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Margarita Gómez: hacerse más sensible a la condición humana

La historia de la primera ombudsperson de Los Andes está llena de aprendizajes. Al dejar su cargo, habla de los cambios culturales institucionales y propios.
Ombudsperson
Conflicto
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Margarita Gómez

En los pasillos del edificio Navas es común escuchar su voz saludando a alguien de camino a su oficina. Es que 34 años en diferentes cargos en la Universidad le han dejado muchos amigos y, difícilmente, Margarita pasará de un bloque a otro sin desear un buen día.

Su trabajo es escuchar todos los días dificultades entre compañeros de oficina, abusos de poder, comportamientos discriminatorios, entre otros. Es Margarita Gómez , la ombudsperson de la Universidad de los Andes, quien en marzo de 2024 deja este cargo que promueve el diálogo, la autorreflexión y los procesos deliberativos, para la resolución de conflictos.

Como primera ombuds de Los Andes, tiene mucho que contar sobre la creación de este espacio; son más de diez años de escucha y reconocimiento de derechos de la comunidad universitaria.

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Margarita Gómez es la primera ombudsperson de la Universidad de los Andes.

Antes de 2013 no existía una instancia a la que pudieran acudir los estudiantes, profesores y administrativos para hablar de sus problemas de comunicación, de relaciones laborales conflictivas o de abusos. Igualmente, sobre incidentes de maltrato, acoso, amenaza y discriminación, aunque en estos últimos su oficina se fue especializando con los aprendizajes de cada caso y crearon en 2016 el protocolo MAAD.

La figura de la ombudsperson inició en la rectoría de Pablo Navas (2011 – 2019), quién vio la necesidad de que alguien atendiera ese tipo de conflictos. Margarita recuerda lo que sucedía en esos años previos a su nombramiento: “Las personas pensaban, de buena fe, que para que su situación se solucionara había que ir al máximo órgano de la Universidad o la máxima instancia. Entonces muchas veces le llegaban a él (Navas) con situaciones difíciles, padres de familia y otras personas le pedían que solucionara problemas entre un estudiante y un profesor, o entre profesores o alguna otra situación”. Incluso abordaban al rector fuera de la Universidad para exponerle casos delicados.

Cuenta cómo en un primer momento hubo algo de duda por la creación de esta figura por parte del Comité Ejecutivo, hoy Comité Directivo. Se temía que pudiera darse parcialidad en esta labor y que se terminara defendiendo solo a un grupo en particular. Cuando se aprobó finalmente, recuerda Margarita con orgullo cómo se dieron cuenta de que se podrían atender los derechos de todos los actores de la institución.

“El hecho marca un antes y un después, porque el aprobarla era una muestra de madurez, era la misma institución diciendo: sí, la Universidad y su comunidad en algún momento pueden tener actuaciones que no están siendo acordes con los principios, con los valores de la normatividad y es importante ponerlas en conocimiento de una instancia para darles manejo”.

La ombuds confiesa que por la novedad del cargo tuvo algo de miedo al iniciar. Pero asumió el reto. Consultó cómo funcionaba en universidades como Harvard, Cornel o la Católica de Chile. “Un ombuds trabaja con unos principios que son universales. Cuando analizas la figura en otras instituciones educativas del exterior – incluso en otro tipo de organizaciones, porque también existen en algunas ONG o entidades bancarias –, vas a encontrar que obran con los mismos principios: la neutralidad, la independencia y la informalidad”.

Conocer la institución y sus actores

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Sus dos hijas están orgullosas de esa invaluable labor: un espacio de escucha para las personas que se sienten vulneradas.

Margarita es abogada y magíster en Derecho Privado de Los Andes y profesora de esa Facultad; fue directora de Gestión Humana; directora de pregrado de la Facultad de Derecho y secretaria general de la Universidad.
Ha estado en las mismas posiciones de las personas que escucha día tras día (estudiantes, profesores, administrativos y directivos) y eso le ayuda a entender el tipo de relaciones entre ellos, incluso los miedos que desde sus cargos pueden tener.

De los primero casos, la ombuds recuerda que “los primeros que vinieron fueron los estudiantes, pero la situación cambió. Empezaron a venir profesores, directivos y recientemente administrativos. Creo que es muy valioso porque es un servicio abierto a cualquier miembro de la comunidad”.

Muchos la abordan formal e informalmente para contarle un incidente. Algunos le hablan de la situación, tal vez en búsqueda de un consejo, aunque pidiéndole en muchas oportunidades que no lo tome como un caso de su oficina. Un buen número de estas personas, después de consultarla repetidas veces –momentos en que aprovecha para hablarles de sus derechos– deciden actuar.

A todos los escucha, algo que también puede llegar a afectar sus propias emociones, “Esta es una oficina donde todo el que llega viene con un problema que los afecta en su salud física o en su salud emocional. Y no cabe duda de que escuchar eso todos los días, en más de una persona, a mí también me afecta y hay unos casos que, inevitablemente, me afectan más que otros”.

Margarita sabe que es primordial darle manejo sus emociones y por eso balancea su día a día con deporte. Juega tenis y también hace pilates, lo que refuerza con una buena dosis de lectura. Mente y cuerpo deben ser atendidos.

Los casos en los medios de comunicación

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Uno de estos incidentes con impacto mediático empezó con amenazas en las redes sociales. “Nuestra respuesta fue en su momento: nosotros no podemos atender situaciones que ocurran por fuera del campus y por una red social. No obstante, ofrecimos servicio de seguridad, de acompañamiento emocional e hicimos algunos ajustes razonables para que esos estudiantes pudieran presentar sus parciales en otro momento y por otra vía”.

Y es que casos como este han traído momentos difíciles para todos los involucrados, pero también la llevaron a crear una herramienta para mejorar la atención y especializar el tratamiento: el protocolo MAAD para casos de maltrato, acoso, amenaza y discriminación.

Tras ese caso se encendió una alerta. Había un cambio en la sociedad y en las formas de interacción debido a las nuevas tecnologías, el 'boom' de las redes sociales, lo que llevó a reconceptualizar el concepto de campus. “La Universidad debe ser un ambiente libre de cualquier tipo de violencia o discriminación. Pero ¿qué pasa cuando estas conductas ocurren por fuera y empiezan a tener repercusiones adentro? Claramente es un asunto que le empieza a interesar a la institución, porque la Universidad no puede estar satisfecha cuando la persona empieza a tener dificultades para desarrollar libremente su proyecto académico o su proyecto laboral".

Ese protocolo surgió producto de un trabajo colectivo, de la mano de personas que vienen estudiando estos temas, denunciándolos en la Universidad y por fuera de ella. Participan, además, las profesoras expertas, personas de la Decanatura de Estudiantes, profesores, entre otros.

Un cambio cultural

Margarita recuerda esas épocas cuando algunos comportamientos o comentarios discriminatorios eran normales. Antes del 2013 no había un registro y solo en 2023 la Ombuds atendió 70 casos y el MAAD 62, cifra que invita a reflexionar sobre la dimensión de la violación de derechos que se ha dado históricamente en la sociedad y las instituciones.

Las acciones que ha tomado la Ombdus como oficina –un ejemplo el curso MAAD 101– llaman la atención sobre los comportamientos que no deben ser normales en nuestra sociedad. Así Los Andes es referente frente a otras instituciones que le piden asesoría; incluso, ha organizado eventos de entrenamiento para los ombuds del país.

“Cuando nace el protocolo estábamos en la misma situación de precariedad que las otras instituciones educativas. Hoy podría decir, sin riesgo a equivocarme, que Los Andes es líder en este tema. De hecho, en 2022 el Ministerio de Educación expidió una resolución donde le exige a las instituciones educativas tener protocolos para el manejo de las violencias y las discriminaciones, y establece unos presupuestos que deben contener estos. Fue muy grato analizar que no tuvimos que salir a hacer uno, porque nuestro Protocolo cumplía con todos los requerimientos del Ministerio, y no solo lo teníamos en el papel, sino que venía operando”.

Margarita es profesora, su curiosidad no se detiene. Confiesa que ser Ombudsperson le ha cambiado la vida y que sigue aprendiendo sobre varios temas cuyas inquietudes nacen de los estudiantes.

“Yo misma he cambiado, por fortuna. No tenía hace unos años esa sensibilidad frente a estos temas de violencias, del impacto que puede tener en las personas. Yo no era tan consciente de eso – y agrega– me siento afortunada de haber sido partícipe de ese cambio cultural que me ha transformado a mí misma como profesional y como como persona”.

Incluso cuenta cómo fuera de la Universidad ha tenido que dar pequeñas clases cuando se trata un tema que puede ser común dentro del campus y que para ella también tuvo un proceso de aprendizaje. Un ejemplo son los baños neutros, los que tuvo que explicar en una reunión a un grupo que estaba sorprendido de que en Los Andes cualquier persona pueda utilizarlos sin importar su género.

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En este tiempo también se ha fortalecido el equipo de trabajo y han aumentado los aliados para atender los casos. Entre estos últimos están la Decanatura de Estudiantes, las colectivas, las profesoras expertas, el Consultorio Jurídico, el Departamento de Psicología, la Dirección de Servicios de Información y Tecnología, el Departamento de Seguridad y el Centro Médico. Lo que la ombuds llama 'el entramado MAAD'.

Pasar el relevo

Margarita se pensiona, aunque continuará trabajando como profesora en la Facultad de Derecho. Seguramente su experiencia será clave y seguirá compartiendo el conocimiento adquirido.

A quien asuma el cargo le recomienda estar constantemente en formación, al tener que tratar temas en los que se ha avanzado y de los que se necesita estar atentos a cualquier cambio. Igualmente, le recomienda conocer bien la institución y ser perseverante en sacar adelante las iniciativas.

La motivación que ha impulsado a Margarita en esta labor es “el compromiso de tener una sociedad que sea respetuosa de la dignidad humana”.

Así se cierra un capítulo de la defensa de los derechos de la comunidad, que ha servido de introducción a una historia, que espera Margarita Gómez, ayude a reconocernos entre todos como humanos. Estos diez años, aspira, sean el primer paso para seguir escuchando, promoviendo el diálogo, la convivencia y la autorreflexión. De seguir luchando por los derechos.

Se siente satisfecha. Una misión cumplida.