Espiando la biodiversidad
Gracias a las cámaras trampa se han observado especies de animales en zonas del país en las que se consideraban desaparecidas.Las cámaras trampa han hecho posible la observación de la diversidad de animales que habitan una región. Incluso, a través de ellas, los dueños de predios han podido detectar aves y mamíferos que no imaginaban vivían en sus tierras, o que ya se habían convertido en una especie de mito, pues por años no habían sido avistados y se creían extintos de estos territorios. Este fue el caso de los tapires cuya presencia fue detectada después de décadas en una zona de Santander.
“Aún en zonas fragmentadas en el Magdalena Medio encontramos jaguares, pumas, en algunos casos incluso tapires, como uno que encontramos recientemente en Santander, que desde hace varias décadas no se observaba”, comenta Andrés Link, profesor de la Facultad de Ciencias de la Universidad de los Andes. “La cámara trampa detectó la llegada de los primeros individuos a unas zonas de conservación privada”.
Con detectores de movimiento o sensores térmicos, estos dispositivos se activan y graban a los animales que pasan frente a ellos. Esta tecnología, aunque no es reciente, arroja constantemente nuevos hallazgos, lo que le ha permitido al equipo de la Facultad de Ciencias realizar varios estudios en estos hábitats. Entre ellos está la medición de la frecuencia de visita de los animales a determinados sitios o conocer la asociación de las especies con los diferentes tipos de bosques o cobertura vegetal.
Otro de los estudios que realiza el profesor Link es el de la observación de la demografía a lo largo de los años de los monos araña, una especie amenazada. Las cámaras han permitido identificar a cada individuo sin la necesidad de hacer los seguimientos directos, algo que es difícil de implementar. Los registros audiovisuales permiten evidenciar cuáles individuos nacen y cuáles mueren.
La ubicación de las cámaras depende del objetivo del trabajo que estén realizando los investigadores. Pueden ser instaladas junto a saladeros o en lugares en los que circula determinado animal, como es el caso de los monos araña, que dejan rastro de arena en los árboles por donde bajan. En otros muestreos más generales, la decisión de la ubicación se toma desde el laboratorio, con el fin de detectar qué animales habitan en los lugares escogidos.
La detección de estos animales tiene una ganancia doble. A los investigadores les permite ver el estado y relaciones de los animales en los diferentes hábitats y a los dueños de las tierras -quienes colaboran en estas investigaciones- observar la riqueza de fauna que tienen en sus predios. Algo que se espera cree conciencia en los habitantes que sacan provecho de estos territorios.