¿Crisis en la educación media en Colombia?
El país cumplirá una década en que los y las jóvenes próximos a graduarse no superan los 260 puntos de 500 posibles en las Pruebas Saber 11.En el marco de la campaña '¡Pilas con la educación media! El desafío de superar una década perdida', liderada por la Alianza por la Inclusión Laboral (AIL), se realizó el 3 de julio en la Universidad de los Andes un panel con actores del sector privado, público, académico y juventudes para discutir la importancia de la educación media (grados décimo y once), una etapa decisiva para conectar con los niveles superiores de la educación en Colombia.
Algunos de los datos reportados en el Informe Nacional de Empleo Inclusivo INEI 2022-2023 dejan preocupaciones en los expertos.
• La brecha en las pruebas entre colegios no oficiales y oficiales es de 33 puntos. Esa misma diferencia aplica en las instituciones educativas urbanas frente a las rurales.
• Si se compara el Índice de Nivel Socioeconómico (INSE), la desigualdad en las pruebas Saber 11 es aún mayor (67 puntos). Mientras el promedio de jóvenes del nivel más alto es de 292 puntos, el del nivel más bajo es de 225.
Estas cifras ponen en relieve la necesidad de mejorar las habilidades, herramientas y factores que permitan a la juventud del país graduarse con las competencias necesarias para continuar su tránsito educativo y laboral.
Colombia está a punto de cumplir una década en pobreza de aprendizajes, es decir, que estudiantes que culminan su ciclo en el colegio se están graduando sin herramientas suficientes para continuar en su camino hacia la educación posmedia y el mercado laboral.
Desde que comenzó la pandemia, organizaciones como la Unesco, el Banco Mundial y la OCDE, advirtieron los impactos que tendría en los sistemas educativos. Sin embargo, al analizar los datos de antes de 2020, se puede ver que incluso desde 2014 el puntaje global promedio no ha tenido un avance significativo.
Aun así, al hacer zum en algunos temas, se ve una brecha significativa durante los años de pandemia. En coyunturas como el confinamiento, fue evidente la diferencia entre los sectores que tenían mejores recursos de conectividad y acceso a computadores, principalmente colegios de entornos urbanos y niveles socioeconómicos altos.
Aunque el puntaje en las pruebas Saber 11 se mantiene estable en la última década, las brechas se agravan aún más cuando se consideran aspectos como jóvenes que viven en la ruralidad, migrantes o aquellos con reconocimientos étnicos. No se pueden analizar las problemáticas desde una sola perspectiva y el caso de la educación media no es la excepción. Es necesario un enfoque inclusivo para abordar las disparidades, teniendo en cuenta redes de apoyo, entornos protectores, infraestructura, cobertura, contextos socioeconómicos y capacidad docente.
Sobre lo anterior, dos ejemplos. El primero es la brecha de 33 puntos en los resultados de las pruebas entre instituciones educativas oficiales y no oficiales, siendo las no oficiales las que tienen los mejores resultados. El segundo es que esa misma diferencia se evidencia entre las instituciones urbanas y rurales: mientras el puntaje global en zonas urbanas es de 263 puntos, en rurales apenas alcanza los 230.
Al comparar los resultados a partir del Índice de Nivel Socioeconómico (INSE) la brecha se agudiza aún más: el promedio en las pruebas Saber 11 para los y las jóvenes del nivel más alto (INSE 5) es de 292 puntos y del nivel más bajo (INSE 1) es de 225 puntos, marcando una diferencia de 67 puntos. Un dato que muestra las carencias entre quienes estudian con mayores dificultades económicas y cómo esto condiciona su paso a la educación posmedia y, sobre todo, las herramientas para enfrentarse al mundo limitando la posibilidad de movilidad social.
