La educación de calidad transforma vidas. La educación de calidad transforma vidas. La educación de calidad transforma vidas.

Hay que repetirlo hasta el cansancio.

Ese es el camino, el mismo que recorrió Laura Lizzette Arroyo Cruzco, y que han andado muchos otros jóvenes valientes y soñadores, quienes nacieron con el partido 3-0 en contra y a punta de talento y lucha le dieron la vuelta al marcador. Con pocos privilegios en la bolsa, se inventaron su propia fortuna, le torcieron la mano a la suerte para ser artífices de sus oportunidades, cambiar sus vidas y las de sus entornos.

Se podría pensar equívocamente que este ha sido un recorrido placentero, sin obstáculos ni sobresaltos. Tal vez por las satisfacciones ha sido un camino de rosas, pero por el sacrificio, ha estado lleno de espinas. 

Laura nació en Agustín Codazzi, un municipio al sur del departamento del Cesar, a 818 kilómetros de Bogotá. Allí vivió hasta los 16 años. Por esa época se repetía en sus noches un sueño constante y premonitorio: estudiar en la Universidad de los Andes. “Acceder a la universidad de mis sueños iba a ser casi imposible, si los costos financieros los tenían que asumir mis padres o yo”, recuerda.

Por eso, en 2016, logró el mejor puntaje de las Pruebas Saber 11 en la historia de su municipio y uno de los mejores del Cesar. Allí se abrió una ventana de oportunidad.

Durante la presidencia de Juan Manuel Santos, al inicio de su segundo periodo (2014), el Gobierno de Colombia lanzó una iniciativa que tenía como objetivo brindar oportunidades de educación superior en las instituciones de alta calidad a 10 mil jóvenes bachilleres por año; con alto rendimiento académico certificado a través de las pruebas de Estado, pero pertenecientes a familias clasificadas en los niveles más bajos del Sistema de Selección de Beneficiarios para Programas Sociales (SISBEN). Este programa se llamó “Ser Pilo Paga” (SPP).

SPP fue el tiquete dorado de Laura. “Marcó mi vida en dos”, expresa, pues le permitió en 2017 cursar doble carrera en Ingeniería Civil e Ingeniería Ambiental en la Universidad de los Andes.

De acuerdo con la profesora de Sociología, María José Álvarez, quien lleva casi una década inmersa en el estudio de las políticas públicas y las intervenciones en general que puedan disminuir la desigualdad y aumentar el bienestar, SPP significó una ruptura con las relaciones de clase existentes en Colombia, caracterizadas por una enorme desigualdad y fragmentación. Pues en nuestro país, las interacciones entre clases son muy limitadas debido a que las personas de clases más bajas raramente llegan a la universidad, principalmente por razones de calidad educativa e ingresos. Este programa permitió que personas de diferentes orígenes sociales compartieran el mismo salón de clase en universidades de élite, algo que antes solo ocurría excepcionalmente y casi nunca en estas instituciones, que estaban reservadas para la clase alta.

La educación superior en Colombia tiene un papel crucial tanto en la reducción como en la reproducción de la desigualdad, explica, además, Álvarez. En su forma actual, la educación superior de calidad es accesible principalmente para personas con antecedentes de privilegio, perpetuando la desigualdad. Sin embargo, programas como SPP tenían el potencial de transformar esta realidad al abrir oportunidades para personas de clases sociales más bajas. Obtener un título de educación superior de calidad puede cambiar significativamente la trayectoria de un individuo y su familia, además puede proporcionar mejores empleos y salarios, en contraste con solo tener educación secundaria.
“En Colombia, dime qué educación tiene tu mamá y te diré qué educación tienes tú”: María José Álvarez, profesora de la Facultad de Ciencias Sociales.

 

Un camino de rosas, lleno de espinas

Cualquiera podría caer en la tentación de darles más importancia a los episodios de satisfacción y éxito personal que tiene una historia de superación, restándole importancia a las numerosas barreras (visibles e invisibles), que hicieron que muchos de estos jóvenes pilos claudicaran.

Pocos apoyan y ven el drama del proceso, muchos están cuando se cruza la meta y se alcanzan los aplausos de los resultados.

4.347 partícipes de este programa desertaron, a corte de 2022, según datos del ICETEX. Quedaron con deudas enormes, pues era un crédito condonable, que se hacía efectivo al momento de cumplir con todos los requisitos.

En este periodo en que estos jóvenes talentos ingresaban al programa tenían que encarar una serie de desafíos que podrían a prueba su talante. La profesora María José Álvarez expuso las características de estas barreras, y destacó los obstáculos que dificultaron el éxito académico en la educación superior de estos pilos y pilas.

La calidad educativa, una competencia desigual. Los estudiantes de SSP, provenientes en su mayoría de colegios públicos, se enfrentaron a un choque con la realidad al ingresar a las universidades. Aunque muchos de ellos eran los mejores en sus colegios, la competencia se volvía feroz al compararse con compañeros que habían recibido una educación de mayor calidad en colegios bilingües o privados. La disparidad en áreas clave como las matemáticas se hacía evidente, dejando a estos jóvenes en desventaja desde el inicio.

