01/06/2018

La investigación: amor difícil pero correspondido

Silvia Restrepo  condecorada por el embajador de Francia
La Orden Nacional del Mérito —Ordre National du Mérite— es un reconocimiento de Estado concedido por el gobierno francés, creado el 3 de diciembre de 1963 por el presidente Charles de Gaulle. Tiene como propósito recompensar y honrar los servicios eméritos prestados por una persona a esa nación.

Silvia Restrepo Restrepo, vicerrectora de Investigaciones de Los Andes, es conocida como la médica de las plantas, la bióloga que con sus estudios ayudó a proteger la papa colombiana contra un patógeno que la estaba destruyendo. Acaba de recibir la Orden Nacional del Mérito del Gobierno francés. Perfil y entrevista.

Por: 
Paula Molano
pm.molano@uniandes.edu.co

Sería fácil concluir que Silvia Restrepo iba a ser una cientí- fica muy destacada y que su segunda patria sería Francia si se conociera que a los 4 años ingresó al Liceo Francés y se topó de frente con los microscopios y el modelo del ilustre Louis Pasteur; o si se supiera que fue realmente su papá, quien quiso ese país inmensamente, el que le mostró ese camino de amor y resiliencia; o si se escuchara aquella historia que cuenta que, en secreto y durante sus vacaciones en los campos de su abuelo paterno en el Valle del Cauca, a la niña le gustaba desaparecer durante varias horas para volver en la noche, llena de tierra y mugre, feliz con una mariposa para añadir a su colección.

Estudió Biología en la Universidad de los Andes y desde allí comenzó a desarrollar sus trabajos en investigación en el Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT), mientras, en paralelo, cursaba un Máster en Biología Celular y Molecular en la Universidad de Ciencias de París VI, Pierre y Marie Curie, y posteriormente un Doctorado en Ciencias de la Vida, Diversidad y Adaptación de las Plantas en la misma institución. Hizo estancias posdoctorales en la Universidad de los Andes en Mérida (Venezuela) y en Cornell (Nueva York). En uno de esos viajes, hace 18 años, conoció al también biólogo Pedro Jiménez, su esposo.

Con sus trabajos, logró ayudar a seleccionar variedades de yuca resistentes a la bacteria Xanthomonas axonospodis pv. manihotis, que estaba destruyendo las plantaciones y que, como consecuencia, dejaba grandes pérdidas a campesinos y cultivadores colombianos porque les quemaba los cultivos.

También ha enfocado su trabajo en los patógenos que infectan la papa. Que no solo matan las hojas y el tallo de la planta, sino que arrasan un cultivo completo en cuatro semanas.

Pero Silvia no es solo ciencia; también es fútbol y del bueno. Tras un accidente que la dejó en cama justo al inicio de la copa del mundo en el 94, inevitablemente, se entregó a la pasión del balonpié y posteriormente a la hinchada de la Mechita (como se conoce al América de Cali).

Sus amigos la tildan de buena consejera, sus alumnos de estricta y disciplinada, su familia de rigurosa, eficiente y tímida, su hijo de trabajadora y conciliadora; la mayoría destaca su ética. Y ella no se considera feminista y mucho menos maternal.

¿Por qué apostarle a la investigación?
La investigación es el camino al progreso. Un país no puede basar su desarrollo y economía en fuentes no renovables de energía; tiene que apostarles a nuevos métodos de mercados y de cambio y es a través del conocimiento que se logran otras alternativas. La investigación lleva al avance del conocimiento. Debemos construir una economía basada en él.

¿Realmente es tan sombrío el panorama actual de la investigación en Colombia?
La historia de fondo es que, por voluntad política, aquí no hay un sistema de ciencias, tecnología e innovación. Ningún gobernante ha dicho: tenemos que organizar un sistema coherente en esa materia. En Alemania, por ejemplo, las universidades son un ente más del ecosistema, junto con los centros de investigación y los centros tecnológicos. Ellas pueden vincularse a estos sistemas o hacer investigación per se, pero lo importante es que hay muchos elementos. En Colombia las que investigan son las universidades; y los pocos centros existentes carecen de apoyo.

¿A qué se refiere en concreto?
Los centros han estado en una crisis muy profunda. Por ejemplo, la Corporación para Investigaciones Biológicas (CIB) estuvo al borde del cierre el año pasado. Si no es por las universidades que le ayudan a recuperarse, se acaba. CorpoGen, otro centro de biotecnología en Bogotá, también estaba a punto de cerrar. Si desaparecen, el 100 por ciento de la investigación va a estar concentrada en las universidades.

¿A qué obedece esa situación?
En este país no hay comunicación entre las partes, no hemos sabido construir el puente entre las universidades y las empresas. Estas últimas no tienen departamentos de investigación, no la hacen ni la entienden, y si la necesitan, la compran por fuera, no le apuestan al talento nacional. Pero no es su culpa; es un desconocimiento de lo que pueden hacer por ellas la investigación y la ciencia porque nadie les ha dado el papel que merecen en la sociedad colombiana.

¿Cuál es el papel de las universidades en la investigación?
En este momento es muy grande. Hacemos el 90 por ciento de la investigación del país y, en verdad, está concentrado en muy pocas universidades porque es muy costoso. Como somos casi los únicos dedicados a esto, nos ponen una presión muy fuerte para entregar rápido productos a la sociedad, pero, en realidad, la universidad está dedicada a la investigación tanto básica como aplicada y no podemos caer en el error de hacer solo la aplicada. Hay que invertir en capital humano, equipos, etc. y Colciencias carece de presupuesto suficiente.

