Trabajar por la construcción de una sociedad más equitativa. Este fue el mensaje que extendió la rectora Raquel Bernal, a los más de 1200 nuevos egresados de Los Andes, durante la ceremonia de grados de estudiantes de pregrado de 2023-1

“Quiero hacerles una invitación a pensar en la equidad como un objetivo importante al que debemos contribuir juntos y por el bien de todos. Creo que somos conscientes de que todas las vidas tienen igual valor”.

Y ese sentido, también le apuntó a la desigualdad laboral que enfrentan las mujeres en Latinoamérica. Señaló que 52 % de las mujeres trabajan en comparación con el 78 % de los hombres y, así mismo, destacó la paridad de género, que por primera vez se dio en una ceremonia de grados uniandinos.

Además, compartió su experiencia personal como primera mujer rectora de la Universidad de los Andes, después de que 23 hombres ocuparan el cargo, en 75 años de historia institucional: “No podría decir que fue fácil. Y ser líder en un ambiente que aún es muy masculino, tampoco lo ha sido”, y destacó la importancia del empoderamiento femenino.
  

Grados 2023-1

Entrega de diplomas durante la ceremonia de graduación 2023 -1

Fotos: Daniel Álvarez

Con emoción, instó a los graduados a tener una vocación de servicio y transformación de la sociedad, a pensar en grande, aportar desde donde estén, construir lo colectivo por encima de lo individual, ser miembros activos, rigurosos y generosos.

Por último, la Rectora enfatizó que muchas mujeres en el mundo son vulnerables y el costo de alzar su voz ha sido demasiado alto para sus vidas y familias. “Nosotros y nosotras, con mejor educación, menor vulnerabilidad, y mayores oportunidades que hemos tenido en la vida, debemos ser la voz de esas niñas, jóvenes y mujeres”. 


En video: Discurso de la rectora Raquel Bernal.

Discurso de la rectora Raquel Bernal, durante la ceremonia de grados del 27 de abril 2023

 

"De princesas y super héroes"

Aquí les hemos inculcado una vocación de servicio y transformación de nuestra sociedad. Los hemos invitado a pensar en grande, a aportar desde donde estén, a construir siempre lo colectivo por encima de lo individual, a soñar, y a ser miembros activos, rigurosos y generosos de los lugares en los que residen.

Por eso quisiera hoy hacerles una invitación a pensar en la equidad como un objetivo importante al que todos debemos contribuir juntos y por el bien de todos. Creo que todos estamos conscientes de que todas las vidas tienen igual valor. Sin embargo, hay cosas que no escogimos o decidimos nosotros. Dónde nacimos. Quiénes son nuestros padres. Qué oportunidades nos dieron cuando éramos muy jóvenes.

Estas cosas que no decidimos nosotros, marcan el camino de nuestras oportunidades. La preponderancia, o quizás podríamos denominarla dominancia, de algunos grupos de personas implica que las oportunidades se entregan con base en el género, la religión, el color de la piel, o el estatus socioeconómico. En cambio, deberíamos tener acceso a todas las oportunidades con base en nuestras habilidades, nuestro esfuerzo, los talentos que tenemos y los logros que hemos demostrado.

Cuando la cultura de dominancia de un grupo sobre otro se rompe, se activa el poder y el valor en cada uno de nosotros. Nos engrandece a todos.

Yo soy la primera mujer rectora de la Universidad de los Andes después de 23 hombres y 75 años después de nuestra fundación. Mis padres hicieron una muy buena labor de empoderarme desde que era niña, en especial mi padre que siempre creyó en todos mis sueños, aunque no siempre los compartiera. Siendo de otra generación, con actitudes distintas, siempre recibí su apoyo y por tanto siempre asumí que todo era posible.

Aún así, llegar hasta aquí no podría decir que fue fácil, y ser líder en un ambiente que aún es muy masculino, tampoco lo ha sido.

En Latinoamérica, el 78% de los hombres trabajan y 52% mujeres lo hacen. Las mujeres con 4 hijos tienen una probabilidad de trabajar que es 30% menor que las mujeres con un hijo. Por la misma razón, las mujeres con 4 hijos ganan 40% menos que las mujeres que solo tienen un hijo.

