El camino de la modernidad
Artistas y profesores uniandinos fueron determinantes en la irrupción y el esplendor del arte moderno en el país.A mediados del siglo pasado, el arte colombiano comenzó a tener una visibilidad sin precedentes. En parte, debido a la creación de los Salones Nacionales, instituidos en 1940 por Jorge Eliécer Gaitán, el entonces ministro de Educación del presidente Eduardo Santos; y en parte, por la llegada a Colombia de Marta Traba y la promoción de un grupo de artistas que renovaría los vientos de creación y pondría a Colombia en la vanguardia artística internacional.
“Antes de la llegada de Traba al país, el arte colombiano estaba divido entre un academicismo y un nacionalismo de corte americanista. Es decir, la tradición del arte académico aún imperaba, pero ya había toda una generación de artistas que iba en contravía de los ideales académicos. Dicha generación se conoció como los Bachué. Este grupo de artistas trabajaba en un estilo figurativo y realista con temáticas nacionalistas: alusión a deidades pre-hispánicas como Bachué, representación de la vida de los campesinos, las costumbres locales”, explica Ana María Franco, profesora asociada del Departamento de Historia del Arte.
Traba, quien arribó a Colombia en 1954 procedente de su natal Argentina, propuso una nueva manera de entender la creación que no consistiera solo en la imitación de la modernidad impulsada desde Europa y Estados Unidos.
En consecuencia, organizó la crítica en función de encontrarles a los artistas colombianos un camino hacia la construcción de una identidad. En principio, su trabajo se concentró en divulgar la historia del arte y masificar la crítica por medio de espacios televisivos como El museo imaginario (1955), Una visita a los museos (1955) y El ABC del arte (1956), en los que trabajó como guionista y en algunos casos como presentadora.
Traba consideraba que la crítica de arte era un servicio a la comunidad y que la principal labor de los críticos era orientar a los artistas jóvenes, explicar sus obras y señalar fortalezas y debilidades. Buscaba que los artistas y el público no se subordinaran a las tradiciones europeas y estadounidenses, sino que exaltaran la condición latinoamericana en su más amplio contexto. Con esta idea en mente, montó el “Primer curso de extensión cultural televisado”, un programa en el que Traba daba clases de historia del arte que abarcaban desde la prehistoria hasta el arte moderno.
Ella misma aseguró que llegó a tener 640 alumnos de todas partes del país. Sin embargo, su otra gran labor fue impulsar las carreras de un grupo de artistas brillantes con los que el arte colombiano ingresaría a la modernidad, así como organizar la institucionalidad con, por ejemplo, la fundación del Museo de Arte Moderno de Bogotá, en 1962, y la docencia en las aulas de la Universidad de los Andes, donde encontró eco en artistas y profesores como Juan Antonio Roda, Santiago Cárdenas, Beatriz González y Luis Caballero, protagonistas, entre muchos otros, de un boom artístico que corrió paralelo al de la literatura. “De alguna manera podría decirse que uno de los aportes fundamentales de Traba al arte colombiano fue su internacionalización, en el sentido de que impulsó corrientes y artistas que estaban en sintonía con desarrollos artísticos internacionales de la época”, explica la profesora Franco.
JUAN ANTONIO RODA (1921-2003)
Español de nacimiento y formado en Barcelona, llegó a Colombia en 1955, a los 34 años, motivado por el amor hacia la escritora colombiana María Fornaguera, a quien había conocido en París. Tras moverse con solvencia en el grabado y la pintura; influenciado por igual de clásicos como Velásquez, Rembrandt y Goya, así como de modernos como Chagall, Picasso y Matisse; nutrido por el arte abstracto, por la pintura figurativa y el expresionismo, Roda se convirtió en un paradigma para las nuevas generaciones de artistas colombianos. Entre 1961 y 1974, ofició como director de la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de los Andes, un periodo especialmente prolífico en la formación de creadores, entre ellos Luis Caballero, Beatriz González y María de la Paz Jaramillo, solo por citar algunos ejemplos. Desde su cargo, Roda optó por mantener un contacto permanente con las corrientes de arte internacional. Y lo logró, en parte, contratando artistas nacionales que habían estudiado en el exterior, como David Consuegra y Santiago Cárdenas, egresados de la Universidad de Yale. Roda fue, en 1963, el primer pintor en exponer en el Museo de Arte Moderno de Bogotá.
