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Odisea en el espacio, misión Colombia

Yael Méndez, egresada de Los Andes, es la directora científica de un proyecto pionero en Colombia que pretende simular las condiciones de un viaje a Marte.
microbiologia

Parece una historia de ciencia ficción.

 

Es el desierto de Utah, Estados Unidos. En medio de la nada, un ambiente árido de montañas rojizas y el suelo como de polvo de ladrillo, hay cilindros y domos blancos interconectados a través de túneles. Es la Estación de Investigación del Desierto de Marte operada por la organización The Mars Society, una plataforma análoga que pretende simular las condiciones de una exploración espacial tripulada al planeta rojo.
 

Yael Natalia Méndez, microbióloga egresada de Los Andes, conforma la Tripulación 226. Ella es la cabeza al mando de otros cuatro tripulantes colombianos que han llegado para desarrollar proyectos de investigación. Su misión: sobrevivir dos semanas en un cilindro de dos pisos, con ocho metros de diámetro cada uno, un metro cúbico de agua, alimentos deshidratados y comunicaciones con el exterior limitadas.
 

La inquietud por la vida en el espacio ha perseguido a Natalia desde temprana edad. Creció viendo Star Wars y Star Trek preguntándose hasta qué punto esas películas podrían llegar a ser realidad. Anhelaba explorar el espacio.
 

El día para la 226 comienza a las 7 de la mañana. Es enero del 2022 y el invierno en el desierto hace que amanezca más tarde. Después de desayunar, usan paños húmedos y una limitada cantidad de agua para el aseo personal.
 

La Estación de Investigación del Desierto de Marte es uno de los análogos más importantes del mundo, un espacio para el encuentro de científicos de diferentes disciplinas enfocados en la exploración espacial. Cada 15 días llegan tripulaciones de diferentes países a estudiar la posibilidad de la vida en el espacio y las condiciones necesarias para poder, algún día, visitar otros planetas.
 

En el complejo también se realizan otras misiones. Cuentan con un domo de ciencia en el que cada uno se dedica investigar, pero también con un invernadero en el que cultivan legumbres o tubérculos, por ejemplo. Es primordial, eso sí, cuidar las plantas y los frutos cosechados por las tripulaciones anteriores.
 

Para llegar tan lejos, Natalia empezó sus estudios en Ingeniería Química en la Universidad de los Andes, pero fue en las clases de Microbiología de hongos, Bacteriología y de Biología de organismos, recomendadas en su momento por la coordinadora del programa de microbiología y actual vicerrectora de Investigación y Creación, Silvia Restrepo, cuando descubrió que su camino era el de la microbiología. Natalia empezó a encontrar respuestas a esas inquietudes que se había hecho de niña. Ya hablaba de extremófilos y otros organismos que pueden sobrevivir y desarrollarse en condiciones extremas.
 

La ciencia, definitivamente, le ha cambiado la vida a Natalia. A los 20 años, la mitad de su cuerpo sufrió una parálisis debido a una malformación cavernosa de su cerebro. Permaneció varios meses inmóvil, sin poder hablar. Gracias a una máquina milagrosa creada para hacer cirugías neurológicas, que salió justo en ese tiempo, pudo reponerse del todo en ocho meses. En sus momentos más difíciles, recuerda ella, pensaba: “si salgo de esta, me dedico a hacer lo que quiero”.
 

Y así fue.

 

Un centro de simulación para Colombia
 

Natalia y un grupo de científicos desarrollaron una estación análoga en el país para que profesionales de Latinoamérica también le apuesten a la investigación y a la simulación de un viaje espacial.
 

Se trata del Hábitat Análogo de Exploración Espacial Simulada-Colombia, HAdEES-C., operado por la Fundación Cydonia. Es similar a la del desierto de Utah y su objetivo es analizar todos los procesos geológicos, biológicos, operativos, Y humanos para entender cómo se llevaría a cabo una misión espacial tripulada y qué retos se podrían enfrentar para así poder tomar las decisiones adecuadas y minimizar riesgos.
 

El proyecto está en la fase 1: Diseño, construcción y montaje. El equipo ya cuenta con los planos y materiales de construcción y en búsqueda de territorios colombianos en los que puedan ubicar el análogo. Este es portable y sus planos estarán abiertos al público para que pueda replicarse en diferentes lugares del mundo. El primer prototipo de la estación está en Casa Tibaná en el municipio de Chía.
 

Como directora científica del proyecto, Natalia asegura que este Hábitat surge de la necesidad de tener representación y un espacio propio para que expertos en distintas áreas accedan a iniciativas como esta.
 

“Nuestra idea es que Colombia sirva como plataforma para que también agencias espaciales internacionales inviertan y de esa manera visibilizar los ambientes de nuestro territorio que se prestan para la investigación espacial”, afirma Natalia.

Mujeres en la ciencia

 

Con el Hábitat Análogo de Exploración Espacial Simulada-Colombia, Natalia recibió en febrero de este año el premio de la multinacional 3M “25 mujeres en la Ciencia”, un reconocimiento que nace con el objetivo de “resaltar a las mujeres que, a través de su trabajo en las áreas de STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemática), están mejorando e impactando la vida diaria de las personas y sus comunidades”.
 

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, (Unesco), la participación de las mujeres en áreas de la ciencia sigue siendo muy reducido. Apenas 30 % de quienes investigan en estos campos del conocimiento son mujeres.
 

Por esto, el trabajo de Natalia y su equipo es esencial para la inclusión de ellas en estos proyectos, pero también para abrir caminos en un país que no tiene agencia espacial gubernamental y que hasta ahora apunta la mirada en el sector aeroespacial.
 

Para impulsar HAdEES-C., los líderes del equipo buscan alianzas que puedan apoyar su financiamiento y sostenibilidad. De hecho, varias universidades, entidades y organizaciones enfocadas al campo aeroespacial en Colombia ya aplicaron a la primera temporada de simulaciones y han llenado todos los cupos para participar.
 

Natalia le ha metido toda la energía a este proyecto, que alterna con sus estudios de Maestría en Geología, en la Universidad Nacional; con su participación en el Grupo de Caracterización Tecnológica de Minerales al que pertenece; con sus clases de exploración e investigación en ciencias para niños, jóvenes y adultos que dicta en Los Andes y, además, con su labor de mentora voluntaria en varios programas de Chicas STEM.
 

Al preguntarle si le gustaría algún día ser parte de un viaje espacial real, conmovida casi hasta las lágrimas responde: “Todos estamos trabajando para eso, pero si no puedo ser yo, espero labrar el camino para que quienes vengan detrás de mí pueda hacerlo”.

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