04/10/2016

¿Qué se está jugando con este 'No'?

Velas por la paz

¿Qué se está jugando con este 'No'?

Por: Diana Gómez
Profesora asistente, Cider 

Ya suena a frase de cajón, pero es necesario tenerla presente: los acuerdos de La Habana no son perfectos. No pueden serlo porque son resultado de dos actores en confrontación: guerrilla y Estado, con visiones del mundo distintas y ambos responsables de la violencia en Colombia; por tanto, actores con intereses en juego. Los acuerdos per se tampoco significan la gran trasformación para el país. Son una serie de medidas que funcionan como un esqueleto que debe ser dotado de contenido y que en términos generales permite que el Estado se fortalezca, funcione correctamente y tenga el espacio y el papel que no ha tenido en muchas regiones. También permite cesar la confrontación armada entre las Farc y el Estado colombiano, que ha tenido un saldo humanitario terrible en detrimento de la población civil.

Los acuerdos de La Habana no constituyen un paso para una revolución (por el argumento de que permitirían la implantación de un régimen castrochavista), pues miradas críticas del acuerdo señalan su sintonía con un modelo de desarrollo neoliberal y lo limitado que es para responder a algunas de las causas estructurales que propiciaron la guerra, como la relativa a la posesión de la tierra. Lo sorprendente es que, pese a ese carácter poco "revolucionario" del acuerdo, haya sectores que se opongan a lo hasta ahora alcanzado y, de esa manera, a la construcción de la paz en el país.

Los responsables de la campaña del 'No' parecen dirigirse hacia la reformulación de tres puntos de la agenda de negociación de La Habana relativos a lo agrario, la participación política y la justicia (en el punto de víctimas). Sobre el primer punto, lo que proyecta el acuerdo es la devolución de la tierra a las víctimas a cientos de desplazados por la violencia; la titulación a campesinos que no tienen, usando un fondo de tierras del Estado; y la recuperación solo en los casos en que la tierra haya sido conseguida por medios violentos.

Sobre el punto de participación política, los argumentos giran en torno a negarle el carácter político a las Farc-ep, buscando cerrar las puertas para su participación política y vencerlos a través del acuerdo, cuando no se logró cometer este objetivo a través de la confrontación armada. Esto olvida que todo acuerdo de paz implica habilitar la posibilidad a los guerrilleros de que pasen de disputar la política por medio de las armas a hacerlo desde las palabras y la vía democrática.

Por otra parte, los líderes del 'No' parecen preocupados por los acuerdos sobre justicia del acuerdo de víctimas. Lo interesante es que, más que poner a las víctimas en primer plano, lo que les interesa es blindar a los militares (que, de hecho, ya lo están en el acuerdo, pues los cobija un tratamiento especial) y a los civiles, políticos y empresarios involucrados en la generación de la violencia en el país. Esto, además de lesionar la necesidad que tiene la sociedad colombiana de conocer la verdad, invisibiliza a las víctimas de la criminalidad estatal, algo que reiteradamente se hace por la gran prensa, el Estado e importantes segmentos de la sociedad.

Si estas son las objeciones de los líderes del 'No', ¿Qué país quieren heredarnos con la "renegociación" del acuerdo? Si el acuerdo de La Habana constituye un modelo de país liberal en términos político-filosóficos, el del 'No' se encamina a un país de ultra-derecha, supremamente negador de la diferencia, incluida la de género, la política y la cultural, de la que el acuerdo de La Habana permitiría irnos alejando a través de la implementación de un estado social de derecho.

Frente a esta encrucijada que vive el actual proceso de paz, se requiere un rol activo de la ciudadanía. Quienes votaron desde el desconocimiento de los acuerdos deben tomarse la tarea de conocerlos y comparar los cambios que propone el 'No' e identificar a quienes benefician y perjudican sus propuestas, no solo en el corto, sino en el mediano y largo plazo. La sociedad civil organizada, que siempre estuvo atenta al proceso, debe movilizarse masivamente para hacer escuchar su voz, sus opiniones y visiones de país, pues no tiene sentido que el 'No' pueda entrar como un tercer actor de la negociación, sin que entren los del 'Sí' – que no se agotan con los representantes del gobierno -. Así mismo, las víctimas de los dos actores requieren posicionar sus voces y visiones, y las víctimas organizadas deben hacer valer sus propuestas y su voto por el cese de la guerra.

Si como se ha dicho reiterativamente, las víctimas están en el centro del acuerdo, estas, en su pluralidad, deben ser agentes centrales de esta coyuntura, sobre todo cuando el mapa electoral muestra que en territorios de victimización de las Farc- ep, la población votó masivamente por el 'Sí'.

El 'No' y la propuesta de “renegociación” no pueden llevar al país a un nuevo pacto entre las élites como el del Frente Nacional, que selló con el voto popular la exclusión política del contradictor, reavivando de otros modos la violencia que buscaba eliminar.

Hay que invitar a los excluidos históricos, incluyendo, por ejemplo, un compromiso de los líderes del 'No' con contribuir al esclarecimiento de lo ocurrido, a la verdad de lo que pasó en Colombia; poniendo en el centro las visiones de las víctimas que le apuestan a la paz; invitando a confluir al ELN en la negociación política del conflicto armado y generando un proceso amplio de pedagogía por la paz que parta de la verdad y la esperanza y no de la desinformación, el miedo y el odio. Solo así seremos capaces de dejarle a las futuras generaciones una puerta abierta para un país que las y los dignifique, lo demás será la triste repetición de la historia que hasta aquí nos trajo y nos ha gestado como nación por décadas.

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