01/01/2019

El "principal poeta y crítico de nuestra era" pasó por Los Andes

Charles Bernstein, poeta y ensayista norteamericano.
Charles Bernstein, poeta y ensayista norteamericano.
Por Enrique Winter
docente Departamento Literatura y Humanidades

Existe otra poesía estadounidense que, a falta de un padre, Walt Whitman, tiene dos madres, Emily Dickinson y Gertrude Stein. En sus obras, más que la creación de un país o de un sujeto que lo habite, está la creación de una lengua nueva, ampliada a través de aparentes errores y usos en desuso, compuesta por oído, extendiendo las posibilidades formales de la rima y el metro la primera, y de la materialidad de las palabras, a través de las reiteraciones y sus alcances filosóficos, la segunda.

Los asuntos tratados por ambas las alejan del hablante hipertrofiado de la poesía del canon, que centraliza en sí la visión totalizadora del mundo, pero también del hablante confesional, que comparte exclusivamente sus sentimientos acerca del reducido ámbito de la experiencia.

En fin, las de Dickinson y Stein son propuestas opuestas a las de quienes llevaron la poesía a ese lugar protagonizado por nadie más que el propio poeta sufriendo con el estado del mundo.

De estas condiciones surge la obra poética de Charles Bernstein, quien hizo su tesis de pregrado en Ser americanos de Stein, a través de las Investigaciones filosóficas de Ludwig Wittgenstein. En ella discute dos asuntos fundamentales para su propia poesía: “Lo verdadero de la decepción”, la sensación de ser siempre un incomprendido y un extraño, que conduce al escepticismo; y su correlato filosófico, la dramática ruptura entre “las palabras y las cosas”, por usar un título de Michel Foucault, abriendo aquí la ventana para que entre el chiflón de estructuralistas y posestructuralistas franceses que marcaron a los fundadores de la revista L=A=N=G=U=A=G=E, Bruce Andrews y el propio Bernstein.

Esta publicación, quizás la más influyente en poesía experimental del último medio siglo, fue el soporte para proponer una exploración de las cualidades intrínsecas del lenguaje en vez de continuar una tradición del verso, que sentían cooptada por la academia y las reseñas de prensa. Sostenían que se había producido una división represiva entre los géneros literarios y, en extenso, las artes.

El movimiento interdisciplinario generado en torno a la revista desafía los delimitados aparatos de control social que operan a través de las instituciones y del lenguaje. Tal control se ejecuta, de acuerdo con Bernstein, gracias a que el lenguaje se da por hecho y no como algo que ha evolucionado con el tiempo, una materia contingente, susceptible de cambiar tal como lo hace una sociedad.

Treinta años después, lo grafica en “Recalculando”: “El problema con enseñar poesía es quizás el contrario de otras áreas: los estudiantes llegan creyendo que es personal y relevante, pero trato de que la vean como formal, estructural, histórica, colaborativa e ideológica. ¡Qué aguafiestas!”.

Una de las ideas de los poetas del lenguaje es facultar a los lectores para entender cómo funcionan los sistemas impuestos y, con ello, poder modificarlos, sea a través de la palabra o de la revolución. Idealmente ambas, pero no a la manera de los denominados escritores políticos, que acatan el estado del lenguaje como si fuera independiente del poder que lo ejerce, bajo la excusa de una mayor comunicabilidad.

El argumento es conflictivo, por supuesto, y el mismo Bernstein ha reconocido para poemas como “Cuentos de guerra” que esta es tan real que no podemos ni imaginarla, tan real que no podemos hacer nada más que imaginarla una y otra vez, considerándolos poemas que se vuelven estructuras cristalinas de la pérdida. Esta aparente narratividad de su poesía reciente, en relación con la urgencia provocada por los conflictos bélicos, o desde el libro Rough Trades con el uso del poema breve, hace recomendable el comienzo de su lectura desde allí, para luego adentrarse en la radicalidad del quiebre estructural propuesto en los años de la revista L=A=N=G=U=A=G=E.

Bernstein llama a los suyos poemas impermeables, opacos en razón del artificio y la digresión; en oposición a los poemas absorbentes, que a su juicio generan un estado hipnótico gracias al realismo, la transparencia y la continuidad, entre otras trampas.

Un poema clásico es, así, como un bebé que cautiva toda nuestra atención sin ofrecernos algo a cambio. Por el contrario, uno lleno de recovecos, aparte de cumplir con el deber de despertarnos de la hipnosis, cuando ilumina lo hace con más intensidad que el sol. En esto se emparenta incluso con los poetas beat, que parecieran tan distantes de la poesía conceptual de la que Bernstein es el antecedente más directo.

Este carácter de gozne dentro de la tradición de la vanguardia estadounidense es uno de los mayores atractivos de su obra –además del humor y el uso de las jergas de la publicidad, la política, el sicoanálisis, y la prensa, por nombrar las principales–, pues seduce desde el cuestionamiento en partes iguales de una comunicabilidad no exenta de música, que lo antecede, y una aplicación dogmática de la imposibilidad de decir, donde el poema ya no es un vehículo de la expresión humana sino el resultado de la aplicación de un procedimiento restrictivo, que lo sucede.

Blanco inmóvil reúne poemas de todos sus libros, desde Disfrutes de 1974 hasta los inéditos de Near/Miss en 420 páginas publicadas por Ediciones Uniandes. No se pierdan la posibilidad única que nos da la Universidad de los Andes para dialogar con el “principal poeta y crítico de nuestra era” de acuerdo a Craig Dworkin y a muchos más, entre quienes me incluyo.

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