Fue caminando por varios rincones del país y escuchando a las personas que Alejandro Castillejo Cuéllar y el equipo de la Comisión de la Verdad recuperaron 250 historias del conflicto armado en Colombia para construir el volumen testimonial “Cuando los pájaros no cantaban”. No se impusieron interpretaciones, se recopilaron historias cotidianas de víctimas, firmantes de paz y miembros de las Fuerzas Militares.


El académico, profesor de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes, explica que no se reprodujo la violencia literal, sino que la devastación se vio desde el rabillo y más bien en el foco se pusieron las formas de supervivencia de quienes crean sentido de porvenir.


Se trata de un trabajo que honra a la antropología como disciplina, pues “está basado en la versión más tradicional y clásica de lo que significa esta ciencia social y las historias”, cuenta Castillejo. Al final la idea es construir un lenguaje que permita “remendar” lo social, las relaciones, entendiendo que con estas acciones se está tejiendo una perspectiva de futuro.


En conversación con el profesor Castillejo, doctor en Antropología, habla sobre su experiencia como comisionado de la verdad, de la naturaleza como un sujeto de dolor y de cómo sanar las heridas que ha dejado el conflicto en los colombianos y del futuro del país. 

 

¿Qué recibe el país con la entrega de este informe de la Comisión?


El país recibe el trabajo de 4 años de un conglomerado de investigadores, de mucha gente que hizo un intento descomunal y monumental por tratar entender los vectores centrales de lo que ha sido la confrontación en Colombia. Y lo que reciben es un relato muy grueso y muy grande y unas especificidades de experiencias concretas de violencia y de guerra y por supuesto un conjunto de recomendaciones en varios sentidos.

 

¿Qué guarda el volumen testimonial “Cuando los pájaros no cantaban”?


El volumen de hallazgos y recomendaciones y “Cuando los pájaros no cantaban” son los primeros textos que salieron publicados por la Comisión. Nosotros lo conocemos como el volumen testimonial, le llaman voces también y es la gran apuesta en términos de memoria histórica de la Comisión de la Verdad.


Es un libro que tiene casi 600 páginas, con 250 historias leídas, editadas y pensadas de manera particular, a través de las cuales nosotros también le entregamos al país la experiencia de la gente en la guerra. No solamente aquellos que fueron víctimas, sino aquellos que estuvieron armados. Hay una convivencia narrativa entre mucha gente y ahí una apuesta que con el tiempo será más evidente.


Diversas voces indígenas fueron incluídas en el Informe de la Comisión de la Verdad. Fotos: Comisión de la Verdad.

 

¿Cómo fue el trabajo de recolección de los testimonios y de acercarse a las personas que hicieron parte de este capítulo de la historia?


Al entrar a la Comisión yo arrastro mi trabajo de investigador en la universidad. Incluso antes estábamos trabajando un proyecto con firmantes de paz en ETCR (Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación). Arrastro eso, años de trabajo y lo que hago es entender cómo la Comisión durante el año anterior se había dedicado a la recaudación de testimonios de graves violaciones a los derechos humanos, porque ese es el mandato central.


Así intento leer y escuchar de otra forma. Hay un primer acercamiento al trabajo que se había hecho, la inmensa mayoría de relatos que vienen de ahí, de la escucha del sistema de información misional y otra parte viene de dos trabajos: Narrativas de vida en la guerra, que tiene que ver con excombatientes y miembros de las Fuerzas Militares y el otro Diálogos con la naturaleza. Este último junta una reflexión nacional con muchas autoridades espirituales de muchos pueblos a lo largo de todo el país sobre el concepto de naturaleza como sujeto del dolor, que había sido uno de los temas que había escrito antes de entrar a la Comisión.

Reviva Lectura-Ritual: Cuando los pájaros no cantaban.

¿Por qué hablar de la naturaleza como un sujeto de dolor?


Porque siempre he tenido la curiosidad de tratar de entender cómo los estudios sobre violencia y la justicia de transiciones siempre ha tenido una visión muy restringida de lo que significa violencia. La justicia de transiciones opera para conflictos entre personas y no para violencias más globales, entonces en las críticas que había hecho todo ese lenguaje a través de los libros que había escrito, un día llego a la conclusión de que la justicia transicional era un aparato antropocéntrico, que giraba en torno al ser humano.


Y ahí empecé a explorar una crítica hacia ese modelo antropocéntrico, humanocéntrico de la justicia de transiciones venía de pueblos en donde consideraban otro tipo de seres parte de todo esto, que uno podía llamar violencia. Y también en Colombia se habían dado algunos desarrollos jurídicos de la naturaleza como sujeto de derecho que es otra cosa distinta. Aquí mi argumento era mucho más radical, que la naturaleza era un ser sintiente que, si se ve desde las epistemologías de otros pueblos, el concepto de reparación integral debía ser profundamente revisado.


