillantes y su mente lista para aprender nuevas cosas.
Brayan es el primero en subirse. Ansioso, emocionado, curioso… como todos.
Tiene 12 años, pero su estatura lo hace ver mayor. “De la lancha me gustaron los motores, que no hacen ruido, que se puede charlar y que los asientos son muy cómodos”, dice él, que quisiera convertirse algún día en un futbolista como Cristiano Ronaldo.
Chaleco salvavidas, todos sentados y Albeiro arranca con 21 sonrisas a bordo.
El cielo se rompe y, aunque la lluvia se hace sentir con el golpe de la brisa, el viaje continúa, pues el bote cuenta con una carpa que los protege del aguacero. “Yo creo que la lancha eléctrica es mejor porque no consume gasolina ni aceite que contaminan a los peces y pueden hacer que mueran por los químicos que se echan al mar”, explica Sara Daniela durante el viaje, una niña que cursa séptimo grado.
“Mi sueño es ser diseñadora de modas y modelo”, anhela la niña.
En video: Los Andes entrega un bote escolar eléctrico en Bahía Málaga (Teaser)