A. victimatus: la rana de las víctimas del conflicto
En diciembre de 2017, investigadores de Los Andes describieron una nueva especie de rana venenosa: la Andinobates victimatus, denominada así en honor de las personas del golfo de UrabáColombia es territorio de ranas: tiene 754 especies, 99 de ellas venenosas y es el segundo país del mundo con más variedades de anfibios: 812.
Y se siguen encontrando. En diciembre de 2017, cinco investigadores de la Universidad de los Andes describieron una nueva especie: Andinobates victimatus, una de las cinco ranas de este género halladas en el mundo en la última década.
Es un animal rojo, brillante, exótico y bello, las puntas de las extremidades son color gris claro y posee un veneno levemente letal, pues su toxicidad está más destinada a combatir a sus depredadores que a causar graves lesiones en los humanos. Habita en las selvas tropicales en el extremo noroeste de Colombia, en el golfo de Urabá, un lugar olvidado que incluso los investigadores no se atrevían a explorar. Pero Pablo Palacios, estudiante de doctorado en Ciencias Biológicas de la Universidad de los Andes, junto a cuatro investigadores, lo hizo.
Palacios lleva el apellido de la mayoría de los habitantes de Puerto Pervel, su corregimiento natal, perteneciente al municipio Cantón de San Pablo. Un lugar húmedo y frondoso, en donde la biodiversidad brota desde todos los rincones y la pobreza, en algunas zonas, es extrema.
De niño, correteando en pleno corazón de la selva húmeda del Chocó, Pablo vio por primera vez las ranas venenosas que años después le abrirían la puerta para salir del anonimato. Ignoraba que algunas aún no estaban registradas como especies y que sería precisamente una, de apenas 20 milímetros de diámetro, la más importante de su vida: la Andinobates victimatus.
Además de complementar el espectáculo natural de los territorios selváticos y apartados del país con su canto, las ranas venenosas son de vital importancia para la herpetología, los habitantes de la zona y las culturas indígenas. Por ejemplo, estos anfibios dan a los nativos un insumo inestimable para impregnar de veneno sus dardos de caza y al crecer y convivir con ellas adquieren un conocimiento profundo sobre su comportamiento.
En el campo científico, la toxina es un suministro que ayuda a investigar las potentes propiedades curativas de las diferentes especies. Incluso, más allá de las fronteras de su origen, muy lejos del Pacífico colombiano, se han adelantado análisis que muestran que las glándulas de las ranas producen alcaloides aprovechados exitosamente en la industria farmacéutica.
Un encuentro fructífero Pablo es magíster en Ecología Evolutiva de la Universidad de los Andes, estudios que financió con una beca, igual que lo hace ahora con los de doctorado. En 2017, el diario El Espectador y la Fundación Color de Colombia lo nombraron Afrocolombiano Joven del Año por ser coautor del descubrimiento de la A. victimatus.
Su vida cambió cuando conoció a quién llama el ‘Messi’ de la Biología: Adolfo Amézquita, director del Departamento de Ciencias Biológicas de Los Andes. En un curso de Bioacústica en la Universidad Tecnológica del Chocó (UTCH), dentro del gran grupo, el maestro notó a un estudiante con los “ojos bien abiertos” y las preguntas bien puestas.
Un alumno pilo e inolvidable que, a pesar de su timidez, consiguió que su ídolo y profesor lo guiara en su tesis de pregrado, a la postre laureada: un extenso trabajo que demostró la incidencia, distribución actual y potencial de la quitridiomicosis, enfermedad de anfibios vinculada a la desaparición de múltiples poblaciones. Después de largos correos y llamadas, nació una amistad y un colegaje que permanece intacto.
Fue tanta la empatía que un día, en diciembre de 2013, mientras desayunaba en su casa con su madre, recibió una llamada del profesor Amézquita. Desde la capital, le hizo una oferta que no pudo rechazar: ser parte de una investigación en Los Andes, aquella que veía como “la gran universidad de la capital”.
El bautizo
El nombre de la nueva especie se deriva de dos fuentes: Andinobates, que significa “caminante de los Andes” (por la zona donde fue hallada) y victimatus, que representa “a las víctimas del conflicto”, más concretamente a las del Urabá chocoano, pues fue descrita en la parcela de Pablo Soto, un hombre con una estrecha y triste relación con el conflicto armado: perdió, poco a poco, a sus vecinos, a sus amigos, a los suyos; todos los que lo rodearon fueron cayendo bajo los azotes de la guerra que golpeaba a diario ese lugar olvidado en las selvas del extremo norte de Colombia. La rana inmortaliza no solo a los científicos que trajeron a la luz a una nueva especie, sino también a aquellas masacres sufridas en ese recóndito lugar.
Y conoció “la pequeña Colombia”
En 2014, después de un viaje de 24 horas por tierra, mareado y desorientado, Pablo llegó a Bogotá. Recorrió el centro de la ciudad y el eje ambiental y llegó a la sede de Uniandes. Entró al Laboratorio del Grupo de Ecofisiología, Comportamiento y Herpetología (Gecoh), conoció a Valeria Ramírez, Daniel Mejía y Roberto Márquez, sus amigos, colegas y coautores, junto con el profesor Amézquita, del descubrimiento de la A. victimatus. Con ellos trabaja en la Universidad, en la que llama “la pequeña Colombia” por la diversidad de acentos, costumbres y regiones de sus integrantes.
Hoy, este equipo tiene siete proyectos de investigación en marcha, entre los que se encuentran el estudio de la evolución de toxicidad, el descubrimiento de nuevas especies y la fisiología de la personalidad de las ranas. Después de estos años de estudio, noches de caminatas sin fin y lejos del matriarcado de su hogar, para Pablo es inolvidable ese primer contacto con las ranas venenosas: cuando de un solo brinco se adentraba con su primo en la selva pacífica, que era como el patio de su casa, para recoger agua, cortar madera y varas para pescar y para jugar con las que fueron sus compañeras de infancia: las ranas venenosas del Chocó.
CÓMO SE OFICIALIZA EL HALLAZGO
“Describir” es el término utilizado por la comunidad científica para indicar el hallazgo de una nueva especie. Cuando esto sucede, los autores de la investigación elaboran un artículo y lo envían a una revista científica de renombre mundial para someterlo a su consideración y así oficializar su descubrimiento. El de la Andinobates victimatus fue evaluado a principios de 2018 por la revista científica neozelandesa Zootaxa.
GRUPO DE ECOFISIOLOGÍA, COMPORTAMIENTO Y HERPETOLOGÍA - GECOH
Este grupo, dirigido por el profesor Adolfo Amézquita, utiliza anfibios y reptiles como modelos de investigación para resolver preguntas acerca del papel de las características fisiológicas y del comportamiento en la evolución de los patrones de diversidad en el Neotrópico. Asimismo, desarrolla proyectos de conservación ex-situ de especies nuevas, endémicas y con alto grado de amenaza.
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