Detrás del escenario: el crecimiento de la industria del entretenimiento en Colombia
Catalina Amador, es egresada de Música y Economía de la Universidad de los Andes, conversamos con ella sobre su recorrido en la industria del entretenimiento y las claves que han impulsado su crecimiento en Colombia.La industria del entretenimiento en Colombia ha visto un notable crecimiento en los últimos años, destacándose como un pilar cultural y económico en el país. Conversamos con Catalina Amador, egresada de Música y Economía de la Universidad de los Andes. Con experiencia en la gestión de proyectos dentro de las industrias del entretenimiento y los medios, Catalina ocupa el cargo de Senior Promoter y Directora de Isla Presenta en Páramo Presenta. Su trabajo en la producción de eventos y en la creación de alianzas estratégicas ha contribuido a la evolución de la escena musical en Colombia. Únete a nosotros en esta entrevista para explorar su visión sobre el futuro del entretenimiento en el país.
¿De dónde nace su pasión por la música y cómo decidió estudiar esta carrera?
Lo hermoso de la música es que todos tenemos una banda sonora personal; no solo quienes trabajamos en esta industria, sino que cada persona tiene una historia que contar en torno a una canción. Provengo de una familia melómana, donde la música sonaba desde que nos despertábamos hasta que nos acostábamos. Además, hay muchos músicos en mi familia a nivel profesional; mi abuelo, por ejemplo, era un gran pianista.
Estudié música con énfasis en producción de audio en Los Andes, y fui parte de la primera o segunda generación en graduarse de ese programa. Al mismo tiempo, siempre me interesó la parte más administrativa y financiera, lo que me llevó a iniciar estudios en economía.
¿Cómo se dio el vínculo entre música y economía?
Al finalizar ambas carreras, tenía claro que no me veía ejerciendo al 100% ninguna de ellas. No me consideraba una intérprete y mi vocación se inclinaba hacia otros aspectos, como hacer arreglos y estar más cerca de las bandas en el backstage.
La economía me fascinó, y sin duda volvería a estudiar ambas carreras. Sin embargo, tampoco me apasionaba tanto como para dedicarme exclusivamente a la economía pura y dura. Con el tiempo, por diversas circunstancias, creo que la vida te va marcando el destino, y es responsabilidad de uno seguir esas señales. Un poco antes de graduarme, mientras finalizaba mi tesis de producción de audio, empecé a tocar puertas. Tuve la suerte de encontrar a alguien que creyó en mí, alguien que vio en mí algo especial, a pesar de que en ese entonces era menos común encontrar personas con dos carreras como música y administración, música e ingeniería industrial, o música y economía. En ese momento éramos un poco más raros, pero esa persona me extendió la mano y así inicié mi carrera en la industria musical, hace ya casi 17 años.
¿Cómo llegó a Los Andes? ¿Considera que de alguna forma la cultura uniandina influyó en su desarrollo profesional?
Con la Universidad de los Andes siempre fue un tema aspiracional para mí, especialmente porque mis dos padres son Uniandinos. De hecho, ni siquiera consideré otras opciones. Comencé en estudios dirigidos, donde tomé algunas materias de derecho y un par de economía, aunque no muchas. Y así fue como llegué a la Universidad, y casi seis años después, me gradué. Como Música y Economista.
Estudié una carrera muy técnica como economía, y en el 2001, cuando empecé, la educación estaba muy orientada a formar a futuros ministros. Pero eso se complementó de manera maravillosa con una carrera tan artística y creativa como la música. No me identifiqué completamente ni con el tecnicismo ni con la creatividad; encontré una combinación hermosa que une la rigurosidad de un economista con la vena artística que tenemos quienes nos dedicamos a lo creativo. Creo que eso fue lo que la Universidad me ofreció: la oportunidad de combinar esos dos mundos, que a primera vista parecen opuestos.
¿Recuerda alguna persona, lugar o algún momento que destaca de su paso por la Universidad?
Después de tantos años, hay muchos recuerdos, pero lo que más valoro son las amistades que formé durante ese tiempo. Hoy en día, algunos de mis mejores amigos son de la Universidad de los Andes, aunque curiosamente, no todos estudiaron economía. De hecho, solo una de mis grandes amigas lo hizo. La mayoría de mis amigos vienen de carreras como administración, ingeniería o ingeniería industrial, y nos encontramos en los ciclos básicos que compartíamos.
Creo que lo más significativo de mi experiencia en la Universidad es esa construcción de redes y conexiones. Son esas relaciones las que realmente te marcan y te acompañan para toda la vida.
Mencionaba que, al terminar la carrera y entrar al mundo laboral, una persona le dio la mano al ver lo único de su perfil. ¿Cómo fue ese proceso de vinculación?
Fue un proceso muy empírico, la verdad. Comencé buscando números de teléfono y llamando uno a uno para ver quién me daba una oportunidad. Finalmente, esa persona me abrió las puertas, me dijo: "Pásate por mi oficina, me parece muy interesante tu perfil", y así empezó todo. Desde ese momento hasta hoy, casi dos décadas después, ha sido un proceso constante de ensayo y error.
