Vocación, pasión y esperanza vestidas de blanco
Angélica Pachón Bueno, Magíster en Salud Pública de la Escuela de Gobierno, coordinó de manera exitosa el departamento de nutrición de la Clínica de la Universidad de la Sabana, en la pandemia.Angélica Pachón Bueno, es Magíster en Salud Pública de la Escuela de Gobierno de Uniandes. Durante la maestría participó en una simulación de hacedores de política (NASPAA) en 2018 cuyo tema fue: ‘¿Estás preparado para la próxima Pandemia?’, “en ese entonces nada de esto se veía venir”, recuerda.
Angélica es la coordinadora del departamento de nutrición de la Clínica Universidad de la Sabana, ubicado en Chía Cundinamarca. Cuando llegó la pandemia por La Covid-19, ella fue la encargada de realizar soporte nutricional a los pacientes con requerimiento de atención UCI. “Fue un reto porque estaba el tema personal, el asistencial y el profesional”, afirma Angélica.
Aunque la atención de la Clínica está principalmente orientada a atender población de la región de la sabana, los casos positivos de Covid-19 que no lograban ser atendidos en Bogotá por no disponibilidad de camas, comenzaron a ser remitidos a la Clínica donde trabaja Angélica y, en pocos días, los pacientes superaron por mucho la cotidianidad del hospital. “Las jornadas, los horarios y la carga emocional de tener personas a cargo fueron temas complejos de manejar porque se empezaron a ver afectadas las dinámicas de las familias y las relaciones personales”, cuenta Angélica.
Retomar las herramientas de gestión que Angélica había aprendido en la maestría, y en aquella simulación que parecía ser la preparación para esta nueva realidad que enfrentó, le permitió entender la dimensión real de una pandemia. Recordó y comprendió que por más difícil que estuviera la situación, la pandemia no duraría para siempre. Entonces, esa visión le procuró el aliento que necesitaba para seguir adelante y no desalentarse ante lo presente. Hoy, Angélica se considera una persona resiliente, conversa de manera tranquila, analítica y metódica; características que le facilitan ver las dificultades de manera objetiva.
Aterrizar un plan, organizar y liderar un grupo, acondicionar el trabajo con los recursos que disponían y entender las emociones del equipo fueron trabajos duros que Angélica trataba de manejar de la mejor manera en aquel momento y que aún persiste en una dimensión menor. A pesar de que muchas veces el ambiente era de desánimo, tristeza y angustia por sentir y ver la muerte tan cerca, Angélica le apostó todo a comprender y apoyar a su grupo de trabajo. Logró que su equipo pudiera atender sus situaciones personales, de manera que se redujera la tensión por atender a sus familias y a la vez continuar de la manera más “relajada” posible, cumpliendo con las responsabilidades laborales al ser parte del único gremio que debía seguir laborando de manera presencial. “Entender como los demás afrontaban su situación me hizo más humana”, comenta Angélica.
Ver y sentir como la gente responsabilizaba a los médicos y al personal de la salud por la vida de sus seres queridos, fue otro de los capítulos que experimentó Angélica, al que se sumaron el miedo y la tensión porque ella y su equipo también estuvieron expuestos a la discriminación cuando de camino a sus casas, luego de cumplir con sus horarios y de estar combatiendo el virus en primera línea, en la calle los evitaban y agredían.
Angélica en ese entonces vivía con su mamá y sus hermanos. Cuando comenzó la pandemia por La Covid-19 se vio obligada a irse a vivir sola para no exponer a su madre a un contagio. A finales de 2020 se contagió lo cual puso un freno a las carreras y angustias del día a día. Aunque fue duro el estar aislada físicamente en su mente estaba siempre la Clínica y su equipo. Regresó a la Clínica en enero de 2021.
Afrontar en medio de la soledad toda esa carga emocional hizo que buscará actividades de salud mental para mantener bajo control sus emociones y su estado físico. Leer libros, escuchar música y hacer ejercicio fueron algunas buenas prácticas que asumió.
Si algo impactó a Angélica en ese tiempo fue presenciar como la vocación y la pasión de los profesionales de la salud -independiente de su ocupación: médico, terapeuta, enfermera o auxiliar¬- están tan arraigadas en ellos. Ver cómo asistían al paciente o a su familiar en lo físico y emocional, dejando fuera de la Clínica sus problemas personales, para ser esa voz de aliento, esperanza y consuelo que todos necesitaban en ese entonces, cambió su vida. “No fue fácil... hubo momentos muy duros que uno no espera vivir... yo solo oraba y decía yo sé que algún día esto va a pasar y será un aprendizaje”, comenta.
Cuando estudió la maestría en Uniandes Angélica ingresó a la Tuna Femenina, un grupo de mujeres que aparte de compartir el amor por la música, también son amigas y viven la identidad de una Tuna (como una familia) brindando el apoyo a quien lo necesite, de la forma que sea. Los ensayos virtuales fueron un recurso valiosísimo que permitieron mantener el lazo de fraternidad en la Tuna, sin descuidar la disciplina por el estudio de las voces e instrumentos, haciendo honor a uno de los pilares de estas agrupaciones, el cual es el compromiso y el sentido de pertenencia.
“Debemos valorar la vida, creemos que por estar acá somos indestructibles...Ver cómo la expresión humana sale en los momentos difíciles es una lección que nos debe quedar a todos, no esperar a que haya una catástrofe, que alguien esté enfermo o pasando por una dificultad para valorar y fortalecer los vínculos, sino tratar de hacerlo frecuentemente y sacar tiempo a los espacios con los amigos, los hobbies, el crecimiento personal y la familia”, concluye Angélica sobre su experiencia de vida en medio de la pandemia.