América Latina y el Caribe es una de las regiones del mundo con más altas tasas de desconfianza. Un panorama que es consecuencia de las falsas promesas y la corrupción de la política interna de los países. En Colombia, por ejemplo, no solo los gobiernos, sino las empresas y las personas incumplen lo prometido, lo que genera una fragmentación en el crecimiento económico. Un tema al que le puso la lupa Philip Keefer y Carlos Scartascini, en el libro “Confianza: La clave de la cohesión social y el crecimiento en América Latina y el Caribe”.



“Cuando hay desconfianza hay altos costos de transacción”, expresa Carlos Scartascini, líder del grupo de Investigación para el Desarrollo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), quien expresa que la confianza sí impacta el crecimiento económico y general de una nación. 

Una persona de cada diez confía en otros y la razón es que existen comportamientos asimétricos. Por ejemplo, en algunos casos la información es escasa y poco clara, en otros, el comportamiento es no fiable o de abuso de poder. Por esto, la desconfianza en los gobiernos locales hace difícil la construcción de ciudadanía, así como el cumplimiento de las promesas. 

Para Jimena Hurtado, economista de la Universidad de los Andes, existe una preocupación permanente sobre ciudadanía e información y la interacción que hay entre estos. Según la experta hay un problema de manipulación en el que se juega con la confianza de los demás. Por esta razón, la protesta social es el resultado de la falta de confianza en nuestros gobernantes. En los últimos meses, Colombia ha experimentado la coerción de hablar y participar en espacios públicos en donde se denuncian las falsas promesas. 



Philip Keefer, economista y asesor económico del BID,  asegura que los ciudadanos no pueden exigir mejores políticas públicas porque no se trabaja colectivamente, por lo que recomienda trabajar en un empoderamiento a la ciudadanía que aumente la capacidad de los gobiernos de cumplir. 

No obstante, hay una responsabilidad de doble vía: no son solo los gobiernos, sino también las acciones de la gente. La otra cara de la desconfianza es el individualismo, explica Leopoldo Fergusson, director del Centro de Estudios sobre Desarrollo Económico (CEDE). Y es que las acciones o comportamientos incorrectos que se cometen a diario dejan de recibir una sanción, ante frases populares como "no sea sapo", "no de papaya" o la reiterada idea del "sálvese quien pueda". 

Entonces, si se construye y se fortalece la confianza, ¿qué podemos alcanzar? 

• Pymes más productivas
 
• Menos informalidad 

• Más inversión 

• Más innovación 

• Mayor participación en cadenas de valor 

• Más estabilidad política y menos populismo

 

Escrito por:

Ana Maria Forero Perez