A propósito de Colciencias, en los últimos meses han llovido críticas a su papel en el desarrollo y fortalecimiento de la investigación ¿Qué opina al respecto?
Colciencias no siempre estuvo tan mal financiado y tuvo una época muy buena, con financiación, un futuro coherente y una gente muy valiosa, como, por ejemplo, José Luis Villaveces, Carl Langebaek, José Luis Forero y Mauricio Nieto. Por qué era tan bueno: porque los académicos estaban metidos allá, porque la manejaban los investigadores y, además, no era un departamento administrativo y no estaba politizado. Lo que necesita el país es un Conpes serio de ciencia y tecnología que establezca cuál debe ser el sistema nacional; Colciencias podría ser uno de sus actores.

¿Qué se necesita para que las investigaciones sean de calidad y tengan aplicación en Colombia?
No pienso que debamos apostarle solo a la investigación con aplicación directa, porque no sabes por dónde puedan llegar los caminos para esa aplicación. Para que sea de calidad, además de crear un sistema de ciencia, tecnología e innovación, tiene que salir un poquito más del ámbito colombiano y codearse con las mejores prácticas del mundo. La internacionalización es fundamental porque conoces otras realidades y puedes mejorar.

¿Cuáles son los riesgos de hacer investigación y el reto más grande en un país como Colombia?
El riesgo mayor es hacer investigación que carezca de ética. Para enfrentarlo, la Universidad de los Andes creó el Centro de Ética Aplicada y el Comité de Ética; ahora tenemos un curso de ética para todos los estudiantes de doctorado. En cuanto al reto de hacer investigación en Colombia, tal vez es el trabajo de campo. Tuvimos un evento desafortunado: dos estudiantes fueron asesinados en Córdoba cuando iban a comenzar su trabajo de grado. A raíz de eso, con Ana María Aldana, que en ese entonces cursaba un doctorado, y con la Universidad Nacional, comenzamos un programa y diseñamos un curso de campo maravilloso cuyo objetivo es, por lo menos, darle al alumno la información necesaria sobre los riesgos de orden público, biológicos y de otra índole. De hecho, la Universidad del Rosario también adoptó nuestro protocolo de salida de campo.

Para desarrollar investigación en el país ¿es suficiente el presupuesto actual?
Muchas veces han prometido el 1 % del PIB y ese sería un muy buen comienzo; podríamos empezar a construir. Actualmente está en 0,2, aunque podría ser un poquito más al sumarle regalías, pero esta es otra realidad muy diferente y muy difícil. El ideal es un 2 % del PIB. Puede que en la Universidad no tengamos los grandes recursos de millones de libras o euros, pero contamos con algo más valioso: estudiantes muy talentosos.

¿Cuáles son los retos de Los Andes en los próximos 10 años?
El principal es cómo financiar la investigación, diversificar nuestros ingresos. Hemos crecido en planta profesoral en los últimos años y por ello la carga para que la investigación sea de calidad es más dura. Para poder seguir siendo una de las mejores universidades en ese aspecto, tenemos que buscar más recursos.

¿Por qué investigar en construcción de paz?
Construir la paz no es sencillo; se necesita mucha investigación y mucho conocimiento. Es difícil imaginar a Colombia sin las universidades de investigación, por ejemplo, sin la Universidad Nacional. Los Andes tiene que ser activa en la construcción de una sociedad joven; no podemos ignorar el país ni ser ajenos a los temas de corrupción
UNA COSECHA DE RECONOCIMIENTOS
• 1999. Premio Christiane Doré del Institut de Recherche pour le Développement (IRD) (Francia) a la mejor tesis de doctorado.
• 2008. Se hizo miembro del consejo científico del IRD.
• 2009. Premio Academia de Ciencias para el Mundo en Desarrollo (TWAS) que se otorga a científicos jóvenes colombianos en el área de biología.
• 2010. Premio Louis Malassis International Scientific Prize for Agriculture and Food – Young Promising Scientist Prize, en Montpellier (Francia). Es convocado por Agropolis Fondation y reconoce a científicos jóvenes con un trabajo de por lo menos 15 años en alimentos y agricultura.
• 2011. Premio Elizabeth Grose a la investigación distinguida. Facultad de Ciencias, Universidad de los Andes.

Aunque Silvia pasa gran parte de su tiempo en el campus principal de la Universidad de los Andes, en pleno corazón de concreto de Bogotá, no se aleja del trabajo de campo, ni del amor por la investigación, que sintió desde muy niña.

INVESTIGADORA DE TALLA MUNDIAL

Silvia Restrepo Restrepo está a punto de llorar. Pero continúa su discurso con tono fuerte, agradece a su esposo, Pedro; a su hijo, Eduardo, y a su hermana María Isabel. En francés, se dirige a la que fue su profesora 23 años atrás y, sin pretensiones, habla de su trayectoria académica y profesional, haciendo cortas pausas para cumplir la promesa inicial de no caer en llanto. Finaliza dando las gracias a sus amigos, a sus compañeros y a su actual mentor, el rector Pablo Navas, quien, desde su lugar, le corresponde el gesto con un “gracias” susurrado. Está en el gran salón de estilo barroco de la casa del embajador francés en Colombia, Gautier Mignot. Es el 15 de marzo de 2018 y le acaban de otorgar la Orden Nacional del Mérito, una medalla en forma de estrella con cinta azul claro que reposa dentro de una caja oscura aterciopelada. Es, en palabras del diplomático, el reconocimiento “a su valiosa producción científica, por su empeño y contribución continua a la cooperación académica-científica entre Francia y Colombia, por el ejemplo profesional y humano que brinda a los jóvenes científicos que seguirán sus pasos”.

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