En el Movistar Arena se escucharon uno a uno los nombres de los nuevos profesionales egresados de la Universidad de los Andes. Mientras tanto, en las graderías había una explosión de alegría, llena de emoción y orgullo. Un hijo, un hermano, un nieto o un amigo se estaba graduando. 
 

Una mezcla de nervios y alegría 
 

La jornada empezó temprano ese 27 de abril. Los graduandos llegaron al bar Índigo dónde, además de un café, se tomaron fotos y se hicieron videos 360 con los amigos que habían compartido esos últimos años de universidad. Con la llegada de cada uno, había una nueva sonrisa, un efusivo abrazo cargado de alegría por cumplir una meta, pero con algo de melancolía y expectativa de lo que vendrá. 

 

En el bar había una larga mesa donde se exhibían cientos de rostros, los graduandos buscaron el suyo y tomaron el carné que los acreditaba cómo egresados, con el que seguirán disfrutando de la Universidad, ya en otra etapa de sus vidas, con otras expectativas, pero sabiendo que son Uniandinos para el resto de sus vidas. 


La ceremonia 

 

Las estrellas de ese día caminaron por un tapete rojo hacia la platea del coliseo. Desde las tribunas los familiares utilizaban las linternas de sus celulares para que los ubicaran, o gritaban sus nombres para recordarles que estaban allí, que seguían apoyándolos hasta el último día de sus estudios de pregrado. 



El himno de la Universidad sonó en el escenario dando inicio a la ceremonia. La rectora Raquel Bernal felicitó a los graduandos y en sus palabras resaltó el papel de las mujeres en la sociedad y la necesidad de buscar la equidad de género. 

“Eso requiere que también las mujeres tengamos la fuerza de pedir igualdad, no porque queremos dominar, sino porque entendemos que la suma es más poderosa que las individualidades”, dijo la rectora. 

El orador invitado fue Raúl Rodríguez Barocio, vicepresidente asociado de Internacionalización del Tecnológico de Monterrey, quien en su visita a Colombia dijo haber sentido esperanza – un sentimiento que cree escasea en estos tiempos– al conocer algunos entusiastas jóvenes investigadores en los laboratorios de Los Andes. 
 


La familia, el orgullo 

 

Una graduación es un momento emotivo y eso se vivía en cada rincón del Movistar. Las familias reunidas recordaban también a los que no estaban allí. Doña María Waldina, en medio de la alegría por el grado de su nieto, recordó a don Carlos Abel, su esposo fallecido hace menos de un año. Sabía que a él le hubiera encantado estar allí, por eso llegó una hora antes del inicio para ver a su nieto Carlos Mauricio recibir la doble titulación en Historia y Economía

 Allí también estaba la Familia Santos, cuyo hijo se graduaba de Economía gracias a la beca Quiero Estudiar. También estaban los Rincón, que contaron como su hija Gabriela estudió diseño siguiendo sus preferencias y talento, a pesar de que tuvo la presión de quienes insistían que lo aprovechara en una carrera distinta.  



En el escenario, Diego Córdoba Mallarino, miembro permanente del Consejo Superior, recomendaba a los graduandos tomar riesgos y a emprender: “Como ciudadanos del mundo que son, piensen en soluciones globales con aproximaciones locales y sean siempre respetuosos”. 

Para la ceremonia de la mañana y la tarde fueron seleccionados a través de un concurso abierto dos oradores: Daniela Callejas Ramírez del programa de Música y Francisco Antonio Mazo Salazar del pregrado en Gobierno y Asuntos Públicos. Los estudiantes, además de coincidir en la frescura de sus palabras, también lo hicieron en invitar a sus compañeros a aprender de las dificultades que enfrentarán, pero de las que podrán sacar provecho en sus profesiones. 

Mazo, quien llevaba bordado en su saco el mapa del departamento del Chocó, donde nació, invitó a los nuevos profesionales a trabajar por las regiones y a la academia a unir esfuerzos con las autoridades locales para reducir la vulnerabilidad de las regiones con dificultades socioeconómicas. 



En un escenario como este no faltó la música, que estuvo a cargo del ensamble de jazz de la Universidad de los Andes, dirigido por el maestro Jonathan Krause, que interpretó desde clásicos como Song for my father de Horace Silver, hasta piezas de miembros de la familia uniandina como Mompox Blues del maestro Óscar Acevedo. 

Para terminar la ceremonia llegó Séneca, la mascota de la Universidad, que apareció en el escenario para felicitar a los recién graduados. Y después de una lluvia de serpentinas, las familias se encontraron para darse un abrazo, tomarse una foto y seguir celebrando el final de esta etapa y el inicio de una vida profesional, seguramente, tan emocionante y enriquecedora como la que vivieron durante sus estudios de pregrado. 

Grados Uniandes 2023 -1

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