El departamento de Ciencia Política y Estudios Globales lamenta profundamente el fallecimiento de Rodrigo Pardo García-Peña. Rodrigo fue profesor en los años ochenta y noventa. Por esa época estuvo a cargo de los cursos de Introducción a la Ciencia Política, Sociología y Ciencia Política, y Política Mundial Siglo XXI. Fue director del departamento, y cofundador y director del Centro de Estudios Internacionales. Pardo fue uno de los pioneros en el estudio de las relaciones internacionales, la política exterior colombiana y del vínculo entre conflicto armado, narcotráfico y relaciones internacionales.

A manera de reconocimiento por su aporte a nuestro departamento y a la ciencia política colombiana, el boletín DePolítica recoge algunos testimonios de colegas y amigos de Rodrigo Pardo García-Peña.
 


Rodrigo rompió el muro que históricamente en Colombia ha separado la academia de la política. Estuvo en ambos mundos y mezcló lo mejor de los dos. Como Canciller en una época convulsa, como embajador en Francia y en Venezuela, como Director del Departamento de Ciencia Política, como profesor.

 

A veces pienso –cuando recuerdo años de trabajo con él—que la mejor manera de mezclar ambos universos, el de la academia y el del poder, es el periodismo. Y Rodrigo sí que supo hacer bien ese oficio. Como director de Cambio y de El Espectador, como Editor de Semana y subdirector de El Tiempo, estudió cada uno de los movimientos de los poderosos y convirtió sus análisis en palabras comprensibles para los lectores no especializados. La política exterior lo apasionaba, la colombiana también.

 

Viaja a la eternidad, optimista, quien ya es un referente para miles de politólogos, economistas, humanistas, que siguen encontrando en la academia una forma de forjar la transformación social. Pero también quien ha sido un modelo para los periodistas que se resisten a obsesionarse por los clics y a caer en la radicalización. Y un símbolo frente los políticos, a quienes entrevistaba con sabiduría y desde la visión de un hombre liberal, bogotano, y amorosamente uniandino. Hasta siempre, Rodrigo.

 

Lariza Pizano. Politóloga de la Universidad de los Andes.
 


Desde mi llegada al Centro de Estudios Internacionales de la Universidad de los Andes en 1991, Rodrigo Pardo se convirtió en mi mentor sin siquiera habernos conocido. Ante mi desconocimiento de las relaciones internacionales y del lugar de Colombia en el mundo, sus publicaciones pioneras sobre política exterior colombiana, en coautoría con mi entonces jefe, Juan G. Tokatlian y con Fernando Cepeda, el fundador del CEI, me brindaron una hoja de ruta analítica que me ubicó en el campo y terminó influenciando mi propia trayectoria intelectual. Cuando al fin tuve oportunidad de conocerlo y entrevistarlo –siendo Canciller– confieso que lo que más me impactó no fueron sus reflexiones agudas sino su sencillez y calidez.

 

Al regresar a Colombia en 1997 con mis estudios doctorales terminados, Rodrigo me pidió acompañarlo siendo director del CEI y del Departamento de Ciencia Política. Aunque corto, el tiempo que compartimos antes de que partiera como embajador en Francia, fue tanto intenso –dado el contexto político nacional– como productivo –por cuanto alcanzamos a imaginar muchos proyectos juntos.  Entre todo lo que aprendí al lado suyo, destaco el valor de la generosidad y la serenidad en el ejercicio del liderazgo y de la vida.  

 

Como periodista y escritor, el ejemplo de Rodrigo y su crítica –dura pero constructiva– me ayudaron a perfeccionar mis propias habilidades de comunicación ante públicos más amplios.  Sin duda, sus elogios de mi columna en El Espectador, años después, han sido de mis grandes satisfacciones profesionales. Las palabras escasean para resumir todo lo que ha significado Rodrigo Pardo para mí y para Colombia.  Un ser único, cuya impronta en los mundos de la academia, la diplomacia y el periodismo es indeleble.  

