Redescubriendo la Sierra Nevada de Santa Marta
Profesor e investigador de Los Andes trabaja en fortalecer el conocimiento de la arquitectura prehispánica en la zona.En la década del 70 es descubierta para la ciencia Ciudad Perdida, el antiguo sitio arqueológico de la cultura prehispánica tayrona y hoy lugar sagrado de la etnia kogui, en el norte de Colombia. El hallazgo lo realiza el equipo de arqueólogos del Instituto Colombiano de Antropología e Historia – ICANH – compuesto por Gilberto Cadavid y Luisa Fernanda Herrera, con la información suministrada por guaqueros de la zona. Aquella exploración realizada en la Sierra Nevada de Santa Marta permite ubicar en aquel momento a más de 217 sitios arqueológicos. Sin embargo, hoy se estima que en la zona puede haber más de 500 lugares de características similares que no han sido hallados o documentados.
Tras esos sitios antiguos va el arquitecto y antropólogo Eduardo Mazuera Nieto, profesor del Departamento de Arquitectura de Los Andes, quien busca aportar a la construcción de la historia arquitectónica de estos asentamientos prehispánicos. Mediante investigación y trabajo de campo, se realiza la búsqueda, localización, identificación, delimitación, descripción y caracterización de este tipo de lugares para analizar su función dentro de un sistema territorial más amplio. Es una labor que ha sido relativamente poco desarrollada por las dificultades de accesibilidad o problemas de seguridad en la zona, lo cual ha resultado en grandes vacíos sobre la información de estos sitios.
Koskunguena es uno de ellos, un antiguo poblado tayrona que corre a lo largo de un camino prehispánico y que se extiende por casi tres kilómetros de longitud a orillas del río Buritaca. Mazuera empieza a seguir el rastro al asentamiento desde 2011 y a partir de allí realiza varias visitas al lugar en busca de elementos para elaborar su historia arquitectónica. Se realiza el levantamiento topográfico del lugar generando un mapa de la vasta zona y la identificación de ruinas prehispánicas.
“A la hora de clasificar estos asentamientos prehispánicos es difícil establecer constancias porque cada uno es diferente en forma, tamaño, distribución y relación espacial de sus estructuras. Todas se adaptan perfectamente al territorio sin seguir un trazo o modelo predeterminado o establecido”, dice el profesor e investigador, quien explica que la forma en que las culturas prehispánicas de la Sierra Nevada de Santa Marta se adaptaron al territorio y lo poblaron es muy diferente a lo que conocemos en urbanismo occidental.
La ocupación del territorio en esta zona durante la época prehispánica, se apoya en la red de caminos que se extiende por la montaña. En relativas cortas distancias aparecen diferentes asentamientos de variados tamaños, que permiten el intercambio de productos entre la costa y la sierra, según investigaciones anteriores como las de Carl Langebaek, Augusto Oyuela, Felipe Cárdenas y Santiago Giraldo.
Las estructuras que sobreviven hasta hoy son algunas escaleras, pequeños puentes sobre quebradas, caminos, muros de contención, terrazas y anillos o basamentos sobre los cuales estaban las viviendas de madera y de techo de hojas de palma. “Esas fibras vegetales ya han desaparecido pero quedan los vestigios en piedra que es donde se encuentra la mayor cantidad de información, por la forma en que se adaptan al territorio”, agrega el profesor Mazuera.
Para la nueva temporada de campo que se realiza en junio, tiene previsto documentar otro asentamiento prehispánico llamado El Congo, al occidente de la Sierra Nevada, en la cuenca del río Frío. Con la información que espera reunir, piensa continuar armando el rompecabezas de antiguos poblados, caminos y demás sitios arqueológicos que permitan comprender mejor las relaciones entre diferentes zonas del territorio prehispánico. Lo anterior, con el objeto de aportar a la construcción de la historia de la arquitectura y consecuentemente valorar estos vestigios del pasado.
Los hallazgos en Koskunguena le han dado muchas pistas, al mismo tiempo que han generado incertidumbres. ¿Existió un sistema de comunicación visual entre los asentamientos? ¿Con qué conocimientos de ingeniería hidráulica contaban para el eficaz manejo de aguas lluvia? Estas y más preguntas están siendo estudiadas en el proyecto a través de los vestigios arqueológicos de ruinas arquitectónicas del periodo prehispánico.
El profesor Mazuera explora la posibilidad de que los antiguos asentamientos de la zona hayan tenido una conexión visual como forma de comunicación. Explica a manera de analogía que entre algunos puntos estratégicos del sur de España, así como en el norte de África o en Gran Bretaña, los pueblos contaba con torres de observación que funcionaban como puntos de vigilancia. Incluso a diez o doce kilómetros de distancia podían establecer algún tipo de comunicación visual mediante fuego en la noche o columnas de humo en el día, como señales de alerta.
“La forma en que estos asentamientos prehispánicos se ubican en la montaña, por lo general, coincide con los filos de las serranías, en la parte más alta, donde hay una buena visibilidad del área, acceso al agua y mejor ventilación (porque el clima es bastante cálido)”, agrega Mazuera.
Otro de los elementos que llama la atención del investigador es el manejo de aguas lluvias. “Estos lugares están construidos de tal forma que incluso después de una tormenta o de un fuerte aguacero, toda el agua lluvia escurre y es evacuada eficientemente por sistemas de drenaje, canales o por muros de contención diseñados de tal forma que el agua no se estanca en las estructuras, sino que esta queda prácticamente seca”, señala el magíster en Historia y en Restauración del Patrimonio Arquitectónico.
Sobre el investigador
La Sierra Nevada de Santa Marta siempre ha estado presente en la vida de Eduardo Mazuera. Los paseos familiares en su infancia y las vacaciones universitarias lo han atraído siempre a esta zona. Mientras estudiaba Arquitectura en Los Andes, continuó con la opción en Antropología y completó esa nueva carrera siguiéndole siempre la pista a la Sierra Nevada. De hecho su trabajo de grado se orientó a develar las diferentes funciones que podrían tener los caminos prehispánicos.
Fue editor de la revista DEARQ durante cinco años, lleva catorce como profesor de Los Andes en la Facultad de Arquitectura y Diseño, dos de ellos de planta. Su proyecto denominado ‘Arquitectura prehispánica para la construcción de identidad y apropiación social del territorio’ es apoyado por el Fondo de Apoyo para Profesores Asistentes – FAPA. A través de su proyecto de investigación, busca divulgar la existencia de estos lugares prehispánicos y evidenciar su importancia como fuente de información para investigaciones futuras y para el aprovechamiento de un turismo cultural responsable en la región.