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Jorge Baxter, la transformación de la educación necesita de nuevos liderazgos

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Jorge Baxter, la transformación de la educación necesita de nuevos liderazgos

El decano de la Facultad de Educación habla de la transformación que vive la educación desde el país hasta las aulas de Uniandes.
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Adaptación a entornos cambian…

La educación en Colombia ha tomado un papel protagónico recientemente.

 

A finales de 2023, el Congreso de la República aprobó una partida presupuestal para el Ministerio de Educación Nacional que superó los 70 billones de pesos. Según cifras de esta cartera, entre 2010 y 2024 aumentó en 49 billones de pesos el presupuesto. 

 

¿Cómo no hablar de este tema ante semejante panorama? 

 

La educación en el país necesita continuar su camino de transformación para que pueda impactar la vida de más personas. 

 

En conversación con el decano de la Facultad de Educación de la Universidad de los Andes, Jorge Baxter, se analizó este intricado engranaje abordando los múltiples retos de calidad e inclusión que encara la educación. Entendiendo la calidad no solo desde el punto de vista de los resultados de aprendizaje, sino también desde las condiciones sociales y económicas que influyen en el proceso educativo de los niños, niñas y jóvenes. 

 

Sumando a este diálogo, una reflexión al rol de los docentes, que necesita ser revalorizado. Y finalmente, planteando una premisa necesaria: la transformación del sistema educativo requiere de nuevos líderes en diferentes niveles para transformar aulas, instituciones y el sistema en su conjunto. 

 

Un propósito del país que tiene a Los Andes presto a contribuir formando docentes, críticos, líderes y capaces de influir en la política educativa.

 

¿Cuál es su visión sobre la transformación que la educación necesita en Colombia?

 

Creo que enfrentamos un doble reto: uno relacionado con la calidad en la educación y otro con la inclusión. Los indicadores en Colombia son preocupantes en cuanto a calidad educativa. Por ejemplo, en tercero de primaria, solo el 50 % de los estudiantes en el país comprenden lo que leen. Estas tendencias son aún más alarmantes cuando se observan las brechas entre grupos, como las diferencias entre las zonas del país.

 

Solo el 10 % de los jóvenes del quintil más pobre accede a la educación superior. Esto refleja claramente un problema de equidad, inclusión y calidad.

 

Es fundamental entender la calidad de manera integral, no solo como los resultados de aprendizaje, que son muy importantes, sino también considerando las condiciones necesarias para aprender, como la nutrición, la pobreza y la violencia. Además, todos los insumos fundamentales para una educación de calidad, como la infraestructura y los materiales de aprendizaje, son cruciales. Los procesos dentro de los colegios y las escuelas, como los pedagógicos y los currículos relevantes, también forman parte de una visión integral de la calidad.

 

Finalmente, aunque los resultados en las pruebas académicas son importantes, es igualmente crucial considerar los aprendizajes no académicos, como la inteligencia socioemocional y las habilidades del siglo XXI, tales como la colaboración, el pensamiento crítico y la creatividad. 

 

En resumen, enfrentamos un reto de calidad y otro de calidez, entendida esta última como inclusión.

 

¿Qué aspectos considera que son los más urgentes para transformar en el sistema educativo colombiano?

 

Yo pondría énfasis en dos áreas clave.

 

Para asegurar un sistema educativo de calidad y calidez, primero centraría la atención en los maestros y maestras. Sabemos que son fundamentales para la calidad educativa, por lo que, como sociedad, debemos valorizar y reimaginar la profesión docente. Los docentes son esenciales para enfrentar los retos del siglo XXI y generar nuevos conocimientos. Por eso, enfocaría esfuerzos en trabajar con ellos.

 

En segundo lugar, creo que necesitamos nuevos liderazgos educativos dentro del ecosistema. Necesitamos líderes en diferentes niveles que puedan transformar las aulas, las instituciones y, en última instancia, los sistemas educativos.

