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Reconocimientos

Uniandina ganadora del Premio UNESCO Juan Bosch 2018

Hoy esta Uniandina, nacida en Caquetá, hace parte de un proyecto colectivo regional llamado Centro de Pensamiento desde la Amazonia Colombiana AlaOrillaDelRío
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Unesco Juan Bosch 2018

Para Estefanía Ciro Rodriguez, recibir el Premio UNESCO/Juan Bosch para la Promoción de la Investigación en Ciencias Sociales en América Latina y el Caribe, por su trabajo sobre el papel social del cultivo de hoja de coca en la Amazonía colombiana, significa una lectura muy acorde a sus angustias irresueltas sobre el papel de los académicos, como ella, en nuestros tiempos.

Es una directa referencia a Juan Bosch, narrador, historiador pero también político, presidente de República Dominicana por seis meses, que al ser derrocado por la dictadura de Rafael Trujillo, vivió en el exilio, hizo pedagogía y luchó activamente por la libertad y la dignidad del pueblo dominicano.

“El premio tienen como base precisamente esa consideración, una investigación o análisis de las políticas de desarrollo en nuestro continente, el trabajo de la reflexión política. Poner en cuestión la política prohibicionista de drogas, seguir estudiando los impactos sociales de esta política más allá de la contabilización de hectáreas destruidas y poner en discusión la violencia ejercida sobre los hombres y mujeres en territorios cocaleros es una de las consideraciones que el jurado compuesto por Saskia Sassen (Holanda), Rolando Cordera (México) y Juan Luis Cebrián (España), privilegió en esta oportunidad”, señala Estefanía.

Es seguir promoviendo el debate sobre la manera en que nuestros países han asumido una “guerra contra las drogas” sin sentido, fallida y nefasta para los y las ciudadanas.

Hoy esta uniandina, nacida en Caquetá, hace parte de un proyecto colectivo regional llamado Centro de Pensamiento desde la Amazonia Colombiana AlaOrillaDelRío www.alaorilladelrio.com @alaorillaCaq, que tiene como objetivos el fortalecimiento de la opinión pública regional, la investigación regional desde las regiones pues normalmente se centraliza en Bogotá, y el acompañamiento a los procesos y organizaciones campesinas o ambientales del Caquetá, su tierra natal.

En este camino, hace seguimiento a la implementación de los acuerdos de paz con respecto a sustitución de coca y reforma rural integral, y a la incursión petrolera que amenaza al Caquetá en estos últimos años.

¿Qué implica recibir este reconocimiento?

Poner en la mesa la discusión implica sumar cada vez más actores en todos los sectores, como ha ocurrido hace una década con el CESED en la Universidad de los Andes, y romper los estigmas del discurso hegemónico de la política prohibicionista de drogas que afectan las vidas de productores y consumidores. Ante la inminencia de la reactivación de esta guerra sin argumentos pero letal, es necesario cerrar filas, acercarnos y defender lo pactado en los acuerdos de paz sobre la coca, dejar de hablar de sustitución o erradicación e imponer la palabra transformación rural.

Y para terminar, en algo que está por fuera de los acuerdos pero que cada vez diversos países impulsan con más determinación: la legalización y regularización de las drogas.

¿Por qué una investigación sobre los y las campesinas cocaleros del Caquetá?

La manera en que se ha estudiado la relación de las y los sujetos con los mercados de drogas ha sido desde dos perspectivas: por un lado, la perspectiva criminal que los asume como “desviados”, como individuos con propensiones psicológicas a la ilegalidad. Un grupo de investigadores en Colombia concibieron a los y las cultivadoras como “caprichosos”o “ignorantes de la ley”. Gran parte de la política contra las drogas está basada en este supuesto, lo que convierte a los hombres y mujeres de los territorios cocaleros en personas que es necesario castigar, penalizar y “educar en la ley”. Las consecuencias de esta política la conocemos: enorme violencia y la persistencia del cultivo de coca.

Por otro lado, hay un camino que inicia Howard Becker por ejemplo, quien estudia la relación de la sociedad con las drogas y propone abordar las experiencias y las percepciones de las y los sujetos sobre estas actividades, principalmente el consumo. Así, la pregunta no es por qué usan las drogas sino cómo llegan hacerlo, cómo se hace un consumidor.

Yo propongo extender este análisis del consumo a la producción, uno de los temas menos estudiados de las política de drogas, y que paradójicamente ha sido el eje central de la “lucha contra las drogas” conocido como el ataque a la oferta. Por mucho tiempo, los territorios cocaleros han sido cajas negras, rodeada de mitos que terminan legitimando el uso de la violencia estatal. Así, me interesó estudiar cómo llegan a ser campesinos y campesinas cocaleras, qué factores influyen en sus trayectorias y la manera en que perciben e interpretan su actividad. Esto da pistas sobre la manera en que la política de drogas opera y afecta sobre los campesinos y campesinas amazónicas.

