En marzo de 2011, Anne Marie Losonczy, antropóloga, presenció la exhumación de nueve cuerpos de indígenas emberá katío cerca de una aldea del río Juradó del Chocó, que habían sido asesinados por un grupo paramilitar en 1999. En su relato cuenta que hubo un ritual corto hecho de llantos y lamentaciones fúnebres, luego todos los indígenas se escondieron en sus casas, no sin antes advertirle al equipo forense: “El espíritu de los muertos busca el conflicto con el ama de los vivos”. Después el silencio se apoderó del lugar.

Y es que para los emberá katío la práctica de exhumación no es común, pues en su cosmogonía se trata de la reemergencia de espíritus imposibles de controlar, incluso, a través del chamanismo. Losonczy agrega que las exhumaciones condensan escalas entre el silencio y la palabra, lo global y lo local y las víctimas legítimas y las ilegítimas.
Estos contextos de posconflicto nos hablan sobre transformaciones entre la vida y la muerte, la guerra y la no guerra- Alhena Caicedo, profesora del Departamento de Antropología, de la Universidad de los Andes

“Hay un momento en el posconflicto en que estas víctimas salen a la superficie en exhumaciones de restos o también de documentos”, agrega la investigadora y compiladora del libro “Retorno de cuerpos, recorrido de almas”, de Ediciones Uniandes y que contó con el apoyo de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes. Una mirada antropológica que desde la etnografía hace una lectura diversa de las exhumaciones y duelos colectivos en América Latina y España.

Son procesos que se han dado en medio de contextos violentos y que buscan restaurar la dignidad del difunto, apaciguar a los familiares y también permitir la reconciliación nacional. Las exhumaciones son analizadas en esta publicación como acontecimientos que condesan desafíos y conflictividades, donde los muertos son actores sociales y donde los límites entre la vida y la muerte se desdibujan.

Presentación del libro "Retorno de cuerpos, recorrido de almas", de ediciones Uniandes.


Como en el caso emberá katío, la “mala muerte” atraviesa todo el continente americano y estos muertos son vistos como portadores de otra vida, de la que los vivos también son responsables. Cuando estos rituales de desapego no tienen su lugar, las exhumaciones son un acontecimiento que articula el luto personal, el familiar y la memoria; y que es capaz de aliviar la incertidumbre.

Alhena Caicedo, profesora del Departamento de Antropología de Los Andes, cuenta que este libro no deja impune al lector y muestra, gracias a la etnografía, la capacidad de las comunidades de “remendar” sus vidas, pasando a otro plano y entendiendo cómo la violencia puede ser vivida de manera diferente. “Es un homenaje también a la inventiva de estos grupos que se mueven en contextos tan complejos”, complementa Losonczy.

 
Son siete relatos que destacan el esfuerzo simbólico para darle identidad a los restos en Guatemala, a través de expresiones propias de los grupos indígenas y el fenómeno de espectacularización de las exhumaciones en Perú para apalancar las demandas de derechos hacia el Estado.

Los casos de Perú y España en la que soñar con los muertos se convierte en una vía que reactiva el discurso público y “la muerte inconclusa” que dejó la dictadura argentina y que se considera una figura de resistencia política.

El texto reflexiona sobre cómo entender estas exhumaciones que interpelan en diferentes dimensiones. La profesora Alhena Caicedo dice que el dolor colectivo y su reconocimiento en manos del Estado impulsa ideas de reconciliación nacional y con esta se puede dar una cierta metabolización del conflicto. “A escala local es intentar entender desde abajo hacia arriba la reconfiguración del sentido de la muerte y cómo esta reivindica la dignidad”.
 
El trabajo del/a antropólogo/a debe centrarse sobre las víctimas. Hacer oír la voz de aquellos que se callan o que hacen callar- Anne Marie Losonczy, profesora emérita de la Universidad Libre de Bruselas.