 

¿Cuál debería ser el papel de la Facultad en las reformas que necesita la educación en Colombia?

 

El papel de la Facultad de Educación es fundamental. Incidimos de múltiples maneras. Primero, formamos docentes altamente cualificados. A través de nuestros programas de pregrado y posgrado, apostamos por el futuro del sector, potenciando la capacidad de estos docentes. Nuestros egresados salen preparados para reflexionar críticamente sobre sus prácticas, liderar en el sistema educativo, transformar su entorno y colaborar con sus colegas para seguir mejorando el sistema. Por eso, nuestro programa es una gran apuesta, siendo el mejor en formación docente en Colombia.

 

Segundo, incidimos a través de nuestra investigación. La Facultad de Educación es considerada la mejor del país entre 150 facultades, gracias a la productividad y calidad investigativa de nuestros profesores. Todos poseen doctorados, están activos en sus agendas de investigación y cuentan con un portafolio de proyectos que impactan el sector. De esta manera, influimos en la agenda política y en la práctica educativa en territorio.

 

Otra forma en que incidimos es a través de los espacios que abrimos en la facultad para reunir a tomadores de decisiones, líderes del sector, investigadores y académicos. Estos espacios de diálogo son fundamentales para informar la toma de decisiones. Activamente organizamos encuentros mensuales llamados ‘Pensando la Educación’, con el objetivo de influir en la toma de decisiones en diversos niveles a través de estos espacios.

 

¿Cómo se está transformando la Facultad en medio de la actual visión de Los Andes y los cambios en el contexto mundial que influyen en la educación?

 

Este semestre asumí la decanatura y, junto con Ana María Velásquez, la vicedecana, utilizamos una metáfora: estamos en un avión en pleno vuelo y debemos cambiar las turbinas. En este primer semestre, logramos, por ejemplo, cambiar una de esas turbinas al reformar las maestrías en educación. Iniciamos un proceso para virtualizar nuestra oferta, alineándola las necesidades del país, y lo hicimos en un tiempo récord gracias al trabajo juicioso de todo el equipo. Esta fue nuestra apuesta inicial: flexibilizar y virtualizar las maestrías.

 

Pero también estamos avanzando en otros frentes.  También tenemos proyectado revisar y actualizar nuestro modelo de formación docente. Ya pasó una década desde que lanzamos un modelo bastante innovador en el país en su momento, que enfatizaba un saber disciplinar profundo con un saber pedagógico. Necesitamos preparar docentes para un mundo cambiante y eso implica actualizarnos con nuevos conocimientos sobre los contextos de aprendizaje y fomentar nuevas competencias  como las  digitales, interculturales,  adaptativos, etc. 

 

 

Estamos explorando lanzar una iniciativa regional de liderazgo y políticas educativas junto con otras facultades de la Universidad y aliados externos. La idea es promover modelos de liderazgo para el cambio educativo que sean relevantes para el contexto latinoamericano. La iniciativa tiene tres componentes, desarrollo profesional,  investigación y comunidades de práctica para construir capital profesional colectivo.     

 

Finalmente, nuestra facultad aspira a aportar a la transformación educativa en el sector a través de alianzas con colegios con más necesidades. La idea es acompañar redes de colegios que aprenden juntas, generando comunidades de aprendizaje entre escuelas y actores claves, acompañándolos haciendo investigación en conjunto en sus contextos y así dejando capacidad instalada en el ecosistema. 

 

 

¿Cuál es el principal desafío que enfrenta la Facultad de Educación de la Universidad de los Andes en este proceso de transformación?

 

Hay un reto cultural, que implica empezar a experimentar colectivamente y hacer cosas no familiares.  Muchos profesores, por ejemplo, enseñan como les enseñaron.  Hay pocos espacios colectivos y seguros  para reflexionar y transformar las prácticas pedagógicas.  Cada profesor suele trabajar de manera autónoma y a veces aislado.  La autonomía es importante para desarrollar el juico profesional como docentes, pero la autonomía no puede significar trabajar de manera aislada. La mejora continua y  especialmente la transformación requiere de una colaboración más profunda entre docentes, entre facultades, entre diferentes actores en instituciones y en el sistema.   Por eso estamos poniendo énfasis en modelos colaborativos de formación y no individuales. 