 

Arlene Tickner. Profesora del departamento de Ciencia Política ente 1991 y 2016
 


Para Rodrigo Pardo ningún tema de la ciencia política le fue ajeno. Su conocimiento y fascinación por asuntos cruciales como el funcionamiento de los partidos políticos, los sistemas electorales, el ejercicio de la oposición, los derechos fundamentales, como pilares del Estado de derecho, y la necesidad de no dar por sentada la democracia, pues debe protegerse día a día, eran notables y desafiantes. Resuena como  parte central de su legado, la voz y la pluma firmes frente a cualquier forma de autocracia y violación de los derechos humanos, sin importar el signo ideológico de los regímenes. Su contundente compromiso con la defensa de la libertad y de la vida eran parte de su esencia como persona y como ciudadano .

 

Buena parte de nuestras últimas discusiones giraron en torno a la defensa selectiva de la democracia, como una expresión de incoherencia ética y política en muchos países de la  región y del mundo, y como una forma de socavarla y darle paso a toda suerte de autoritarismos.

 

Su docencia rica y creativa, rigurosa pero didáctica, sus artículos, columnas y libros se convirtieron y todavía lo son en un obligado referente no solo para politólogos sino para los más diversos públicos, siempre cautivos, dentro y fuera de su alma mater, la Universidad de los Andes. Rodrigo sabía mirar y valorar el contexto -la fuerza explicativa de la historia- así como las distintas perspectivas y escuelas de pensamiento para abordar la naturaleza y evolución de un Estado inacabado, como el nuestro, así como las tensiones del poder, al que conoció muy bien a lo largo de su vida como académico, periodista y servidor público.

 

Rodrigo era un demócrata a carta cabal, profundamente liberal en sus convicciones, amigo de la tolerancia y el pluralismo y coherente en sus razonamientos y en su vida cotidiana. Nunca se conformó con tesis únicas sobre una realidad tan compleja y sujeta a tantos embates como la colombiana. Con frecuencia, en debates memorables fundados en una sólida información y una aguda capacidad de análisis, se le escuchaba decir que no podía leerse ni comprenderse la política interna y su relación con la política exterior con categorías y enfoques del pasado, muchas  veces estrechos y anacrónicos, frente a un escenario global con múltiples crisis, desplazamientos de poder y en permanente cambio. Sus análisis sobre la relación entre Colombia y Estados Unidos fueron lúcidos y dejaron huella, así como sus visionarios estudios sobre la relevancia y la conveniencia de preservar la relación bilateral con Venezuela, país en el que se desempeñó como un experimentado Embajador.

 

Rodrigo fue pionero de los estudios internacionales en Colombia, su pasión, y alentó el fortalecimiento y la extensión de programas más allá de Bogotá y de la universidad privada. Fue un maestro, en mayúscula, de sólidos e innovadores estudios y análisis de política doméstica y de política exterior, tanto en  el país como en América Latina. Si alguien contribuyó a romper nuestro tradicional parroquialismo, a mirar hacia las fronteras y a asomarnos al mundo, ese fue Rodrigo Pardo el profesor, el analista político, el periodista que siempre llevó por dentro y el pulcro y competente diplomático.

 

Se fue tempranamente el amigo, el entrañable colega, uno de los más reconocidos líderes intelectuales de los estudios políticos e internacionales y un gran Canciller, en tiempos adversos, al que todos quisimos y admiramos. Se fue muy pronto, pero nos deja su ejemplo de vida proba y transparente, su amor y dedicación por la investigación y la producción académica, rigurosa pero al alcance de todos, una prolífica obra que tuvimos el privilegio de conocer y apreciar y que ya es patrimonio de quienes siguen la rutas de la ciencia política y los estudios globales pero, también, de todos aquellos que creen en el valor del trabajo académico, en la honestidad a toda prueba y en la urgencia de construir la convivencia cívica y la paz por las que siempre luchó.

 

¡Hasta siempre!

Pilar Gaitán. Politóloga de la Universidad de los Andes.