Tengo un texto que se llama El árbol dolido que había sido una reflexión de cómo los mamos y las autoridades espirituales se conectaban con sus antepasados a través de un conjunto de objetos y de seres distintos. Fueron las conversaciones con mamos hace varios años las que me ayudaron a concretar ideas y después volví a profundizar. Ahora estamos muy metidos en cómo hacemos de ese discurso una conversación más global en el país y en el mundo.

 

Autoridades indígenas de la Sierra Nevada también son parte de los relatos. Foto: Comisión de la Verdad.
 
 

¿Sufrió entonces la naturaleza la crudeza de la guerra?


De la naturaleza podría contarte muchas cosas. Lo que entendamos por naturaleza, porque hay una especie de presunción donde el ser humano y la naturaleza parecen una cosa separada. Habría que tener una conversación más larga sobre eso…


Pero uno al principio podría decir que sí. Hubo tres maneras en que eso que llamamos natural fue afectado por la guerra:

 
  • Los paisajes fueron afectados. Un paisaje que es minado, como decía una estudiante mía, un lugar que ha sido minado transforma radicalmente su paisaje. Las condiciones de uso, la vida cotidiana de ese lugar.
  • La naturaleza también fue transformada en la medida en que los bombazos cambian las cosas, producen cráteres, huecos. Todo el aparataje militar guerrero transforma eso que llamamos el entorno natural en operaciones de la guerra también.
  • La otra manera como eso sucedió que documentó la Comisión fue la muerte de aquellos que cuidan y al asesinar a quienes cuidaban del medio ambiente, rompían el ciclo de conocimientos acumulados y el cuidado mismo de las cosas.

 

¿Qué personas, lugares y vivencias quedan en su trabajo como comisionado?


Creo que lo más importante es que quedan lugares y personas. Cuando decido, en medio de la pandemia, hacer trabajo de campo. Yo me rehusé a quedarme encerrado. Estaba muy recién entrado y comencé a recorrer el país y, en cierta forma, tampoco quise reducir mi trabajo a un lugar, a una sección, a una región particular. Así empecé a tener muchos encuentros desde la Sierra Nevada de Santa Marta y por los sitios sagrados de los arhuacos. Fueron conversaciones con los mamos hablando de paz.


Las charlas en la serranía del Perijá, los diálogos en los ríos en el Pacífico, en Quibdó, en Buenaventura, Tumaco, El Charco, las organizaciones campesinas arriba en las montañas en El Pato. Yo me dediqué a viajar, a recorrer, a escuchar. Lo más importante es la generosidad con la que la gente te recibe.

 

 

Foto: Felipe Cazares.




 La violencia no es solo lo que les sucede a algunas personas por la voluntad de otras, es el conjunto de relaciones que permiten que eso pase. Hay relaciones de desigualdad que son constitutivas de la base sobre la que muchas otras violencias también se dieron. - Alejandro Castillejo, comisionado de la verdad. 


 

¿Cómo fue la experiencia como antropólogo y esa labor de retomar el trabajo del sociólogo Alfredo Molano?


No retomo el trabajo de Alfredo. Comparto su interés por escuchar y caminar, pero yo vengo de una tradición intelectual muy distinta, para mí era importante caminar con gente y ver el aparato comisional funcionando. Yo veía mecanismos, me intrigaba cómo una comisión de verdad producía un sentido del pasado e incluso producía pasados, cuáles eran las teorías del dolor detrás. Mis preguntas son muy diferentes y fue de ese conjunto de interrogantes que venían de la antropología que se produce la idea del volumen de testimonios.


Ese volumen es entonces un volumen antropológico. Es una especie de honra que se le hace a la disciplina, porque está basado en la versión más tradicional y clásica de lo que significa la antropología y lo que significan las historias. De hecho, tiene un conjunto de visiones editoriales. Para nosotros era importante escuchar a la gente desde su punto de vista y ese es un principio que, con todo lo polémico que siga siendo, siempre ha sido un principio importante de la disciplina.


Es antropológico porque había una preocupación en las historias que se situaban más en torno de la vida cotidiana, no teníamos ninguna preocupación por imponer interpretaciones sobre lo que la gente decía, cuestión que es muy común. No imponerlas es también un principio rector de la disciplina antropológica. Lo que hizo un volumen muy heterodoxo y una apuesta muy curiosa, porque realmente ninguna comisión había tenido una reflexión más sólida sobre la idea de testimonio más allá de utilizarlos para hacer argumentos específicos a violaciones de derechos humanos.


Y aunque el volumen se sustenta sobre la noción de violación de derechos humanos, lo que se relata ahí es muy distinto a lo que normalmente se relataría si se tuviera el ojo puesto sobre la violencia literal. Nos rehusamos a no querer ver la violencia literal y esa fue la propuesta que se aceptó y que terminó en el libro.


¿Por qué no hablar de la violencia literal?