 

¿Cómo visualiza la Facultad de Educación con el auge de la inteligencia artificial?

 

Contamos con un grupo de profesores y estudiantes, como Isabel Tejada y Camilo López Guarín, un estudiante doctoral, entre otros, que están explorando cómo integrar la inteligencia artificial en nuestras actividades. Recientemente, Isabel lideró un taller con el personal administrativo para pensar en cómo podemos utilizar la inteligencia artificial para hacer más eficientes nuestros procesos, eliminando tareas tediosas que consumen mucho tiempo.  También estaremos más enfocados en el sector educativo, ya que, en Colombia, muchos colegios están atrasados en la integración de estas nuevas tecnologías.

 

Nos preocupa el contexto colombiano, caracterizado por grandes brechas y desigualdades. Aunque las nuevas tecnologías tienen el potencial de conectarnos, también pueden profundizar las divisiones. El auge de la inteligencia artificial podría generar nuevas brechas en nuestros contextos. Por eso, creemos que parte de nuestro rol es plantear preguntas clave y críticas que fomenten un uso e integración más ética y estratégica de estas tecnologías en nuestros contextos, que presenta numerosos desafíos.

 

 

¿Cuáles son los logros que quiere alcanzar como decano?

 

Tenemos algunos objetivos institucionales necesarios y otros que son más aspiracionales.

 

Comenzando con los institucionales, creo que la facultad sigue siendo un proyecto en consolidación; apenas llevamos ocho años como facultad. Aunque somos una comunidad pequeña, es vibrante. Aún necesitamos consolidar ciertos procesos internos para mantener el crecimiento que estamos experimentando, como el incremento en los programas de pregrado. También estamos trabajando en flexibilizar nuestras maestrías para ofrecer algo relevante y pertinente no solamente para el estudiante tradicional que quisiera venir al campus pero también para estudiantes que trabajan ya en educación, estudiantes que quisieran explorar otros caminos en el campo educativo, profesionales ya en territorios que necesitan actualizarse en temas puntuales, estudiantes que se quedan en casa, estudiantes de tiempo parcial, etc.   En otras palabras ofrecer una gama de programas que atienden a diversos públicos con diversas necesidades.   

 

 

Por otro lado, tenemos grandes aspiraciones como facultad. Uno de mis sueños es que nos convirtamos en un referente en liderazgo educativo y políticas educativas.  Colombia necesita nuevos liderazgos en distintas áreas del sistema educativo, un liderazgo distribuido desde el maestro hasta el ministro,  si queremos transformar la educación.  Por eso, queremos lanzar un Instituto de Liderazgo Educativo en los próximos tres años, en colaboración con otras facultades de la universidad.

 

Nuestra facultad es una de las más diversas de la universidad en términos socioeconómicos. Tenemos estudiantes de todos los estratos sociales.  Una apuesta de nuestra decanatura es ser un modelo en la universidad que muestra que la excelencia puede ser inclusiva. Esto implica para nosotros pensar en profundizar procesos para generar un sentido de pertenencia, desde pedagogías inclusivas, a procesos de mentoría, espacios de integración y de bienestar entre administrativos, profesores y estudiantes. También implica generar esquemas de financiamiento y becas para apoyar a esta nueva generación de líderes educativos.  Mi objetivo para los próximos cuatro años es dejar un esquema robusto de becas y financiamiento para estos jóvenes, que seguramente saldrán y transformarán el sector.

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¿Por qué los maestros son fundamentales para el desarrollo de Colombia? 

Los docentes son esenciales para enfrentar los retos del siglo XXI y generar nuevos conocimientos.

Foto: Daniel Álvarez