Misión extraterrestre: Proyecto Uniandino Aeroespacial (PUA).
Desde 2002, el PUA trabaja con estudiantes para construir, diseñar y simular cohetes que viajen al espacio con tecnología netamente colombiana.Era agosto de 2014. Era un lugar llamado Pozos Azules, localizado en el municipio de Villa de Leyva (Boyacá-Colombia).
El equipo de ingenieros y biólogos de la Universidad de los Andes acondicionó un minilaboratorio móvil dentro de un cohete de 1,3 m de altura que viajaría rumbo a la atmósfera. Estaba adaptado con 38 pozuelos para transportar unas larvas de nombre Caenorhabditis Elegans, —utilizadas en diversos estudios biológicos y genéticos—. Pretendían evaluarlas en distintas condiciones de gravedad para analizar factores relacionados con el envejecimiento humano.
El lanzamiento fue un éxito: despegó perfectamente, se mantuvo en vuelo, cumplió la altura requerida (aproximadamente 1 km), logró niveles de gravedad óptimos para el estudio, y el dispositivo cargado con la información regresó intacto. Hoy los datos son analizados en el Departamento de Ciencias Biológicas de Los Andes.
Así fue la misión Séneca IX, una de las 19 desarrolladas y lideradas por Fabio Rojas, Johan F. Osma y Darío Correal, profesores de la Facultad de Ingeniería, quienes desde 2002 articularon esfuerzos para que el Proyecto Uniandino Aeroespacial (PUA) tomara vuelo.
No cuentan con el apoyo de una agencia espacial, ni nada por el estilo. En el proyecto participan jóvenes creativos e innovadores de distintas carreras, que emprenden el reto de fabricar estos vehículos autopropulsados para desarrollar sus proyectos de tesis de pregrado, de maestría y de doctorado, y así construir conocimiento para encontrar nuevos rumbos en el desarrollo científico aeroespacial colombiano.
El PUA ha contado con el apoyo de la Fuerza Aérea y la Comisión Colombiana del Espacio, sin embargo, en Colombia, tramitar un lanzamiento como el de Séneca IX resulta bastante engorroso. “He pensado tirar la toalla, pero es increíble la cantidad de emoción, de alegría y, sobre todo, de aprendizajes que dejan estos proyectos”, expresa Fabio Rojas, profesor del Departamento de Ingeniería Mecánica.
Así mismo, estos laboratorios voladores requieren de un trabajo dispendioso en el que confluyen ingenieros mecánicos, quienes, por ejemplo, se encargan de la aerodinámica; también ingenieros electrónicos, que elaboran los sistemas de comunicaciones y de encendido y los ingenieros de sistemas y computación, que ponen a punto y administran el software para controlar las misiones del PUA. Al final, todo este flujo recae en manos de diseñadores quienes dan forma al artefacto.
A los profesores les ha ocurrido de todo: uno de los cohetes explotó sobre la plataforma; otros, por diversas fallas (electrónicas, de propulsión, de combustión, de aerodinámica…) ni siquiera arrancaron.
Pero esos tropiezos no han mermado el ímpetu de estos científicos.
Por el contrario, se han convertido en un propulsor del PUA: “Desafortunadamente hay cosas que se salen de control, pero de ellas se aprende. Por ejemplo, mejoramos en mecánica y electrónica pues fabricamos nuevos cohetes con motores maravillosos y, además, aumentamos la seguridad y la confiabilidad del sistema”, destaca Johan F. Osma, profesor del Departamento de Ingeniería Electrónica de la Universidad.
Gracias a estas lecciones, se despeja cada vez más el panorama de la ciencia aeroespacial en el país y así se abre el camino para realizar nuevas misiones.
La próxima del PUA es SpaceShipTEC21-PUA. Se trata de un prototipo actualizado con propulsión sólida, perfeccionado por los científicos, que se lanzará a finales de este año en alianza con el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (México). Será una misión de transferencia tecnológica internacional para promover e incentivar conocimiento en ingeniería aeroespacial y profundizar en aeronáutica y construcción de cohetes.
Según los expertos de Uniandes, ninguna universidad podría conquistar el espacio sin el respaldo de una agencia aeroespacial.
Aunque idealizarlo parece cosa de locos, estos hombres están empeñados en ubicar un satélite como laboratorio remoto para la Universidad de los Andes, que permita hacer mediciones desde la Tierra con un sistema de cámaras para capturar imágenes y, a su vez, obtener datos de navegación.
El reto es lograrlo en 2030.