De igual modo, la integración al ambiente educativo fue otro desafío crucial. Los estudiantes de clase trabajadora o clases populares solían encontrar más difícil establecer amistades y redes de apoyo. La falta de conexiones previas agravaba esta situación. Mientras que, generalmente, los alumnos de colegios privados ya conocían a varios compañeros antes de comenzar la universidad, los estudiantes de esta iniciativa gubernamental a menudo llegaban sin conocer a nadie, lo que incrementaba su aislamiento y la probabilidad de deserción.

Las barreras invisibles del currículum oculto, una realidad persistente. Las universidades, en su afán de ofrecer la mejor educación, asumían que todos los estudiantes poseían las mismas habilidades y condiciones, como el dominio del inglés. Sin embargo, no todos los alumnos tenían acceso a este tipo de formación previa, un obstáculo significativo para muchos. Además, en algunos casos, los horarios de clase no consideraban las largas distancias que algunos estudiantes debían recorrer, otra capa más de dificultad.

Finalmente, la lucha por sobresalir en la universidad venía acompañada de altos costos personales. Los estudiantes de SPP se veían obligados a hacer sacrificios significativos, como limitar su vida social y actividades extracurriculares para enfocarse en sus estudios. Esta presión constante para mantener un rendimiento académico elevado les impuso una carga emocional y económica considerable.

Laura, por ejemplo, explica que lo más difícil de su camino fue estar lejos de su familia y amigos.

“Creo que uno de los mayores retos invisibles era la parte emocional. Estar lejos de mis padres, mis hermanos, mis amigos y de la vida que tenía antes de llegar a la Universidad de los Andes”, aclara. Además, tuvo que aprender a transportarse en Bogotá, pues nunca antes había andado en bus —evoca ella—; también aprendió a ser independiente, a llevar a cabo todas las tareas del hogar, a la par de hacer malabares con sus estudios y trabajos extra. “Como en quinto semestre, tenía dos monitorías, 25 créditos por los dos pregrados, todas las responsabilidades de la casa, estaba muy atareada, y al llegar a la casa en la noche y hablar con mis papás por videollamada, me fortalecía y me hacía ver que todo valía la pena”.

Inspirar a los demás a alcanzar nuevos niveles


Foto por: Daniel Álvarez

Al finalizar el mandato del expresidente Santos en 2014, el presidente entrante, Iván Duque, lanzó en 2018, Generación E, como una evolución y respuesta a las críticas y desafíos del programa implementado en el gobierno anterior.

Por esos años, la composición de Uniandes cambió cuando casi un tercio de la población estudiantil provino de hogares estratos 1, 2 y 3, mientras que antes solo representaban el 5 %.

Esto incrementó la diversidad en términos de clase y origen geográfico. Así mismo, proporcionó un ambiente enriquecedor para todos los estudiantes, explica la profesora María José. Sin embargo, agrega, con el fin del programa, la diversidad disminuyó notablemente debido a la falta de fondos para becas. La mezcla de estudiantes de diferentes trasfondos trajo aprendizaje y apreciación mutua, lo que se ha perdido de estas iniciativas.

No obstante, historias como las de nuestra protagonista se convierten en espejos que multiplican el progreso.

El ejemplo de Laura inspiró a su hermano Sergio Andrés, de 18 años, quien resultó ser tan aplicado como su hermana, pues actualmente cursa doble titulación en Los Andes, en los programas de Ingeniería Eléctrica y Electrónica, como beneficiario de Generación E.

Por otra parte, el peso que tiene el capital social en el ascenso social, se basa en el conjunto de relaciones que se construyen en el camino, detalla María José Álvarez.

Tras finalizar sus pregrados en 2021, Laura realizó la Maestría en Ingeniería Civil con énfasis en Transporte, experiencia que le permitió vincularse como asociada de desarrollo de negocios en VGMobility, una prestigiosa empresa que se encarga de desarrollar, invertir, gestionar proyectos de movilidad cero emisiones, la cual tiene presencia en Colombia y Chile.

“Estoy en el trabajo de mis sueños haciendo lo que me gusta y no lo que me toca”, expresa orgullosa. Otra de las muestras de cómo su paso por Los Andes potenció su proyecto de vida.

Con su relato queda claro que la educación de calidad es el canal para avanzar en la vida, el que permite liberar el máximo potencial de las personas y ayuda a encontrar un propósito: “es el camino para brillar y sentirte orgulloso de quién eres”, dice Arroyo.

“El objetivo ahora es ampliar ese canal para que no solo los más talentosos accedan a las mejores universidades y puedan transformar sus vidas, sino que puedan ingresar los otros jóvenes que tienen el anhelo de llegar a la educación superior de alta calidad”, concluye la profesora María José Álvarez.
Escrito por:

Luis Felipe Laverde Salamanca

Periodista