Las mujeres en Latinoamérica ganan aproximadamente 20% menos que los hombres en trabajos y sectores económicos similares. Las mujeres en cargos directivos en la región representan apenas el 5%. Esto sucede a pesar de que las mujeres tienen una escolaridad mayor que los hombres.

Las mujeres en todas partes del mundo trabajan un mayor número de horas que los hombres cuando se incluye el trabajo no remunerado como el cuidado del hogar y los hijos. En Colombia, las mujeres trabajan 9 horas más a la semana que los hombres (principalmente por el cuidado de hijos). Eso significa un día laboral adicional.

Todas estas diferencias se exacerbaron durante la pandemia porque las mujeres estuvieron desproporcionadamente afectadas debido a los sectores económicos en los que trabajan y la atención de los niños ante el cierre de las instituciones educativas.

Una de cada tres mujeres en el mundo ha sido víctima de maltrato, acoso o amenaza. Esto limita y trunca la vida de estas personas.

En la década pasada, cerca de 14 millones de niñas menores de 14 años se entregaban en matrimonio en contra de su voluntad, y con frecuencia a cambio de dinero. Las niñas casadas tienen mayor probabilidad de enfermedades sexuales, y de sufrir violencia doméstica, que las niñas que no se casan tan jóvenes. Suelen tener más hijos y peor salud física, y para ellas será casi imposible salir de la pobreza.

En 140 países aún existen prohibiciones legales para que las mujeres ejerzan ciertas labores como conducir vehículos muy grandes o carpintería. En 17 países aún existen normas que limitan cuándo, cómo y con quién puede salir una mujer de su hogar. En 29 países aún se restringe el número de horas que una mujer puede trabajar.

En 36 países existen normas que limitan lo que una esposa sobreviviente de esposo fallecido puede heredar. En 39 países las leyes aún establecen que los hijos hombres reciben una herencia mayor que las hijas mujeres. Y aún en 18 países, existen normas que permiten que un marido decida si quiere que su esposa trabaje.

Todo esto es perjudicial e inconveniente no sólo para las mujeres sino también para los hombres. El sesgo y la discriminación de género ocasiona pérdidas para todos. Pérdidas de productividad, de crecimiento económico y desarrollo. Es fuente de pobreza y mala salud de hombres y de mujeres.

Se estima que, si la diferencia entre la cantidad de mujeres y hombres que trabajan se redujera en 25%, el producto global bruto se aumentaría en 6 trillones de dólares. Hay estudios que han demostrado que la participación de mujeres en juntas directivas mejora sustancialmente los resultados de esas organizaciones.

Además, el Banco Mundial encontró que el mejoramiento en la paridad de género incrementa la estabilidad política y reduce la probabilidad de conflictos violentos en los países.

Hay muchas razones que explican la inequidad de género. Existen diferencias en actitudes y aspiraciones de las mujeres. Se ha probado que las mujeres somos más adversas al riesgo y que nos desempeñamos peor en ambientes que son demasiado competitivos. Sin embargo, lo que explica la mayor parte de las diferencias entre hombres y mujeres al menos en resultados laborales, es la distribución desigual de labores de cuidado del hogar y los hijos.

Debido a que entendemos que tendremos mayor responsabilidad en el hogar, escogemos carreras que nos permiten mayor flexibilidad y la flexibilidad cuesta.

Esto requeriría un cambio cultural significativo, en el que, en mi opinión, todos ganaríamos. La investigación también ha mostrado que los hombres que comparten estas labores con sus parejas, son más felices, tienen mejores relaciones interpersonales, tienen menor riesgo de depresión o de comportamientos de alto riesgo. A su vez, sus hijos son más felices, se desempeñan mejor académicamente y tienen mejor autoestima.

Si uno asume que cada uno (hombre y mujer) nace con habilidades específicas y diferentes a las del otro que le hacen mejor para ciertos trabajos y para otros no, ninguno de los dos jamás va a desarrollar habilidades que son importantes y que logran mejores familias, hijos y personas más felices.

El feminismo no lo entiendo como una dominancia. Lo entiendo como un trabajo conjunto que tiene como objetivo procurar que las mujeres logremos nuestro máximo potencial. Eso requiere que todos trabajemos juntos por remover esas barreras que lo impiden y vencer los sesgos que mantienen a las mujeres en condición diferente a los hombres. Eso requeriría del trabajo colaborativo entre hombres y mujeres. Y vale la pena porque todos ganamos. En términos económicos, en términos emocionales, y en términos espirituales. Todos ganamos como individuos y como sociedades. Cuando trabajamos como socios y no como competidores, el resultado es distinto, es mejor.

