Por primera vez en Colombia, cuatro de los siete candidatos a la Vicepresidencia de la República pertenecen a población afrodescendiente; lo que ha abierto el debate sobre si el país se enfrenta a un verdadero cambio de paradigma político o es esta una estrategia oportunista que se desvanecerá en el camino. Diego Lucumí, profesor de la Escuela de Gobierno de Los Andes, analiza.

Francia Márquez, Marelen Castillo, Luis Gilberto Murillo y Sandra de las Lajas, se disputan el segundo cargo político más importante del país para las elecciones presidenciales 2022. Un hecho que para Diego Lucumí, es positivo, no obstante es clave analizar las repercusiones sobre el reconocimiento de derechos y oportunidades para población negra, afrocolombiana, raizal y palenquera.

"Si bien es bienvenida esta participación, creo que la discusión de fondo está en cómo ayudar a cerrar brechas históricas para la población negra y hacer visibles nuevos liderazgos", agrega Lucumí.

Lograr representación de minorías en las altas esferas del poder político colombiano no es suficiente para generar un cambio. De acuerdo con el experto en políticas públicas, lo fundamental es profundizar en el tipo de representación que ejercerán los candidatos al asumir ese cargo en temas relacionados con las necesidades de la población en materia de educación, empleo y salud.

Si bien el incremento de la participación política de candidatos de poblaciones minoritarias es un hito a destacar, la visibilización de estos representantes incrementa los ataques racistas. Según el Observatorio de Discriminación Racial, un proyecto de Las2orillas que cuenta con el apoyo de la Open Society Foundations, entre abril y mayo de 2022 se registraron 569 ataques racistas en redes sociales, de los cuales 561 fueron en contra de la candidata Francia Márquez.

“El racismo clasifica como superiores a las personas blancas y como inferiores a las personas negras. Por el color de piel, la forma de su cabello, el lugar en donde nacieron o el acento”, señala el Observatorio. 
 

 



“Este es un país donde ser negro o indígena no es la aspiración. Es importante conocer lo qué implica para una persona reconocerse como negro. Históricamente, ha existido una postura a favor de invisibilizar lo indígena y lo negro para moverse hacia una perspectiva 'blanca'”, agrega.

En ese sentido, es relevante reconocer que las poblaciones minoritarias son invisibilizadas también por entes gubernamentales. Lúcumí ejemplifica este aspecto con los hechos ocurridos en 2018, cuando el Dane reveló que en Colombia solo 2'982.224 personas se reconocieron como afrodescendientes. La cifra evidenció una reducción del 30 % en comparación con los datos del censo de 2005, cuando se contabilizaron 4'311.757 afros.

Sobre este incidente, la Conferencia Nacional de Organizaciones Afrocolombianas (CNOA) declaró al periódico El Tiempo en un artículo titulado El ‘error’ del Dane que borró del mapa a 1,3 millones de afros que: “estas cifras no nos representan ni las aceptamos, y son resultado de una institucionalidad que hizo caso omiso a las constantes alertas realizadas por las organizaciones étnicas afrodescendientes e indígenas".

Es así que, probablemente, muchos de los datos demográficos, sociales y económicos de poblaciones afrocolombianas se hayan perdido "y esto haya afectado el censo nacional que sirve como base para la toma de decisiones y la construcción de políticas públicas acordes con sus necesidades", puntualiza Lucumí. 

Finalmente, queda sobre la mesa la inquietud de si los colombianos están preparados para reconocer una figura de raíces afrocolombianas en el segundo cargo político más importante de la nación y, en caso de que alguno de ellos asuma este cargo, el foco de sus decisiones estará en solucionar las problemáticas de los pueblos históricamente invisibilizados.