Bogotá en función de los Objetivos de Desarrollo Sostenible

¿Cómo plantear los retos de la nueva Administración de Bogotá en el marco de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)? Esta pregunta, muy de moda en los últimos tiempos, puede ser respondida con un largo listado de cifras y acciones para mejorar los indicadores en educación, salud, igualdad de género o calidad del aire.
Listado que, alcanzable o no, por sí solo convierte la agenda global de sostenibilidad en una respuesta sistemática y muchas veces hasta irrelevante.

Algunos, sin embargo, creemos que pensar los ODS como un modelo complejo de interacciones entre objetivos puede ser una oportunidad para diseñar estrategias sólidas de desarrollo desde un modelo más novedoso y con impactos positivos para el planeta y para los ciudadanos. Veamos esto qué significa desde un ejemplo del actual debate capitalino: el metro para Bogotá.

El debate sobre el metro se ha enfocado en prometer mejoras en la movilidad de todos los ciudadanos que hoy sufren por la contaminación y largas horas de espera en medio del tráfico. Se infiere que una movilidad más fluida redundará en una mejor calidad de vida. Esto visto con los lentes de los ODS puede tener múltiples aristas: por un lado, es posible analizar los aportes en términos de asequibilidad y seguridad vial, ambas metas centrales para avanzar en el ODS11, sobre ciudades y comunidades sostenibles.

Pero el debate también aborda otro tema clave: la calidad del aire y el efecto contaminante de los combustibles fósiles. Pensar en un sistema de transporte moderno, ícono de la transición hacia energías limpias y renovables, se ha convertido en parte del sueño bogotano. Esta interacción entre el ya mencionado ODS11 y el ODS7, sobre energía asequible y no contaminante, implica incluir nuevas variables a la hora de pensar en los estudios, diseños y licitaciones. Más aún, cuando una mala decisión al respecto puede afectar inmediatamente las métricas del ODS3, sobre salud y bienestar.

 

Ahora hilemos más fino. La administración Peñalosa aseguró en medios de comunicación que las obras de construcción del metro de Bogotá generarán más de 135.000 empleos. Pero ¿de qué tipo de empleo estamos hablando y para quién? El ODS8 habla de la creación de puestos de trabajo decentes y con igualdad de remuneración para todos los hombres, mujeres, jóvenes e incluso personas en situación de discapacidad. ¿Tiene la nueva administración de Bogotá pensadas políticas que permitan cumplir con esta propuesta de valor en un proyecto de las dimensiones del metro? ¿Podrán las obras de construcción y posteriormente la operación de los trenes y estaciones cumplir con la meta de oportunidades establecida en el ODS5, sobre igualdad de género? Así podríamos seguir haciéndonos preguntas sobre las implicaciones de la construcción del metro desde los ODS 1, 9, 10 e incluso el 16 en lo relativo a la reducción de la corrupción y el fomento de la transparencia.

Pero lo importante aquí no es continuar con las listas sobre retos, sino detenerse a pensar en las interacciones y en la forma en la que cada uno de los proyectos de la ciudad aportan o van en detrimento de la agenda que actualmente quiere marcar a nivel global el camino hacia la sostenibilidad.

Para nadie es un secreto que hay un llamado de urgencia para abordar los retos de la sostenibilidad y que ninguna administración puede hacer caso omiso de este mandato. Ahora, entender con seriedad la complejidad de los compromisos que se deben adquirir para mitigar las afectaciones sobre el planeta y construir sociedades más justas y equitativas es un requisito inaplazable.