Esto nos beneficia a todos por una sencilla razón: porque la construcción colectiva produce mucho más que la construcción individual. Porque cuando compartimos tareas y sueños, se crean lazos de confianza, sentido de pertenencia y solidaridad que nos engrandece a todos, y multiplica lo que logramos.

Esto requiere que también las mujeres tengamos la fuerza de pedir esa igualdad. No porque queremos dominar sino porque entendemos que la suma es más poderosa. Las sociedades paritarias entre hombres y mujeres, dentro del matrimonio, en las organizaciones, en los gobiernos, promueven mejor salud y prosperidad, y permiten que todos florezcan. Invita al respeto y empodera a todos.

Es por esto, que el cambio cultural no va a llegar jamás de un grupo de mujeres entusiastas. El cambio principal viene cuando estamos juntos en este propósito, viene principalmente de los hombres en este caso. El cambio de hombres que entienden que compartiendo el poder con las mujeres pueden llegar más lejos que cuando trasiegan ese camino solos. El cambio no viene de afuera sino de adentro.

El comienzo de estos cambios es siempre la empatía. Ser capaces de ponerse en los zapatos del otro. Me gustan los experimentos que se han llevado a cabo en África. Actividades comunitarias en las que se juegan modelos de rol. Las mujeres actúan como sus maridos y al revés, mostrando qué tareas hacen a lo largo del día y cómo interactúan con su pareja. Las mujeres imitan a sus maridos diciendo: ve por leña, ve por agua, por qué no me has servido la comida, no has recogido las semillas, no completaste bien el riego... y así. Estos ejercicios sencillos logran despertar empatía. Quizás los maridos no se habían percatado de esa interacción. Vale la pena a veces mirarse reflejado en el otro para poder entenderlo y amarlo.

Conjuntamente podríamos construir ambientes laborales en los que no sea necesario sacrificar nuestra personalidad o nuestras metas personales. A veces, confieso, siento la necesidad de suprimirme a mi misma para encajar en este rol. Incluso otras mujeres a veces me dicen que debo ser más vehemente y que no debería aceptar errores porque eso me hace ver débil.

Me ha tomado tiempo entender que, si lo hago, nadie gana. Pienso que todos se benefician de estilos de liderazgo distintos e incluso complementarios. Curiosamente, no creo que todos los hombres prefieran un estilo organizacional más fuerte. En donde no se aceptan los errores y la conversación excesivamente asertiva es siempre preferible a la escucha activa.

Me han dicho colegas míos que a veces es agotador también para ellos. La juez asociada Sonia Sotomayor de la corte suprema de los Estados Unidos decía que “no debemos confundir la amabilidad con la falta de carácter”.

Eso significa que cuando las mujeres ejercemos liderazgo desde lo que somos y sentimos, cambiamos el clima laboral de maneras que también son beneficiosas para los hombres.
Millones de mujeres aún no tienen voz, son muy vulnerables y el costo de quejarse es demasiado alto para sus vidas y las de sus familias. Nosotros y nosotras, con mejor educación, menor vulnerabilidad, y mayores oportunidades que hemos tenido en la vida, debemos ser la voz de esas niñas, jóvenes y mujeres. Y podemos aportar de muchas maneras.

Confío que ustedes puedan hacer esto desde sus trabajos, sus hogares, como padres, como ciudadanos, como jefes y colegas. Déjense maravillar por la felicidad de ser empáticos, de respetar, de trabajar colaborativamente, de ser mentores y mentoras, de criar a sus hijos e hijas para que sean hombres y mujeres que se ayudan, que se entienden, que respetan y aprecian sus diferencias, de ser jefes de personas que crecen gracias al liderazgo empático de ustedes.

Cierro con una frase de Gloria Steinem, una periodista y escritora norteamericana, de origen judío, que es considerada ícono del feminismo en su país: “hemos comenzado a criar a nuestras hijas más como a críamos a nuestros hijos, pero pocos tienen la valentía de criar a sus hijos más como criaron a sus hijas”.

Ceremonia de grados 2023-1. En el Movistar Arena.

Fotos: Daniel Álvarez.