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¿Qué hacer con los hipopótamos en Colombia?

Con visiones multidisciplinarias, expertos y actores sociales comparten visiones sobre las medidas que se pueden adoptar para controlar la presencia de esta especie.

La expansión de los hipopótamos por la cuenca del río Magdalena es un problema complejo que implica la resolución de debates éticos para encontrar sus soluciones. En el primer foro Conjugando Ciencias, ambientalistas, animalistas, políticos, académicos y representantes de la sociedad demostraron que es más lo que los unen que las que los separa: todos reconocen la necesidad de hallar el mejor camino.

En los ochenta, por pedido Pablo Escobar Gaviria, cuatro hipopótamos llegaron a Colombia para el zoológico privado que el narcotraficante estaba creando en su hacienda Nápoles. Décadas después, cerca de 90 individuos se han consolidado como una especie invasora que amenaza con extenderse a lo largo del río Magdalena, poniendo en riesgo el equilibrio del ecosistema.

Aunque el debate no es nuevo en el país, un estudio de la Pontificia Universidad Javeriana, Cornare y el Instituto Humboldt ha vuelto a prender las alarmas sobre el riesgo que este mega vertebrado representa. Según sus estimaciones, para 2034 esta población podría alcanzar 783 individuos y en 2039 llegar a 1418.

Con el fin de abordar este problema desde una mirada multidisciplinar, que incluya a la comunidad y actores políticos y sociales, la Facultad de Ciencias de Los Andes y el Departamento de Desarrollo Rural y Regional de la Javeriana organizaron Hipopótamos en la sala, el primero de la serie de foros Conjugando Ciencias que buscan abrir espacios de diálogos entre científicos y miembros de la sociedad para contribuir, desde la academia, a resolver problemas de interés general.

"Esta es una oportunidad para encontrar un acuerdo razonable y pasar a la acción antes de que sea demasiado tarde", aseguró el rector Alejandro Gaviria en la inauguración del evento.

El impacto del hipopótamo en el medio ambiente

En África, continente del cual son originarios, los hipopótamos deben competir con otras especies por los recursos y su expansión está controlada por predadores naturales, enfermedades y temporadas de sequía. Algo que no ocurre en este nuevo ecosistema, en donde han encontrado condiciones óptimas para su supervivencia y reproducción.

Debido a su comportamiento y gran tamaño (entre 3 y 5 metros de largo y unos 1.500 kg cuando son adultos), estos animales son considerados ingenieros ecosistémicos, de acuerdo con la investigadora del Consejo Nacional de Ciencias y Tecnología de México y coautora del estudio Nataly Castelblanco.

"Son capaces de modificar el ambiente y la estructura física y bioquímica de los ecosistemas y de afectar muchos procesos ecotróficos, lo que impacta a otras especies que se encuentran en la cuenca, incluyendo algunas que están en riesgo", afirmó durante el foro.

Por esta razón, la investigadora enfatizó en la necesidad de implementar medidas de control costo-efectivas de forma urgente para que el problema no siga aumentando y se pueda proteger a las especies nativas que se han visto afectadas.

"Nadie, por supuesto, desea acabar con estos animales hermosos, que son seres sintientes que no tienen la culpa de estar ahí —reflexionó Daniel Cadena, decano de la Facultad de Ciencias de Los Andes—; pero nos enfrentamos al dilema de que tenemos que hacer algo con ellos. No podemos darle más largas al problema. Tenemos que actuar".

Para los autores del estudio, la solución debe mezclar varias acciones. En el hipotético caso en el cual se castraran a todos los individuos, el impacto sobre el ecosistema continuaría siendo importante durante varias décadas porque estos son animales longevos. La intervención debe incluir una extracción significativa de animales para que la población sea erradicada en 2033, incluyendo una caza de control apegada a los protocolos bioéticos para reducir estrés, sufrimiento y dolor.

Las perspectivas de las comunidades

En esta ecuación, también es importante incluir el punto de vista de las comunidades que viven en las regiones colombianas en donde hace presencia este animal, como lo recordaron Elizabeth Anderson - profesora del Departamento de Tierra y Medioambiente de la Universidad Internacional de Florida (EE. UU.) -, Julio Marín - líder comunitario, integrante de la Fundación Biodiversa Colombia - e Isabel Naudín, directora médica para América Latina de Animal Balance.

