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Virus patentados contra bacterias

Tres mujeres crearon un coctel contra la salmonela, bacteria que se aloja en los pollos y su consumo causa afecciones gastrointestinales.
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Ciencias
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Tres mujeres crearon un coctel que ataca la salmonela, bacteria que se aloja en el intestino de los pollos y cuyo consumo causa afecciones gastrointestinales a los humanos. Obtuvieron una patente.

Muchas veces se repite hasta el cansancio que no se debe amar cuando no se es correspondido, pero ¿quién no se ha enamorado, aunque sepa bien que ese sentimiento es una causa perdida?

La inevitabilidad del amor no correspondido se apoderó de Martha Vives, Ana Paula Jiménez y Ángela Holguín, investigadoras de la Universidad de los Andes. Y de qué manera: estas tres mujeres se rindieron ante los bacteriófagos, unos virus depredadores cuya naturaleza es atacar bacterias y que, desde luego, son incapaces de amar.

Pero pese a ello, por cerca de diez años y en diferentes momentos cada una, ese amor llevó a que las tres les hayan dedicado una parte de su vida a los bacteriófagos sin esperar mucho a cambio. Tal vez, solamente anhelaban poder conocer sus capacidades y las posibilidades de usarlos para aplicarlos en la vida diaria de los seres humanos.

Esta búsqueda las llevó a pasar días enteros en laboratorios, estudiando, examinando, experimentando, aplicando, combinando, fallando. Así, repitieron estas acciones, jornada a jornada, por años enteros, hasta que ese amor extraño dio frutos y las investigadoras uniandinas lograron que los fagos (como se les llama de forma abreviada) les revelaran un mundo de posibilidades. Ni la profesora Martha ni las estudiantes Ana Paula y Ángela son pioneras en el estudio de los fagos en el mundo, pero sí lograron darles una utilidad real, aplicable y con beneficios cotidianos, lo que les valió una patente de invención.

En su investigación, ellas desarrollaron el coctel de fagos Salmofree®, una fórmula de virus activos capaces de atacar la salmonela, bacteria que se aloja en el intestino de los pollos y que predomina en la producción de aves de engorde. Esta termina por afectar a los seres humanos cuando consumen la carne contaminada al causar afecciones intestinales y gastroenteritis.

Uno de los grandes beneficios del coctel es la inocuidad para los animales tratados con él, además de reducir considerablemente la necesidad de usar antibióticos en los alimentos de estas aves. Al mismo tiempo, los estudios han demostrado que Salmofree® no tendría efecto alguno sobre las personas que acostumbran a comer pollo o que incluyen huevos en su dieta regular.

Laboratorios, galpones y una patente

La investigación que condujo a la Superintendencia de Industria y Comercio a entregar la patente a las tres autoras se inició como parte de la tesis de maestría de Ana Paula Jiménez, graduada de Microbiología un par de años antes de continuar sus estudios de posgrado en Ciencias Biológicas, de la mano de la profesora Martha Vives. Esta, al mismo tiempo, estaba guiando la tesis de Ángela Holguín, que también investigaba los fagos. Corría el año 2012 cuando comenzó ese romance de tres con los fagos, sentimiento que nació en el Centro de Investigaciones Microbiológicas-CIMIC, de la Universidad de los Andes.

La profesora Vives recuerda esos años con una sonrisa que revela amor. Amor por la ciencia, por los fagos y por la enseñanza.

“Empecé a trabajar con fagos de manera muy rudimentaria en 2007. En esa época pasamos un proyecto conjunto con la Facultad de Ingeniería, financiado completamente con recursos de Los Andes. Dentro de él hicimos numerosas pruebas y experimentos y con el paso de los meses se vincularon muchas más personas a hacer prácticas, entre ellas Ángela Holguín como estudiante de pregrado, igual que Ana Paula. Eso nos llevó a ir aumentando la investigación, hasta llegar a 2013, cuando se obtuvo la financiación que condujo a la patente”.

El resultado de sus investigaciones entre 2007 y 2013 fue la presentación de un proyecto a Colciencias en busca de presupuesto para seguir avanzando. La propuesta era innovadora: una mezcla de fagos que atacarían directamente la salmonela. Y en un país como Colombia, con una amplia industria avícola, parecía ideal presentar una solución al problema de las bacterias. En 2013, el camino hasta lograr la patente ya estaba pavimentado. El aval de Colciencias y la financiación de Los Andes permitió llevar los experimentos de laboratorio al campo, a la vida real.

Ana Paula Jiménez recuerda lo nerviosa que se sentía por dar el paso a una prueba con pollos vivos, pero también describe una sensación de tremenda seguridad. Sabía que el trabajo con su profesora y su compañera de laboratorio era correcto. Después de este tiempo se evaluó el impacto de los fagos y los resultados superaron las expectativas: no solo se redujo la presencia del virus de la salmonela en las aves, sino que ningún otro factor resultó alterado. “Los pollos no perdieron peso, sino que se mantuvieron en el peso ideal con menor esfuerzo, incluso mejorando este aspecto en comparación con los que no recibieron los fagos en el agua”, cuenta Ana Paula, ahora radicada en San Francisco (EE. UU.).

El éxito de la prueba residió en la alta injerencia histórica de la salmonela en Colombia: según cifras de Corpoica, las cepas Salmonella paratyphi B y Salmonella heidelberg son las prevalentes en el país y afectan al 41 % de las granjas. Esto significa que la llegada de un antídoto para esta bacteria es una de las mejores noticias para el sector avícola, tomando en cuenta la resistencia que las bacterias han desarrollado contra los antibióticos, por el sostenido uso que se les ha dado en el tiempo.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) se hace necesario que los antibióticos solo se utilicen para tratar enfermedades y no para favorecer el crecimiento de las aves, como ocurre en algunas granjas en el mundo, lo que da mucho más valor a los fagos en la actualidad. Y desde luego, las investigadoras tienen todavía un extenso camino que recorrer con los fagos.

Aunque en 2017 obtuvieron la patente por este coctel, lograron conformar la empresa SciPhage (junto con Catalina Prada y Jaime Gutiérrez) que estudia aplicaciones de los fagos y obtuvieron reconocimiento internacional (el Fondo Fiduciario del Club Académico de la Universidad St. Gallen, de Suiza, premió a Ángela Holguín por su trabajo).

En el caso de Ángela, los fagos han estado presentes a lo largo de su vida académica. Empezando con su pregrado, siguiendo con su maestría y llegando hasta su doctorado.

Y ahora, uno de sus propósitos es transmitir ese amor por la ciencia a otras personas. Por su parte, Ana Paula tiene una obsesión: lograr que los fagos tengan aplicación en humanos.

Es decir, llevar a las personas los logros obtenidos en términos de la resistencia a la bacteria; en otras palabras, poder entregar una alternativa a los antibióticos que se usan para mejorar la salud.

Y aunque esa es una posibilidad todavía lejana, tiene un sueño más fácil de alcanzar y es que sus fagos, esos de los que dice estar “perdidamente enamorada”, tengan un espacio en la industria y puedan ser comercializados de forma masiva, para combatir la salmonela en más galpones, en más lugares, en muchos más pollos. La profesora Vives continúa su labor académica. Los fagos siguen ocultando secretos y ella se mantiene dispuesta a compartir su amor con quien quiera amarlos tanto como ella, así ese amor no sea correspondido