En su inmensa mayoría las comisiones de verdad giran en torno de dimensiones descriptivas, entonces encuentras descripciones de masacres, asesinatos y 12 otras formas de clasificación. Ahí vinieron dos puntos específicos: el primero es una crítica al hecho de que en Colombia hemos hablado mucho sobre lo grotesco y el país necesita otros relatos y producto de esa crítica es que decimos que vamos a recoger el dolor de las personas, pero no nos vamos a centrar en repetir descriptivamente. Si hay devastación la vemos desde el rabillo, desde un lado, pero nunca directamente y esto nos situó en las formas de supervivencia de la vida cotidiana y las reverberaciones que también crean sentido de porvenir: ver lo que la gente hace para construir su mundo y pensar de una manera mucho más profunda sobre lo que significa el futuro.
 


Diálogos con grupos indígenas de la Sierra Nevada. Foto cortesía Comisión de la Verdad.

 

¿Se puede hablar del mañana en Colombia?

La idea de construcción de paz aquí siempre ha sido pensada desde la institucionalidad, por eso mi distancia hacia ese lenguaje y por eso este volumen. Aunque es necesario un encuadre institucional y estatal, por supuesto, el Estado debe proveer las cosas básicas para que la gente pueda vivir, empezando por la seguridad.


Lo cierto es que al final mucha gente logra vivir y sobrevivir por lo que hace en su vida diaria. Entonces tú pones la lupa sobre esa vida diaria para tratar de entender los ecos y las reverberaciones de la violencia y sin querer descubres que la gente tiene muchos recursos, yo lo llamo pequeños proyectos de futuro o pequeños proyectos de porvenir, que son simbólicos, materiales también, que son comunales. Y es que la sociedad no se mueve si no tiene un sentido de porvenir, si no imagina. No hay tránsito hacia nada si la gente no imagina un porvenir.


El diseño del libro y el volumen y toda la transmedia nos abre a pensar construcción de paz desde otro lado distinto, desde otro ángulo, lo que llamaría la paz en pequeña escala, que tiene que ver con las formas colectivas de sentir, significar y hacer mundo desde la vida diaria.

 

¿Este proceso con las víctimas se puede ver como un acto de sanación de esas heridas profundas que les dejó el conflicto?

Nunca uso la palabra sanación, pero si hay una pregunta sobre cómo podemos construir un sentido colectivo de las cosas, incluso cómo podemos sentir que el mundo es similar, que nos permita construir en conjunto un sentido de futuro. Si a eso le llamamos sanar, puede ser que sí.


La relación que tienen los seres humanos con sus heridas son muy complejas también e indudablemente lo que queremos es recurrir a unos lenguajes que nos saquen de la venganza y el horror, para movernos hacia otro derrotero distinto. Al final se trata de construir un lenguaje entre todos sobre el significado del dolor colectivo y lo que es la cicatriz.


Yo lo llamo remendar lo social, volver y tejer los lazos de las urdimbres que fueron rotas por la guerra, pero con la pretensión de que esos lazos y tejidos incompletos, mal hechos, incluso, son visibles, como una cicatriz cualquiera, las cicatrices se vuelven parte de uno. A ese hecho lo llamo yo remendar lo social, remendar nuestras relaciones. En la conciencia de que remendar es juntar en perspectiva de futuro.


 


"Yo me dediqué a viajar, a recorrer, a escuchar.
Lo más importante es la generosidad con la que la gente te recibe",
Alejandro Castillejo, comisionado de la Verdad. Foto: Felipe Cazares.



 

¿Qué responsabilidad queda en manos de las personas que habitamos este país, tras este informe?


En principio tratar de leerlo. Sé que es un documento muy largo, pero en principio eso es lo que es nuestro país, que ha vivido un conflicto muy largo. Yo creo que la primera responsabilidad es acercarse desprejuiciadamente al texto, leerlo críticamente y conversarlo. Tampoco se trata de leerlo como si fuera un documento intocable. Compartirlo y las instituciones y grupos de interés tendrán su oportunidad de jalar hebras e hilos para ser desarrollados en el debate público. El gobierno colombiano tendrá, si quiere, que seguir algunas de las recomendaciones que siguen ahí.


Ser parte del conflicto no necesariamente implica a quienes estuvieron en medio de la confrontación. Creo que aquellos que no tuvieron que ver en absoluto, de alguna forma también estuvieron vinculados con la guerra. La violencia no es solo lo que les sucede a algunas personas por la voluntad de otras, es el conjunto de relaciones que permiten que eso pase. Hay relaciones de desigualdad que son constitutivas de la base sobre la que muchas otras violencias también se dieron.

 

¿Cuál es el reto personal y académico luego de este informe testimonial?

 

El trabajo de la Comisión es un cierre de un proceso muy largo. Muchos años dedicados al estudio del horror, de las violencias estatales, de los campos de concentración, de las razas y cerrar como miembro de una Comisión es una monumental ventaja. En la medida en que la Comisión es un cierre también es una apertura en el campo de las artes sonoras, pues ya no me veo como estaba antes.
 

 


Los relatos recopilados incluyen también vivencias en regiones de difícil acceso. Foto: Comisión de la Verdad.



 

Escrito por:

Lina Fernanda Sanchez Alvarado