"La transformación de los sistemas sociales ha ocurrido más rápido que la ecológica", aseveró Anderson, quien expuso que -de acuerdo con un estudio en el que participó- las comunidades del Magdalena Medio conocían sobre la ecología de los hipopótamos (su dieta, movimiento y actividades diurnas y nocturnas); mientras que más de la tercera parte de los residentes reportaron que veían a los hipopótamos por lo menos una vez por semana y un cuarto de los entrevistados afirmaron que los encuentros eran diarios.

"Otra cosa interesante es que en Doradal y Puerto Triunfo la mayoría de avistamientos ocurren en la calle, la cancha de fútbol o un lago cercano; en cambio, en Estación Cocorná y Puerto Nare eran vistos en los ríos Magdalena o Claro", recordó.

Una idea confirmada por Marín, quien ha tenido múltiples encuentros con estos animales en la reserva Fundación Diversa Colombia y los clasifica como nobles y mansos. Este comportamiento difiere del observado en África, en donde son considerados peligrosos por sus múltiples ataques a humanos. "En esta región esto se convirtió en turismo ecológico".

Además, recordó la experiencia de 2009 cuando fue cazado "Pepe", uno de los hipopótamos de Escobar, por recomendación de expertos traídos de África, aun cuando la comunidad tenía otra percepción y así lo manifestó en su momento. Por esta razón hizo un llamado a encontrar soluciones distintas en esta ocasión.

"La dependencia exclusiva de los expertos (y la no inclusión de las comunidades) crea un resentimiento de las personas que se sienten excluidas, un resentimiento hacia las estrategias, los proyectos y las entidades que las ejecutan", afirmó Naudín.

El plan de control de los hipopótamos en Colombia

A raíz de la experiencia de "Pepe", un juez falló en 2012 a favor de una acción popular en donde se pedía una especial protección a estos animales, prohibiendo su caza. A esta medida se sumó el cambio del estatus que tuvieron los animales a partir de la Ley 1774 de 2016, en donde pasaron de ser considerados cosas que se mueven (semovientes) a seres sintientes sujetos de especial protección por parte del Estado y se establecieron penas contra el maltrato animal.

Para Juan Carlos Losada, animalista y representante a la Cámara de Colombia, esto significa que sacrificar a esos animales, actualmente, constituye un delito. Por esto, afirmó que "es absolutamente inverosímil que el hipopótamo todavía no esté en la lista de especies invasoras y eso solo muestra la gigantesca negligencia del Estado con respecto a esta problemática". Asimismo, pidió optar por la caza de control como último recurso, cuando ya hayan sido agotadas todas las posibilidades.

Hernando García, director del Instituto Humboldt, confirmó, por su parte, que estos animales ya fueron identificados como invasores por el comité nacional sobre especies exóticas invasoras de Colombia, por lo cual solo falta su inclusión en el listado oficial por parte del Ministerio de Medio Ambiente.

Mientras llega esa decisión, la Corporación Autónoma Regional de las Cuencas de los Ríos Negro y Nare (Corponare) ha diseñado un plan de manejo, expuesto en el foro por Gina Paola Serna, médica veterinaria y zootecnista de la entidad, que incluye:

  • La creación de zonas de manejo y confinamiento de animales que se encuentran libres en las inmediaciones de la hacienda Nápoles.
  • Monitoreo, captura, esterilización y reubicación. En total, ya han sido esterilizados y reubicados 10 hipopótamos en zoológicos.
  • Un plan piloto de uso de Gonacon, un método de contracepción utilizado en los zoológicos de EE. UU. que reduce costos y riesgos de personal, pero no ha sido probado en hipopótamos.

Sin embargo, las características de esta especie han representado obstáculos importantes: las cercas eléctricas no los detiene y su captura, esterilización y reubicación es complicada. Además, por la pandemia y la reducción de visitas a los zoológicos, ningún otro ha querido recibirlos, aseguró Serna.

Foto de hipopótamos en Colombia

Según las estimaciones del estudio de la Pontificia Universidad Javeriana, Cornare y el Instituto Humboldt, para 2034 esta población podría alcanzar 783 individuos y en 2039 llegar a 1418. Foto: Raúl Arboleda / AFP

El conflicto ético

El caso de estos animales dista mucho con relación al de otras especies invasoras en el país. El caracol gigante, el pez león, la rana toro o el retamo espinoso sobre las cuales sus planes de control y mitigación no han generado tanto debate ni elevado tanto las pasiones.

