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Realidad virtual en el campo
Un grupo de estudiantes lleva tecnología y conocimiento pedagógico a las zonas rurales. Mientras comparten conocimientos, enriquecen su formación.Les habían dicho que el viaje duraba 20 horas, pero realmente fueron 25. Debían cruzar medio país para llevar, desde Bogotá a San Juan de Nepomuceno, Bolívar, gafas de realidad virtual. El propósito: hacer talleres en cinco escuelas de la zona rural del municipio.
El aire acondicionado del bus estaba fallando. La sensación térmica en los 38 estudiantes de la Facultad de Educación de la Universidad de los Andes alcanzaba 42°. Ni siquiera los militares que subieron a requisarlos la aguantaban. Tras revisar un par de cédulas, los dejaron continuar.
En San Juan de Nepomuceno, profesores y alumnos sabían de los talleres, pero ignoraban que tendrían su primer encuentro con el universo de la realidad virtual en sus veredas. No serían, sin embargo, los únicos sorprendidos: a quienes impartirían los talleres también les aguardaban aprendizajes significativos para sus carreras.
Descubrir nuevos mundos
Diana Vera y Erick Santos lideran la iniciativa estudiantil del Instituto Cibernético de Ciberseguridad e Inteligencia Artificial (ICCIA), que se enfoca en tres áreas: pedagogía en tecnología, ciberseguridad e inteligencia artificial.
Ambos han entendido el potencial de la tecnología en su formación y en la de los estudiantes que formarán en el futuro. Por eso propusieron hacer en San Juan de Nepomuceno un taller de introducción a la realidad virtual.
La profesora Nancy Palacios, Gran Maestra del Premio Compartir en 2015 y directora de licenciaturas de la Facultad de Educación de la Universidad de los Andes, confió en la iniciativa, pues cree que los maestros deben comenzar a capacitarse con las herramientas tecnológicas que utilizarán en su vida profesional.
El primer colegio rural que visitaron fue San Juan del Peñón. Para sorpresa de Diana y Erick, cuando empezaron el taller, no solo los estudiantes se entusiasmaron, sino también los profesores; más tarde llegaron los padres de familia y, finalmente, hasta los vecinos del sector se unieron a la fila para participar.
Sin embargo, la idea de los estudiantes de licenciatura no era simplemente llevar artilugios para impresionar. El objetivo principal era probar y desarrollar herramientas pedagógicas.
A Erick y Diana los emociona ver cómo los niños descubren a través de nuevas experiencias. Pero los motiva, aún más, que los pequeños puedan conocer esta tecnología de múltiples aplicaciones.
Los niños que tienen un talento aún no identificado pueden ver en estas tecnologías una opción de futuro, algo que no es un descubrimiento menor, ya que estas herramientas han permeando todas las áreas productivas. Las preguntas que surgen sobre su funcionamiento abren un mundo por explorar y presentan nuevas opciones de carrera más allá de las que conocen en su contexto.
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Erick Santos y Diana Vera, estudiantes de licenciatura en matemáticas.
La tecnología es más que ver videos
Los creadores de esta iniciativa señalan como muchas personas saben perfectamente la forma de manejar un celular, pero gran parte del tiempo lo utilizan para entretenerse y no como una herramienta de aprendizaje. Si bien son una fuente de contenido importante, temas como la programación o la integración de la tecnología con la ciencia y las matemáticas siguen siendo una deuda pendiente en estas zonas.
La adquisición de tecnología por parte de las escuelas es urgente, pues se “siguen ampliando brechas: vamos en la era de la inteligencia artificial y hay gente que aún no tiene luz”, dice la profesora Palacios, quien también insiste en que no se pueden cruzar de brazos esperando. La motivación que ven en los niños por utilizar la tecnología debe aprovecharse con otros enfoques.
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Uno de los talleres en la zona rural de San Juan Nepomuceno.
Cortesía de Erick Santos y Diana Vera.
¿Y mientras tanto qué?
“Yo aprendí a medir caudal y cauce en un laboratorio. Tuvimos cursos maravillosos de cartografía, pero en el campo no tenemos ese laboratorio. Sin embargo, en el pueblo había un río y unos niños que nadaban muy bien, así que les enseñaba con unas cuerdas y con un libro de notas a medir el caudal del río. Era una experiencia distinta y fascinante”, recuerda la profesora Palacios.
Para ella, esa experiencia de los talleres con tecnología y el entusiasmo que los profesores en las zonas rurales ven en sus alumnos deben servir también como incentivo para aplicar metodologías más experienciales en el aula. Como dice Palacios, “Todavía no tienen las gafas, pero tienen montañas y ríos para enseñar”.
Sin embargo, esa capacidad de adaptación no puede sustituir siempre la tecnología. Por eso,con otros compañeros de la licenciatura y de centros como el Colaboratorio en Interacción, Visualización, Robótica y Sistemas Autónomos -Colivrí o el Vivero Virtual (Vivi), de la Universidad de los Andes, Diana y Erick planean otros talleres para seguir ampliando los horizontes educativos en la zona rural.
Por ejemplo, han pensado en desarrollar talleres con microcontroladores para que los niños aprendan a armar circuitos básicos: "Con una simple tarjetica pueden comprender múltiples conceptos y realizar diferentes funciones”, dice Erick.
Asimismo, han empezado a desarrollar una aplicación para computador, con la idea de convertirla en una aplicación móvil o en un programa compatible con gafas de realidad virtual. Aunque aún está en desarrollo, demuestran que el interés por la tecnología no solo ha inspirado a los niños de las escuelas rurales, sino también a los futuros profesores.
“Cuando hablamos de geometría espacial y planos cartesianos, es mucho más fácil comprenderlos visualmente que en un cuaderno”, comenta Diana sobre los talleres futuros.
Esta iniciativa despierta mucho interés y preguntas en los niños, sus padres, la comunidad e incluso en los profesores en zonas rurales, en donde existe un gran potencial para desarrollarse en este ámbito. Eso sí, para lograrlo se necesitan muchas más iniciativas como esta o que el Estado cumpla su promesa de llevar tecnología al campo.
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Nancy Palacios, "Gran Maestra" del Premio Compartir en 2015 y directora de licenciaturas de la Facultad de Educación de la Universidad de los Andes
Mauricio Laguna Cardozo