SANTIAGO CÁRDENAS (1937)
Con una carrera de más de 50 años, el bogotano Santiago Cárdenas fue cercano al expresionismo abstracto y el arte pop estadounidense durante sus años de estudiante en New York. Sin embargo, él mismo sostiene que su pintura representa a Colombia y Latinoamérica, y rechaza que se le vincule con el hiperrealismo norteamericano. De regreso al país, en 1966, Cárdenas se convirtió en profesor de la Universidad de los Andes y, junto con Roda, fue uno de los primeros artistas nacionales en exponer en el Museo de Arte Moderno, apoyado por Marta Traba. Lo hizo en 1968, con la exposición Espacio ambientes, considerada como uno de los eventos centrales en la aparición del arte conceptual en Colombia. Sus obras se han expuesto en el Museo Rufino Tamayo, de México; el Museo de Arte Moderno de Santiago de Chile; el Museo Prints de Noruega; el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro y el Museo de Bellas Artes de Caracas.
BEATRIZ GONZÁLEZ (1938)
Nacida en Bucaramanga, integró una de las primeras generaciones de artistas egresados de la Universidad de los Andes. Entró en 1959 y recibió el diploma de maestra en Bellas Artes en 1962. González fue la primera artista joven que se presentó en el Museo de Arte Moderno de Bogotá, en 1964. En 1965 presentó allí mismo una de sus obras más emblemáticas: Los suicidas del Sisga. Esta obra fue el resultado de unas alteraciones cromáticas a la fotografía de una pareja que se botó del Salto Tequendama, publicada en el diario El Tiempo. De hecho, gran parte de la obra de Beatriz González está construida sobre imágenes de prensa que transforma a través del dibujo, la pintura, la gráfica y la escultura, como una manera de denunciar la violencia y la injusticia, pero, sobre todo, para hacer perceptible el dolor que causan en la sociedad. “Su interés por la violencia en el país también está relacionado con el arte conceptual en Colombia y el interés de los artistas de hacer denuncia política a través del arte. No creo que esto haya creado per se una corriente como tal. González más bien ha sido influyente para muchos artistas después de ella”, añade la profesora Franco. Además de lienzo y el papel, utiliza soportes como láminas de metal, mesas, sillas, camas, cunas y hasta cortinas de baño para comunicarse. Entre 1972 y 1986, González dirigió el departamento de Educación del Museo de Arte Moderno de Bogotá. Desde ese cargo, desarrolló una escuela de guías para niños y para el público en general, con el objetivo de formar y familiarizar al público con el arte. Entre las personas que participaron en este programa se encontraba Doris Salcedo, una de las más notables artistas de la siguiente generación.
LUIS CABALLERO (1943-1995)
Caballero inició sus estudios de arte en la Universidad de los Andes en 1961, pero terminó su formación en la Academia de la Grande Chaumiere, de París. Al regresar, se vinculó a Los Andes como profesor de la escuela de Bellas Artes, estimulado por Marta Traba y Juan Antonio Roda, quienes hacían parte de la planta de docentes. Paralelamente construyó una sólida carrera en el estudio del cuerpo humano, bien fuera al óleo o al carboncillo. Sus figuras masculinas, confundidas entre el dolor y el éxtasis, lo hicieron reconocido no solo en Colombia sino en toda Latinoamérica. Influenciado por la Grecia Antigua y el Renacimiento italiano, forjó sin embargo un cuerpo humano distinto del héroe griego o del místico católico. Sin duda, uno de los mejores dibujantes de una generación de dibujantes