A diferencia de ellas, las comunidades de la región han establecido vínculos con los hipopótamos, como fue explicado con anterioridad, lo cual lleva a tener otros elementos en consideración, más allá de la conservación del ecosistema.

"Esta situación ha sido desatendida por mucho tiempo. Sospecho que ha sido por la dificultad de resolver los dilemas éticos que suponen y por no querer asumir los costos políticos y ante la opinión pública que trae tomar cualquier tipo de medida", reflexionó el decano Daniel Cadena.

Ese dilema puede ser entendido desde dos puntos de vista en la filosofía: la ética ambiental y la ética de la conservación.

En el primero, el centro de valor, en el momento de tomar decisiones, se ubica en los intereses de los individuos sintientes y el bienestar animal desde una lógica humanista, con una toma de decisiones informada por valores culturales - explicó Andrea Lehner, profesora del Departamento de Filosofía de Los Andes -; mientras que en la segunda, ese valor se centra en la biodiversidad, la integridad del ecosistema, las poblaciones y comunidades desde una lógica bio-eco-socio-lógica, con toma de decisiones informada por estudios empíricos y modelos científicos.

"La ética de la conservación se ha saltado históricamente a las comunidades locales. De allí nace su mala fama a nivel local", aseguró Lehner.

Sin embargo, según ella, en el estudio en discusión sí ha existido un esfuerzo por parte del equipo investigador por incluir factores socioambientales importantes. "A veces los debates son más de Twitter y los medios de comunicación, pero en este debate se ha mostrado que los distintos actores están abiertos a negociar y buscar puntos de encuentro".

Como solución, explicó que se puede seguir la teoría de toma de decisiones, en donde se busca combinar los valores con los hechos. Para esto, es necesario seguir cinco pasos:

  1. Especificar el objetivo: extraer o controlar la población en cuestión.
  2. Determinar los cursos de acción posibles.
  3. Incluir a todos los grupos de interés implicados en la toma de decisiones.
  4. Hacer explícita las dimensiones de valor de cada agenda y explicar bien sus razones.
  5. Clasificar las alternativas viables según los criterios considerados como relevantes por los grupos de interés.

"Aquí debemos entrar a sumar y hay muchas acciones que ya se están llevando a cabo, pero deben ser fortalecidas", aseveró el director del Instituto Humboldt, quien extendió una invitación a todos los actores a organizar una gran alianza para recoger todo el conocimiento posible y establecer acciones diferenciales con las distintas poblaciones de hipopótamos, reconociendo que no todas las situaciones son iguales.

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Sobre el foro

En Hipopótamos en la Sala: buscando soluciones a un megaproblema a través del diálogo multidisciplinar, el primer encuentro de Conjugando Ciencias, participaron:

  • Alejandro Gaviria, rector de la Universidad de los Andes
  • Hernando García, director del Instituto Alexander von Humboldt
  • Nataly Castelblanco, investigadora del Consejo Nacional de Ciencias y Tecnología, México
  • Elizabeth Anderson, profesora del Departamento de Tierra y Medioambiente de la Universidad Internacional de Florida (EE. UU.)
  • Andrea Lehner, profesora del Departamento de Filosofía de la Universidad de los Andes
  • María Ángela Echeverry, profesora de la Facultad de Estudios Ambientales y Rurales de la Pontificia Universidad Javeriana
  • Juan Carlos Losada, animalista y representante a la Cámara de Colombia
  • Johathan Shurin, profesor del Departamento de Ciencias Biológicas de la Universidad de California en San Diego (EE. UU.)
  • Sandra Vilardy, profesora de la Facultad de Administración de la Universidad de los Andes
  • Isa Naudín, médica veterinaria, directora médica para América Latina de Animal Balance y del programa Hippos Colombia
  • Juan Mejía, profesor del Departamento de Arte de la Universidad de los Andes
  • Julio Marín, líder comunitario, integrante de la Fundación Biodiversa Colombia
  • Gina Paola Serna, médica veterinaria y zootecnista de Cornare