¿Cuales son las hipótesis y principales conclusiones que le dejó está investigación?

Una manera de abordar la relación con las drogas es partir de las experiencias y las percepciones de quienes consumen, respondiendo más cómo llegan a consumir y menos el por qué- como mencioné anteriormente-. Este análisis lo uso para pensar también el cultivo de coca, por medio del estudio de las trayectorias de vida de los hombres y mujeres cocaleras. Esto pone en juego la tensión entre el voluntarismo de las decisiones y los escenarios de oportunidades de las y los actores en contextos particulares, en este caso, de violencia y vulnerabilidad. Me permitió identificar las transiciones, las rupturas y las regularidades de las vidas de los hombres y mujeres en territorios cocaleros. Una de las cosas que muestro es cómo la política de “lucha contra las drogas” es la que impulsa la persistencia del conflicto; mientras esta estrategia no cambie, la única alternativa en contextos de violencia y pobreza rural es la coca. También, que estas trayectorias de los hombres y mujeres son diferentes, por lo cual la política debe ser diferenciada. Aún el grupo de cocaleros y cocaleras tiene varias tipologías, no es homogéneo y cada una de estas tienen retos diferentes en términos de política pública; el proceso de implementación de la sustitución de coca que pone a todos en una misma canasta tiende a fallar si no diseña diferentes programas para estos diferentes tipos de cocaleros y cocaleras.

Por otro lado, me interesaba mucho pensar cómo el discurso hegemónico de la política antidrogas era interpretado en estos territorios por los hombres y mujeres dedicados a la coca y cómo ellos mismos relatan y cuentan las lógicas que explican este mercado en sus propios términos. Hay discursos como el de “aprovechar” o “no aprovechar”, el uso de los ingresos “legales” e “ilegales” que muestran cómo permea la política prohibicionista basada en el argumento de la “desviación” y el castigo en los y las cocaleras del Caquetá. La discusión central entonces es pensar la cuestión agraria de la coca, todavía hay mucho que trabajar al respecto pero es un aporte en esta dirección.

¿Qué reflexiones para su vida personal le deja esta experiencia?

El tobogán tuvo picos intensos de cansancio y de desgaste, y me hizo sentir más cercana a todas esas mujeres académicas que le apuestana estas trayectorias en gran desventaja. Por ejemplo, la maternidad se empalma con los doctorados frecuentemente por los ciclos de vida de las mujeres, pero en América Latina esto significa muchas dificultades porque los apoyos y becas académicas no entienden de ciclos de vida, no comprenden que muchas veces viajamos con nuestros hijos e hijas al hombro a investigar, porque las relaciones con nuestras parejas pueden terminar muy rotas en medio de tanta presión, porque padres y madres debemos dividirnos en las múltiples partes para defender nuestros proyectos de vida con el riesgo de rompernos a nosotros mismos.

Al final, con la experiencia de muchas amigas, sé que terminar un doctorado o una investigación no es siempre una experiencia grata por lo que la academia debe repensarse a sí misma en la medida que sea más una red de construcción de conocimiento conjunto, acorde a los ciclos de vida, en solidaridad y sororidad.

Por esta razón creo que desde el feminismo y una crítica a las jerarquías y el poder, debemos darle la vuelta a una institucionalidad académica latinoamericana creada para la competencia y para los hombres.

Creado en 2009 por iniciativa del Gobierno de la República Dominicana, el Premio UNESCO-Juan Bosch recompensa cada dos años a jóvenes especialistas en ciencias sociales que contribuyen con su labor al fortalecimiento de los vínculos entre la investigación y las políticas públicas. Dotado con 10.000 dólares y un diploma, también tiene por objeto motivar a los jóvenes investigadores de la región y fomentar el intercambio intelectual y el diálogo en América Latina y el Caribe.

Toma su nombre de Juan Bosch, famoso autor, político, analista social y ferviente defensor de los valores democráticos y de una cultura de paz cuya obra ha contribuido en gran medida al estudio de los procesos sociales y políticos en la República Dominicana y el Caribe.

Los ganadores anteriores del Premio fueron Karen Nathalia Cerón Steevens (Colombia) en 2013 y Manuel Alejandro Olivera Andrade (Bolivia) en 2015.

El premio se entregará en una ceremonia oficial en Bogotá el 23 de julio.