Entre la casa y la calle

Por: Margarita Arteaga Cuartas
cm.arteaga2017@uniandes.edu.co

¿Cómo determinar con precisión dónde está la línea que separa la casa de la calle?

El arquitecto Xavier Monteys lleva años estudiando el asunto. Dice que no es necesario hacer una ubicación espacial. Hay que dejar que los usos de casa o de la calle fluyan con naturalidad. Al final, los únicos flexibles son los seres humanos y tanto se aprende o se construye en la casa como en la calle.

“La casa va a la calle como la calle a la casa. La casa también es un escenario de política, en la casa aprendemos, tomamos decisiones, llegamos a acuerdos, nuestras vidas en una casa no están regidas por única autoridad, hay en juego muchas cosas. Sacamos la casa a la calle para reivindicar asuntos políticos y luego llevamos la política a casa para pactar. Más vale no intentar solventarlo dividiendo lo que es una cosa de otra, hay que dejar que fluya”.

Señales particulares

Xavier Monteys es doctor en arquitectura de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona (Etsab), de la cual también es catedrático de proyectos arquitectónicos y coordina el máster ‘Teoría y práctica del proyecto’. Es investigador principal del grupo de investigación ‘Habitar’, que se dedica al estudio del hábitat humano como entorno el que se desarrollan las formas de vida actuales. Es profesor del máster ‘Aula de renovación urbana y rehabilitación’ de la Universidad Santiago de Compostela. Sus publicaciones incluyen, entre otras, Casa collage. Un ensayo sobre la arquitectura de la casa (Gustavo Gili, 2001), Le Corbusier: obras y proyectos (Gustavo Gili, 2005) y Rehabilitar la casa, la calle y la ciudad (RecerCaixa, 2013).

En esta charla, Monteys, doctor en arquitectura, explica por qué sigue vigente la relación entre casa y calle y los elementos que cada una toma de la otra para componer los espacios de la sociedad contemporánea.

¿Dónde está la línea que marca el límite entre la calle y la casa?

La línea es una figura muy recurrente en la escuela y también en nuestro trabajo. Cuando nos llega un parcelario queda claro que tenemos administrativamente lo que pertenece a una esfera pública, que es la calle, y lo que es la esfera privada, que es donde empiezan los lotes donde se construyen las viviendas. La línea es más que una manera de hablar, va más allá de lo que existe en los planos urbanos. Me parece que es más interesante imaginar que no es una línea lo que separa esas dos realidades, sino que más bien es un espacio, que a veces es la casa que contamina la calle con cosas propias de la esfera doméstica y a veces parece que es el espacio público el que se interna en la casa o en el espacio privado.

A lo largo del tiempo tenemos ejemplos en los que esta contaminación ha ido en una dirección o en otra. Es ver una escala de uso de los objetos que se tienen en casa que ayudan o sirven para contaminar la calle. Las sillas, por ejemplo, están en la casa. Es una imagen muy viva ver que alguien agarra una silla y la pone fuera, en la calle, eso es algo que si lo vemos, sabemos que nos intriga, hay algo fuera de lugar. Eso debe despertar la curiosidad del arquitecto. La solución no es ‘tenemos que hacer bancos’, pero es interesante ver comportamientos de casa en la calle y al revés.

¿Qué elementos de la calle contaminan las casas modernas?

En los bloques o edificios de apartamentos es muy claro. Hasta que uno pasa la puerta de su apartamento tiene una conciencia clara de que ha entrado definitivamente en ese sitio, aunque ya haya pasado por escaleras o subido por rellanos distintos. En Medellín hay lo que se denomina el punto fijo, que es el conjunto de escaleras y distribuidores para ir a los apartamentos: son muy curiosos, muy espaciales, se ve mucho interés en construirlos. Por ejemplo, la presencia de escaleras es algo que pertenece a otra esfera que no es la pública, pero los materiales, acabados, iluminación, la numeración de las puertas son cosas que pertenecen a la esfera de la calle. Hay quien lo hace muy discretamente pero hay otros edificios que lo han tomado de manera exagerada, como para forzar ese componente urbano, es una clasificación como la que se ve en almacenes o centros comerciales.