Nancy Palacios Mena, profesora de la Facultad de Educación de la Universidad de los Andes y una de las panelistas del evento, destacó que además de los problemas propios de la educación media hay tres retos fuera de las aulas que inciden en la radiografía de la pobreza de aprendizajes en Colombia: la reducción de la pobreza, la falta de entornos seguros en los contextos educativos y comunitarios, y la dificultad para garantizar que los estudiantes quieran estar en la escuela.
La suma de factores resta oportunidades laborales
Entonces, ¿qué está pasando con la educación media para la juventud del país? Es evidente que hay una suma de factores que afectan los procesos y, claramente, el futuro educativo y laboral.
En los territorios, por ejemplo, existe una brecha que, aunque no es comparable por las diferencias de acceso, sí representa una problemática: en Chocó, 8 de cada 10 estudiantes se ubicaron en los niveles 1 y 2 de lectura crítica, mientras que, en Bogotá, 7 de cada 10 estudiantes obtuvieron puntajes del nivel 3.
En 2022, el 40 % de la población desempleada alcanzó como máximo nivel educativo la educación media, y el 35 % de la población en ocupación informal alcanzó como máximo nivel educativo la educación media. Estos datos subrayan la importancia de la educación para acceder a un empleo formal. Si no se enfrentan las desigualdades educativas con las que se están graduando los y las jóvenes dependiendo de su contexto y características, seguirán quedando a la deriva y contribuyendo a perpetuar un ciclo de desigualdad que afectará tanto a su desarrollo personal como el progreso de la sociedad en su conjunto.
“La crisis en la educación media no es solo un problema académico. Es un desafío social y económico, y es necesario analizar la situación desde diferentes aristas, entendiendo que los cambios deben ser estructurales para lograr que los y las jóvenes tengan las herramientas necesarias para su futuro educativo y laboral. En esta ecuación entra la importancia de fortalecer la cobertura, la práctica docente, las metodologías de aprendizaje y el compromiso del país con los y las jóvenes”, compartió durante el evento Adriana Lloreda, líder de la Alianza por la Inclusión Laboral.
Esta problemática se convierte automáticamente en un desafío estructural para la educación posmedia, la intermediación laboral y el empleo, de tal manera que la conciencia colectiva debe hacer frente con estrategias integrales. Superar esta crisis de aprendizajes no está en las manos de una entidad o un único actor, sino en el compromiso que todo un sistema tiene con la educación como potencializadora de la movilidad social.
“Entendemos el cambio sistémico como un cambio colectivo, más ante problemas tan complejos, y eso implica cambios en tres vías: de mentalidad, porque hay que pensar que este es un problema de todos; en la forma de relacionarnos, y en las prácticas y los recursos involucrados de esta problemática (...) hay que atender lo estructural, pero necesitamos acelerar, nivelar y hacer algo con los aprendizajes antes de que los estudiantes se vayan”, dijo Rafael Arias, gerente de Educación y Empleo de la Fundación Corona.
Las conclusiones generales del evento van dirigidas a que todos los actores involucrados: docentes, autoridades educativas, padres y madres de familia, organizaciones sociales, y sector privado, estén dispuestos a escuchar y entender las expectativas y proyecciones de la juventud, como mecanismo para enfrentar y superar la crisis de aprendizajes, asegurando que cada persona joven en Colombia tenga la oportunidad de alcanzar su máximo potencial.
Desde la Alianza por la Inclusión Laboral, estas campañas se llevarán a lo largo del año, respondiendo a un INEI (Informe Nacional de Empleo Inclusivo) continuo, que permita dar a conocer cómo está la inclusión en el país desde diversos frentes. Durante el evento, la AIL puso sobre la mesa una invitación directa a todas las partes interesadas para que se unan a este esfuerzo y contribuyan con sus ideas, recursos y compromiso.
La educación media no es solo un puente hacia el futuro laboral, sino también un pilar fundamental para el desarrollo integral de la juventud en Colombia.
Conozca el Informe Nacional de Empleo Inclusivo INEI 2022-2023.
Reviva el diálogo de ¡Pilas con la educación media! El desafío de superar una década perdida: