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El misterio de las huellas en el pozo La Calavera

El descubrimiento de las huellas de dinosaurio mejor preservadas en el país en Santa María, Boyacá.
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Historia natural
Huellas

Un día, a mediados de 2017, Alejandro Corrales, en ese entonces estudiante de biología y geociencias, hizo un descubrimiento sorprendente en el pozo La Calavera, un lugar inmerso en bosque tupido y cantos de aves en el río Batá en Santa María, Boyacá. Alejandro observó en una pared natural seis marcas de formas muy curiosas que se convertirían en las huellas de dinosaurio mejor preservadas del país.

Esta historia transporta a finales de junio de 2017, cuando Alejandro visitó Santa María, un lugar fuera de lo común en Boyacá. Este destino es excepcional, no solo porque para llegar hay que pasar 14 túneles que atraviesan la Cordillera Oriental, sino por su exuberante biodiversidad, resultado de su posición en el piedemonte llanero, constantes lluvias y cálidas temperaturas.

Durante su estancia, un guía turístico local sugirió a Alejandro visitar el famoso pozo conocido como "La Calavera", reconocido por sus aguas turquesas y popular entre los jóvenes de la región. Es interesante destacar la estrecha relación existente entre los guías turísticos de Santa María y la comunidad científica, pues numerosas universidades del país eligen este lugar para llevar a cabo programas de biología y ecología, realizando prácticas y actividades científicas en la zona. Santa María es hogar de una extraordinaria biodiversidad y esta prolongada interacción entre científicos y habitantes locales ha convertido al lugar en un destino turístico con enfoque científico y de investigación.

Al llegar al pozo La Calavera, el guía señaló seis marcas en una pared, de aproximadamente 30 centímetros cada una, que se encontraban encima del pozo. Alejandro comenta: "Inicialmente, se especulaba en la región que podrían tratarse de restos de plantas prehistóricas debido a su ubicación en una pared completamente vertical". Sin embargo, Alejandro sospechó que eran huellas de dinosaurio, a pesar de estar en una pared. Decidió capturar algunas fotos y, al regresar a Bogotá, las mostró a su compañero de clase, William Carantón, quien al verlas, estuvo de acuerdo en que se asemejaban notablemente a huellas de dinosaurio.

Coincidentemente ese semestre, Alejandro y William cursaban un curso de paleontología con el profesor Leslie Francis Noe, reconocido paleontólogo inglés vinculado a la Universidad de los Andes. Decidieron mostrarle las fotografías, en busca de su experiencia en grandes criaturas del pasado. Al ver las imágenes, Leslie las reconoció de inmediato como huellas de dinosaurio. "Cuando vi las fotos por primera vez, quedé totalmente sorprendido", señala el profesor.

En consecuencia, planificaron un viaje de regreso a Santa María para obtener más fotografías y realizar mediciones precisas. El equipo de trabajo incluía a Leslie, Alejandro, William, el geólogo José Vicente Rodríguez y la paleontóloga Marcela Gómez-Pérez. El objetivo del equipo era recopilar evidencias que permitieran determinar el tipo de dinosaurio, su tamaño y hace cuánto tiempo había vivido en lo que hoy conocemos como Boyacá.

El acceso a las huellas resultó complicado, según comenta William: "Tuvimos que adquirir neumáticos de tractomula para utilizarlos como balsas y poder llegar a las huellas, ya que se encuentran rodeadas de aguas muy profundas y no hay puntos de apoyo". Leslie agregó: "No habíamos previsto que tendríamos que nadar para cruzar un río". Finalmente, lograron capturar fotografías detalladas y realizar numerosas mediciones precisas. Alejandro expresó: "Quedamos impresionados por el excelente estado de conservación de las huellas".

Con las fotografías y mediciones en mano, el equipo se embarcó en un arduo proceso científico que implicó análisis estadísticos y una exhaustiva revisión de la literatura especializada. Después de intensas discusiones, la revisión de numerosas imágenes de huellas de dinosaurios y la consulta a expertos internacionales, comenzaron a acercarse a la identidad del dinosaurio responsable de las misteriosas marcas. En un principio, se inclinaron por la posibilidad de que pertenecieran a un dinosaurio carnívoro, debido a la apariencia de garras puntiagudas. Sin embargo, a partir de múltiples análisis, llegaron a la conclusión de que las características de forma y tamaño se asemejaban más a las huellas dejadas por un dinosaurio herbívoro.

Para determinar con mayor certeza el tipo de dinosaurio responsable, realizaron un análisis comparativo con fósiles existentes de la misma época en Brasil, Argentina, América del Norte, Europa y África. Basándose en el tipo y la edad de las rocas, llegaron a la conclusión de que las huellas correspondían a un grupo de dinosaurios que vivieron hace aproximadamente 130 millones de años llamados iguanodóntidos, al cual pertenece el famoso Iguanodon (llamado así porque sus dientes se parecen a los de la iguana). Las huellas fueron denominadas Iguanodontipus o 'marcas de Iguanodon'.

Este descubrimiento resulta sumamente interesante, ya que constituye la primera evidencia de un dinosaurio ornitópodo de gran tamaño en Colombia y, según Leslie, son las huellas de dinosaurio mejor preservadas del país. Las huellas contenían información escondida que les permitió estimar el tamaño en unos ocho metros de longitud y aproximadamente dos toneladas y media de peso. Además, representa el primer hallazgo de esta especie en América del Sur, dado a que sus parientes solo se habían encontrado previamente en territorio europeo.

Una de las conclusiones de este estudio, publicado en un libro del Servicio Geológico Colombiano en 2020, es que la especie de dinosaurio encontrado en Santa María, se dispersó gradualmente desde una región llamada Laurasia del Sur, que corresponde a lo que hoy es Europa, hasta llegar a Gondwana, la masa de tierra donde se encuentra Boyacá en la actualidad.

Según el equipo de expertos, hay varias hipótesis sobre cómo este dinosaurio llegó a Boyacá, pero la vía más probable de dispersión comenzó en Europa. En aquel tiempo, Europa y África estaban separadas por un océano llamado Tethys, mientras que África y Sudamérica formaban un solo continente. Según la hipótesis planteada, el iguanodon cruzó el océano Tethys y, una vez en África, pudo avanzar hacia Sudamérica sin necesidad de atravesar el océano Atlántico, que aún se estaba formando en esa época.

¿Por qué huellas de dinosaurio en una pared natural vertical?

Al inicio del período Cretácico, la Cordillera de los Andes no existía en su forma actual. Colombia era en gran medida una extensa llanura, similar a una mesa de billar. Gran parte del norte del país se encontraba por debajo del nivel del mar. Sin embargo, debido al choque entre las placas tectónicas Suramericana y de Nazca, gradualmente comenzó a formarse la Cordillera de los Andes. A medida que las montañas se elevaban, se generaban nuevos pisos térmicos, ríos y se creaban barreras físicas como valles y montañas, que a su vez promovían la formación de nuevas especies al aislar poblaciones.

Este dinámico proceso geológico transformó el área donde se encuentran las huellas del iguanodon en Santa María. Lo que una vez fue un terreno plano, se convirtió en una pared natural vertical.

Es interesante observar cómo los constantes movimientos del suelo han contribuido a la diversidad del paisaje colombiano. Estos cambios geológicos han permitido que Colombia se convierta en uno de los lugares más biodiversos de la Tierra, ya que la formación de montañas y la fragmentación del territorio han fomentado la evolución y la aparición de nuevas especies en diferentes regiones del país.

¿Por qué hay tan pocos rastros de dinosaurios prehistóricos en Colombia?

En Colombia se han registrado oficialmente solo dos especies de dinosaurios de gran tamaño: el Padillasaurus leivaensis de Boyacá y el Perijasaurus lapaz de Cesar. A diferencia de países como Estados Unidos y Argentina, donde se descubren constantemente fósiles de diversas especies de dinosaurios, Colombia se queda rezagada con solo dos especies conocidas (y otras más que aún no han sido formalmente descritas, incluyendo el iguanodóntido). Esta disparidad podría atribuirse al hecho de que durante el período Cretácico, gran parte del territorio colombiano se encontraba sumergido bajo el mar. Esto explica por qué se encuentra una abundancia de fósiles de reptiles marinos en lugares como Villa de Leyva, mientras que los hallazgos de dinosaurios terrestres son escasos.

Sin embargo, el descubrimiento de un Iguanodontipus en Boyacá resalta la posibilidad de que Colombia albergara en el pasado una rica diversidad de dinosaurios en las áreas que no estaban inundadas, similar a la riqueza actual de aves en el país. Las aves son consideradas descendientes directos de esos dinosaurios del pasado, lo que significa que las aves, desde el colibrí hasta el avestruz, son en realidad dinosaurios.

Dinosaurios en Bogotá

El proceso de comprender nuestro mundo a través de la ciencia requiere un amplio conocimiento y precisión, pero también una gran dosis de imaginación. Es fundamental que todas las personas, especialmente niñas, niños y jóvenes, conozcan la fascinante interacción entre el pasado geológico y climático, y la biodiversidad actual.

Con este propósito, la Universidad de los Andes, en colaboración con el Museo de Historia Natural de Nueva York, prepararon una exposición que sumergió en el mundo de los dinosaurios y grandes criaturas que alguna vez deambularon por Colombia, desde el período cretácico hasta nuestros días.

La exposición ofreció una visión científica y artística de los diversos ecosistemas en los que vivieron estos fascinantes seres. Se contó con esculturas de tamaño real que representan una amplia gama de especies, desde el icónico iguanodonte de Santa María hasta el megaterio del pleistoceno.