Lo comento mucho acá también, dentro de la oficina y en nuestro círculo profesional. Los que ya tenemos más de 10 años en esta industria, sobre todo en el mundo de la promotora de eventos, no tuvimos una formación directa. No había carreras, no había diplomados, ni siquiera algún énfasis en Music Business, eso no estaba ni siquiera en el panorama. Nosotros hemos aprendido en la calle, como se dice, con ensayo y error, cayéndonos muchas veces. Lo bonito de todo esto es que hoy por hoy podemos transmitir ese conocimiento. Hoy en día, el mundo académico, para quienes quieren entrar en la industria musical, tiene muchas más herramientas de las que tuvimos nosotros.
Entonces, también se ha desempeñado como docente, ¿cómo fue esa experiencia para usted?
Durante muchos años dicté diplomados. Cuando recibí la primera invitación, a pesar de tener poco tiempo, me emocionó la idea. Nunca había sido docente más allá de un par de monitorias en la Universidad, pero me motivaba la oportunidad de devolver algo de lo que había aprendido a lo largo de los años. Nada de lo que hemos logrado ha sido fácil o regalado, así que poder compartir ese conocimiento me parecía muy valioso.
En la oficina, de hecho, tenemos personas que han pasado por los diplomados que hemos impartido algunos de nosotros, y es muy gratificante ver cómo hemos contribuido a construir y profesionalizar esta industria a lo largo del tiempo. Eso ha sido lo más enriquecedor de la experiencia docente.
Háblenos un poco de sus inicios en Páramo y los retos que enfrentó, especialmente porque se vinculó en medio de la pandemia, un momento donde no se permitía asistir, ni realizar eventos.
La historia de mi llegada a Páramo es muy bonita. Siempre fui colega de los socios y fundadores de la compañía, aunque como su competencia, siempre observándolos desde afuera. Siempre admiré lo que estaban haciendo por la industria del entretenimiento en vivo en el país.
Hubo varios intentos de unirme a la compañía, pero por X o Y motivo no se alineaban los factores. Finalmente, en 2019, justo antes de la pandemia, las cosas se alinearon, y encontramos una oportunidad para que yo pudiera integrarme. Curiosamente, cuando apenas estaba empezando y ni siquiera había hecho mi primer show con ellos, llegó la pandemia. Nos encerraron por dos años, y para nadie es un secreto que fuimos una de las industrias más golpeadas. En términos de recursos humanos, nos redujimos casi a una sexta parte de lo que éramos en marzo de 2020.
Fue un desafío enorme, porque llevábamos muchos años haciendo lo que mejor sabíamos hacer, y de repente nos sacaron a todos de nuestra zona de confort. Sin embargo, afortunadamente, pudimos seguir adelante, aunque nos tocó hacer de todo y ser muy creativos. Hicimos campos de verano virtuales, vendimos talleres a empresas, cualquier cosa que nos permitiera mantenernos a flote. Una de las primeras iniciativas fue organizar autoconciertos en el Parque Salitre Mágico, donde la gente no podía aplaudir, sino que pitaba desde sus carros. También realizamos muchos conciertos virtuales.
Al final, el mundo de los eventos volvió a la normalidad, y hoy en día estamos aquí, con un crecimiento que nadie se imaginaba en ese momento. Ahora contamos con una industria muy sólida a nivel latinoamericano.
Para la industria del entretenimiento en vivo fue un renacimiento. ¿A hoy cómo ve la escena musical en Colombia?
Creo que hay varios elementos que analizar. En mi opinión, la situación actual de la industria del entretenimiento en vivo en Colombia es la mejor en muchas décadas. Y esto obedece a varias razones.
En primer lugar, la Ley de Espectáculos de 2011, que nos facilitó a todos los promotores de eventos la realización de espectáculos. Obviamente, no todo es perfecto, pero se formalizó y reguló, en cierta medida, la realización de eventos a nivel tributario. Todo esto ayuda a dinamizar la industria y, sobre todo, a ponerle cifras. Creo firmemente, y esto va muy de la mano con mi visión, que es muy difícil desarrollar una industria cuando no se conocen sus cifras, cuando no se sabe lo que está pasando o lo que hace la competencia. La Ley de Espectáculos nos dio eso. Hoy en día sabemos cuánto se recauda a nivel de boletería a nivel nacional, lo que nos permite tomar decisiones informadas, como qué ciudades son más dinámicas, entre otros factores.
Por otro lado, está el surgimiento de recintos especializados en música, como el Movistar Arena, el Coliseo, entre otros. Estos son espacios técnicamente especializados, que brindan una experiencia muy única a la gente y hacen agradable la asistencia a espectáculos. Antes nos tocaba producir en potreros improvisados, donde instalábamos graderías o pabellones, y eso, más allá de ser un reto para nosotros como promotores, afectaba la experiencia del público.
