11/06/2019

Polarización: un debate de muchas emociones y pocos argumentos

La polarización en Colombia parece un asunto de líderes divididos.
Por: Ana Villalba
Observatorio de la Democracia
Facultad de Ciencias Sociales

Decía la filósofa y directora de la Red de Bibliotecas del Banco de la República, Ana Roda, en un conversatorio en la última Feria del Libro de Bogotá que “hacía mucho tiempo no vivía en Colombia un proceso de elevación del nivel del debate público como el que se dio aquí durante el proceso de paz”.

Y si bien es un hecho que hay más voces que se escuchan, también es cierto que una de las palabras que más se desgasta en las conversaciones sobre el escenario político y social del país es la polarización.

Pero ¿qué tan nociva o benéfica es la polarización para la democracia? Y ¿Qué le aporta al debate público?

Lo primero que habría que decir es que la polarización hace parte de la discusión y de la esencia democrática. Muestra que un país está hablando y discutiendo sobre los temas que le interesan, le preocupan, le gustan o no le gustan.

 
Hombre besando en la frente a una mujer durante un debate

Estar en desacuerdo o pensar distinto no está mal, de hecho, la discusión ideológica es buena, según Felipe Botero, codirector de Congreso Visible y docente del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes. “El problema es lo que pasa cuando nos enfrentamos con gente que piensa diferente y no hay espacios donde se busquen consensos”, agregó.

Ni los medios de comunicación, ni los partidos, ni nuestras redes sociales brindan este espacio. Botero argumentó que vivimos encerrados, encasillados y solo estamos conectados con personas que piensan como nosotros y no seguimos ni nos involucramos argumentativamente con personas que piensen distinto.

La polarización en Colombia, de acuerdo con Juan Carlos Rodríguez, codirector del Observatorio de la Democracia de la Universidad de los Andes, es un asunto de líderes divididos acerca de temas como el proceso de paz. “En las fases públicas del proceso de paz se produce una ruptura que se venía gestando desde antes entre Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos. Una división que ha llevado al uso de expresiones fuertes para referirse al otro. Además, empezamos una fase de la mentira en la política: las ‘fake news’”, puntualizó Rodríguez.

Las opiniones de los colombianos, sobre algunos temas, son modeladas por las pistas que reciben de las élites políticas. Rodríguez explicó que en estas discusiones el componente ideológico no está claro y uno podría decir que esto es entre izquierda y derecha, pero es más ambiguo y confuso.

 
Grupo de personas en marcha por la Paz
Apelar a las emociones es una estrategia de las élites para consolidar votantes.
Felipe Botero
Investigador

“Paracos” y “castrochavistas”

El debate que crea la polarización como parte de la discusión democrática debería estar cargado de argumentos y enriquecer, precisamente, esa democracia; pero parece no ser el caso de este momento político en Colombia.

El codirector del Observatorio de la Democracia, Felipe Botero, explicó que hoy se habla más de, por un lado, “paracos” y, por otro, de “narcoguerrilleros” o de “castrochavismo”. En esas peleas lo que más se busca es lograr un efecto, que empobrece el debate y la argumentación. Es descalificar al otro, no sus argumentos.

“Cuando se apela a las emociones hay una movilización mucho más fuerte –complementó Botero-. Es una estrategia consciente de las élites para consolidar unos públicos que voten y apoyen sus ideas, pero sin mostrarles cuáles son los contenidos de esas políticas, como ocurrió con las objeciones de la Jurisdicción Especial de Paz (JEP)”.

Frente a este panorama, ¿Cómo refinar y enriquecer ese debate con argumentos? La opinión de los expertos nos dio algunas pistas: Botero resaltó que haya líderes que piensen distinto, pero cuestionó que los mismos no promuevan el debate y antagonicen los públicos. Refinar el debate es apartarse de la respuesta fácil, del discurso sencillo y más bien encaminarse por la reflexión.

Juan Carlos Rodríguez del Observatorio de la Democracia es enfático en que la aproximación emocional a la política no va a terminar y por eso el reto es tratar de ser lo más empático posible con respecto al otro. “Ahí hay una labor importante de los investigadores de ciencias sociales”, finalizó.

Queda claro que mientras el mecanismo a través del cual las élites políticas modelen la opinión pública siga siendo de tipo afectivo y no por medio de la transmisión de información real, fáctica, con análisis, veracidad, con reales argumentos, todo seguirá reducido a una movilización de emociones y los colombianos adherirán o se desvincularán de las posiciones que predican los líderes políticos como resultado de un simple, pero poderoso, vínculo afectivo con estos.

 
Grupo de personas con carteles en una manifestación
 

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