La interdependencia entre la biodiversidad y la economía es clara: sin ecosistemas saludables, sectores como el turismo, la pesca y el abastecimiento de agua se verían gravemente afectados. A medida que América Latina y el Caribe buscan el equilibrio entre el desarrollo económico con la conservación del medio ambiente, la sostenibilidad de estos servicios naturales debe ser una prioridad.
 

Con 16 % de la superficie terrestre y 50 % de la biodiversidad mundial, la riqueza natural en América Latina y el Caribe (ALC) es vital para el equilibrio ecológico global, pero también para las economías locales que dependen de estos recursos. 

“Las economías locales, especialmente en áreas rurales, dependen de recursos naturales que, si no son preservados, podrían generar pérdidas económicas irreparables”, advierte Jorge Higinio Maldonado, Ph. D. en Economía Agrícola, Ambiental y del Desarrollo. 

Pero: ¿cómo mantener un ritmo de crecimiento económico para reducir la pobreza y mejorar la calidad de vida sin sacrificar su valiosa biodiversidad?

Según el estudio Camino a la COP 16: Biodiversidad en América Latina y el Caribe - Importancia económica, en promedio, 5,7 % del Producto Interno Bruto (PIB) de ALC proviene de sectores primarios como la agricultura, la silvicultura y la pesca, siendo mayor en Suramérica. 
 

En países como Bolivia, Guyana y Paraguay, señala el documento, los sectores primarios pueden llegar a representar más del 10 % del PIB, lo que demuestra que sus economías tienen alta dependencia de los recursos naturales. Mesoamérica también ve un aporte significativo de su sector primario, con un 4,5 % en promedio. Sin embargo, en países como Panamá y México, la relevancia de estas actividades ha ido disminuyendo. En contraste, algunos países como Haití y la República Dominicana dependen en gran medida de esta actividad para su sustento económico.


El ecoturismo se ha consolidado como una actividad clave en América Latina y el Caribe (ALC). La observación de aves, el buceo en arrecifes y la contemplación de grandes mamíferos marinos, entre otras atracciones turísticas, ha crecido hasta convertirse en las principales fuentes de ingresos para las comunidades. Según los investigadores del Centro de Estudios sobre Desarrollo Económico (CEDE), en Mesoamérica esta actividad puede contribuir con hasta un 10 % del PIB, mientras que en el Caribe alcanza 7,8 %, gracias a la riqueza histórica, cultural y natural que atrae a visitantes.

Todo esto beneficia a las economías locales y promueve la conservación de los recursos naturales, ya que los paisajes intactos son un atractivo primordial para los visitantes. Países como Belice, Uruguay, Argentina y Chile han aprovechado su biodiversidad para generar ingresos significativos a través del ecoturismo, consolidándose como destinos clave en el mercado mundial. 
 

El dilema del desarrollo: producción vs. conservación 


La pesca, por ejemplo, enfrenta una serie de problemáticas que amenazan su sostenibilidad a largo plazo. Uno de los principales desafíos son los descartes, que se refieren a la pesca que es capturada, pero luego devuelta al mar, a menudo muerta o moribunda, porque no tiene valor comercial, no cumple con los requisitos de tamaño o pertenece a especies no deseadas.

Estas prácticas representan aproximadamente 10 % de la pesca total. Esto equivale a cerca de nueve millones de toneladas de especies, incluidas algunas en peligro o bajo protección, que son devueltas al mar cada año, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). De estas, se estima que cuatro millones de toneladas provienen de la pesca industrial mediante redes de arrastre, una práctica que impacta gravemente la biodiversidad marina.

Para los investigadores del estudio, la conservación, el uso sostenible y el manejo de la biodiversidad ya no pueden ser responsabilidad exclusiva de científicos, activistas u ONGs.

La inmensa riqueza en biodiversidad y los servicios ecosistémicos que ofrece América Latina y el Caribe exigen que la protección de su capital natural se convierta en un pilar fundamental para el desarrollo económico. Esto implica que tanto los sectores económicos privados como estatales —finanzas, desarrollo, agricultura, silvicultura, pesca, salud, transporte, infraestructura, minería y energía— comprendan la importancia social y económica de conservar y utilizar de manera sostenible la biodiversidad, y que se involucren activamente en promover ese objetivo a través de colaboraciones estratégicas.

De acuerdo con Maldonado, profesor de la Facultad de Economía, es crucial, además, formular políticas que articulen los esfuerzos entre los distintos sectores en cada país. Es igualmente importante coordinar e implementar estrategias a nivel regional, especialmente entre aquellos países que comparten biomas estratégicos para la conservación, fortaleciendo así un enfoque conjunto hacia la preservación de la biodiversidad.
 

“La clave está en integrar mecanismos económicos como el pago por servicios ambientales y la asignación de derechos de uso sobre los recursos naturales”, concluye el experto, quien destaca que solo a través de un enfoque equilibrado entre economía y conservación, no solo la región sino el planeta podrá asegurar un crecimiento sostenible a largo plazo. 

Escrito por:

Johanna Ortiz Rocha

Periodista