Y, por supuesto, el tercer factor es el rezago de la pandemia. Nosotros vendemos un servicio o producto, si queremos llamarlo así, y la venta de estos productos responde a la escasez. En 2022, cuando finalmente se levantaron las restricciones de la pandemia, tras dos años de escasez, había hambre por entretenimiento. La gente quería ver a los artistas que no había podido ver en dos, tres o incluso cuatro años. Esto fue lo que permitió dinamizar la industria hasta el punto en el que estamos hoy.
Con la incorporación de nuevas tecnologías como la inteligencia artificial, ¿qué retos cree que enfrentará la industria a mediano plazo?
Siempre he creído que uno de los principales retos, y esto lo digo a título personal, es cómo enfrentamos el tema de la reventa a la luz del público. Aquí en Colombia no está regulada la reventa, no es sancionable.
El problema con la reventa no es que sea algo malo en sí. Esto funciona como cualquier producto: si yo voy a un almacén, me compro una lámpara y no me gusta, después puedo venderla en internet y está bien. El tema es que, al no estar regulada, no se puede controlar que no vayan a estafar al asistente. Hoy en día, los casos que tenemos es que la gente compra en cualquier portal y resulta estafada. Además, ¿cómo controlamos el exceso de precio? Si lo vemos, por ejemplo, en Estados Unidos, una boleta que comienza costando 100 dólares termina valiendo 500 o 1,000 dólares, y nadie controla eso. De hecho, uno entra a esos sitios de reventa y eso ocurre aun cuando en el sitio oficial de venta de boletas todavía hay disponibilidad.
Yo creo que este es uno de los más grandes retos, y afortunadamente tecnologías como el blockchain pueden empezar a ayudarnos a controlar esa situación.
Por ahora, no me preocupa tanto la inteligencia artificial. El concierto en vivo es el concierto en vivo, y quiero pensar que no vamos a reemplazar a un artista por una tecnología que toque canciones usando inteligencia artificial.
¿Qué expectativas tiene para los proyectos más cercanos? ¿Qué viene en el panorama de eventos?
Venimos con un festival muy lindo, que es nuestro Festival Cordillera, nuestro festival de sonidos latinos. Me emociona mucho porque, principalmente, lo que hago en Páramo Presenta es liderar una división que se llama Isla Presenta. Es el área encargada de todos los contenidos un poco más pop, más latinos, más adultos, y Cordillera es un bonito reflejo de lo que es Isla Presenta.
Tendremos también un contenido muy especial, una banda que se llama NCT Dream, que es una banda de kpop. También estamos apostando mucho por el desarrollo de ese género aquí en el mercado. Además, tenemos una gira gigantesca con un artista muy querido por todos los colombianos, Andrés Cepeda. Vamos a hacer su primer estadio en El Campín, que está prácticamente agotado. Y ya estamos planeando lo que se viene para el próximo año, con el primer show anunciado, que es Joaquín Sabina con su gira de despedida "Hola y Adiós".
El Festival Cordillera, celebrado el 14 y 15 de septiembre de 2024 en el Parque Simón Bolívar de Bogotá, rompió récords con más de 40.000 asistentes en su primer día. Organizado por Páramo Presenta, el evento reunió a más de 40 artistas y fue transmitido en streaming a través de Disney+, alcanzando una audiencia aún mayor. Con un impacto económico de $59.000 millones, equivalente al 0.02% del PIB de la ciudad, el festival atrajo a más de 20.000 turistas y generó más de 52.000 empleos directos e indirectos.
Catalina, para finalizar, ¿qué consejo les daría a aquellas personas que están a punto de graduarse y sienten incertidumbre sobre el camino profesional que tomarán? ¿Qué les diría a quienes tienen miedo de explorar otras áreas o de combinar diferentes disciplinas, como usted lo ha hecho con la música y la economía?
Cuando uno se gradúa de la universidad, al igual que cuando escoge qué carrera estudiar, uno no sabe, no tiene claridad. Pero creo que hay que seguir un poco el instinto, más allá de las necesidades inmediatas y a veces hay que tomar lo primero que se presenta, hay que ser fiel al instinto.
Además, es importante ser conscientes de que todo es un proceso y toma tiempo. Uno no va a ser gerente a los seis meses de haberse graduado. Esos casos son atípicos, no son la regla. Claro, hay excepciones, pero no son la norma. Creo que siempre hay que trabajar con pasión, ser muy íntegro y no desfallecer en el proceso. Habrá días en los que uno querrá tirar la toalla y se cuestionará mucho. Sin embargo, creo que, sin importar la edad, uno siempre se cuestionará en algún momento del camino.
Al finalizar esta conversación con Catalina Amador, queda claro que la industria del entretenimiento en Colombia se encuentra en un momento emocionante y lleno de oportunidades. La reciente edición del Festival Cordillera es testimonio del impacto que estos eventos pueden tener en nuestra economía y cultura. Su trayectoria refleja la innovación y la pasión que caracterizan a los egresados de la Universidad de los Andes. Con su visión clara y compromiso con la música latinoamericana, Catalina no solo contribuye al crecimiento de la escena cultural, sino que también inspira a una nueva generación de profesionales a seguir construyendo un futuro vibrante y diverso para el entretenimiento en Colombia.