Los balcones han vuelto. En Bogotá, por ejemplo, los edificios se llenaron de balcones. ¿Por qué?

No conozco el caso de Bogotá. Los balcones han vuelto a aparecer en muchos sitios, son recursos compositivos, elementos que permitien, en una fachada o en una maqueta, la posibilidad de extraer un trozo del forjado, de la losa de los pisos, de establecer una composición distinta que otorga relieve al edificio y se gana textura, por decirlo así. Pero nunca es solo una razón: los balcones también protegen, dan sombra, o son reguladores de temperatura.

El balcón es la posibilidad de que la gente salga a mirar la calle. En las plazas mayores en España, por ejemplo, los balcones son un lujo cuando hay ferias o festivales taurinos. Los balcones están numerados y se alquilan como los palcos de un teatro. El balcón es de la casa, pero también es de la calle. El balcón es la prolongación la casa pero también es la manera de mirar la ciudad, lo que pasa en ella. 

Usted habla de la casa como escenario social a propósito de la crisis en España…

En un escenario de crisis económica como esta, la casa ha estado presente de una manera significativa. Primero porque el detonante de la crisis económica es la crisis inmobiliaria, la casa está vinculada a ello. Está instalada en el núcleo de las razones económicas de la crisis. Hoy para mucha gente una casa propia, pagada, es la posibilidad de una renta alquilando partes. La gente ha tenido también mucha inventiva.

Ha aparecido un fenómeno interesante como que mucha gente comparta su vivienda, pero más allá ha sido curioso saber que pequeñas compañías de teatro hacen representaciones en casas porque ya no tienen un local. Pequeños artistas montan instalaciones, exhibiciones o muestras en casas particulares. Son casas que se han convertido en escenario de un acontecimiento cultural, no ocurre siempre, pero basta que se sepan algunos casos como para que a los arquitectos nos intrigue. La casa ya no es el escenario de la vida familiar. De hecho las familias han mutado y ya no es lo mismo que 40 años atrás.

Así fue
Conferencias: ‘Ir y venir. De la casa a la calle y de la calle a la casa’ y ‘La ciudad como colección’
.
Fecha: 29 y 30 de mayo de 2013.
Lugar: Auditorio Lleras. Organizó: Facultad de Arquitectura y Diseño.

¿La casa de hoy se ha acomoda a esos cambios de las familias?
Cuando leemos o hablamos con arquitectos, sabemos que la situación contemporánea de nuestra vida se ha vuelto muy compleja y la casa que estaba pensada para albergar un tipo de uso hay que pensarla para que se acople a esta nueva situación. Se reclama una casa flexible para nuestras necesidades y lo único flexible que conozco son las personas, las casas no lo son.
Somos nosotros los que nos acoplamos a la casa y con un poco de ingeniosidad le sacamos un partido extraordinario y hacemos en ella cosas que no habían ocurrido, por ejemplo, una sala de teatro o una sala de exposiciones. Las casas no son iguales porque las personas tampoco lo son.

¿La calle que sigue tomando elementos de la casa?
Al hilo de lo que decía, la casa más flexible no es la que tiene muchas partes que se pueden especializar, mover o cambiar de forma. La casa más flexible, probablemente, es la más ambigua, la más homogénea, aquella que permite que cada quien la use como quiera. La réplica de eso en el espacio público debería ser una calle menos especializada, no con lugares para ubicar cada cosa sino que sea una calle que se pueda usar de distintas maneras: para ir al trabajo, para montar un mercadillo de ocasión, una calle que permita una manifestación política, un festival o un drama, y que por tanto no encontremos en el mobiliario un obstáculo.

Se requieren espacios públicos más homogéneos, diseñados de una manera más inteligente, con menos polución visual, con pavimentos más durables. Si el espacio público debe aprender algo de la casa es a ser más amable, muy consciente de las escalas en las que nos movemos. La gente se sienta a una escala, pero anda y ve a una escala mucho mayor.

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