25/02/2016

Aunque no es parte del sistema, la filosofía es necesaria

Maite Ezcurdia

Su labor académica se centra en cuatro áreas: filosofía del lenguaje, filosofía de la mente, ciencia cognitiva y epistemología.

Maite Ezcurdia es investigadora del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la Universidad Autónoma de México. Su labor académica se centra en cuatro áreas: filosofía del lenguaje, filosofía de la mente, ciencia cognitiva y epistemología.

Ezcurdia fue una de las conferencistas invitada a IV Congreso Colombiano de Lógica, Epistemología y Filosofía de la Ciencia con su charla On a contextualist semantics for ‘know’. En esta entrevista explica por qué la filosofía es necesaria en todas las sociedades y cuál es su vigencia ante fenómenos sociales. Desde su experiencia, cuenta cómo las nuevas formas de comunicación, que ofrecen los dispositivos electrónicos y los desarrollos tecnológicos, nos han hecho mejores para comunicarnos.

¿La filosofía sigue vigente?

La filosofía tiene dos aspectos que la mantienen vigente hoy: uno, en su propio ejercicio, nos enseña a razonar, a ser críticos, a no aceptar lo que se nos está diciendo. Esto ocurre si está bien enseñada. Si solo se recitan las posiciones que diferentes filósofos tuvieron, eso no es filosofía, eso es hacer historia de la filosofía, que tiene su valor, pero filosofía es cuestionar, argumentar. En ese sentido nos entrena para un mejor diálogo -no oscuro- y creo que eso es útil y benéfico para cualquier ser humano y cualquier sociedad.

Habrá gente que piense que la filosofía no es productiva o no genere ingresos. Si tuviéramos una nación que estuviera enteramente enfocada a lo que se produce, no sería una nación con una sociedad culta en la que se supiera cómo enfrentar sus problemas. Gran parte de lo que nos da estudiar filosofía es una habilidad crítica de razonamiento y argumentación.

Por otro lado, está el objeto de estudio y eso ha variado en la historia. Antes, en la filosofía antigua, había una relación difusa entre filosofía o biología; luego se concibe la filosofía como la madre de todas las ciencias o se piensa que la filosofía aborda aspectos más generales mientras las ciencias van a cosas específicas, esa no me parece una caracterización adecuada de la filosofía. Hay muchas preguntas que no se pueden hacer al margen de la ciencia.

En mi campo particular, filosofía del lenguaje, no lo podemos trabajar al margen de la ciencia. Si nos preguntamos cómo funciona el lenguaje, cómo funcionamos en las conversaciones cotidianas y demás, no lo podemos hacer al margen de un estudio sobre, por ejemplo, cuáles son nuestras capacidades mentales. Muchas de estas preguntas las responden filósofos con psicólogos. Hay mucha interrelación en filosofía de la mente con las ciencias cognitivas, con la piscología cognitiva, con psicología evolucionista; en el caso del lenguaje también con lingüistas, con psicólogos cognitivos… La filosofía no es la madre de todas las ciencias, lo que hay es una retroalimentación que es más compleja.

¿Qué ha hecho que ese diálogo entre las ciencias sea más complejo hoy?

Que hay un trabajo mucho más interdisciplinario entre unos y otros.

Por ejemplo, pensando en la capacidad lingüística, en los años 50 y 60 Noam Chomsky empezó a dialogar con filósofos, era un diálogo que iba y venía, preguntas y respuestas. Y luego, en filosofía, se volvieron populares unos modelos computacionales de la mente para explicar la relación entre lo mental y lo físico, la computadora ofrecía un gran modelo.

Pensando en ese modelo, que fue bueno, los filósofos empezaron a hablar más con la gente que trabajaba en inteligencia artificial, en computación, en actividad neuronal; los medios fueron cambiando pero se estableció un diálogo que a partir de entonces es muy difícil obviar. En los años 70 el diálogo aumentó y en los 80 y 90 muchas teorías no se proponían si no tenían alguna verosimilitud empírica, ahí ese diálogo influyó mucho. Hubo gente que empezó a tener plazas en departamentos de psicología y filosofía, se generaron centros de ciencia cognitiva, entonces se fomentaba cada vez más una actitud inter y multidisciplinaria y creo que eso es más o menos lo que hay ahora.

Los filósofos no hacemos experimentos -a menos que seas un filósofo entrenado en una ciencia, que los hay-, pero debemos estar informados de lo que pasa en la ciencia y debemos poder reconocer cuándo ciertas cosas no muestran lo que deben mostrar; debemos ser capaces de entender, de utilizar eso y ver cuál es la pertinencia de los experimentos, qué realmente muestran, qué no. En términos de filosofía de la mente, por ejemplo, qué percibimos. Hoy en día es difícil pensar en una teoría de la percepción que no tome en cuenta el fenómeno de atención, por ejemplo.

¿Cómo aporta ese diálogo en América Latina?

Hay que tener mucho cuidado. Ciertamente América Latina tiene problemas muy específicos, muy particulares. Vengo a Colombia y veo muchos problemas que hoy tenemos en México que ustedes tenían -más agudos- hace algunos años. Nosotros ahora vivimos un momento terrible, pero no debemos limitarnos por los problemas que tenemos en ciertas circunstancias y a lo mejor no vemos cómo la filosofía puede incidir directamente en esos problemas y no se puede ver. Es decir, ¿por qué preocuparme por el problema del lenguaje si no me va resolver el problema del narcotráfico? Al contrario, la filosofía me va a enseñar a razonar, a criticar, a estar atento, a ser crítico con el Gobierno, con los militares, con la policía, con el criminal y con el narcotraficante, con todos.

Pero también una sociedad necesita pensar más allá de sus problemas más cotidianos, no centrarse en lo que es propiamente mejicano o latinoamericano, se debe ser humano, respecto a tener intereses generales, y creo que si nos centráramos en los problemas cotidianos o de América Latina perderíamos un vínculo importantísimo con el resto del mundo, perderíamos la posibilidad de estar a la par del resto del mundo en temas de ciencia, temas humanistas, en temas que son de incumbencia y de importancia de todos. Hay que pensar de una manera más universal y tener un diálogo -en ciencia, filosofía o política lo que sea- con otros, en múltiples culturas.

Creo que uno tiene que cultivar y cuidar el lugar en el que está y creo que tiene que haber filosofía en español si estamos en América Latina, pero también debe haber un diálogo en inglés porque habrá franceses, finlandeses y demás… y pues ni modo, el diálogo es en inglés porque es la lengua franca. Es difícil encontrar un balance entre las dos cuestiones, porque, por ponerlo de una manera, queremos hacer ciencia y academia de punta y a la vez no olvidar donde estamos y si solo nos quedamos en un lugar, nos limitamos. Nunca sabes cuándo lo que estás haciendo te va a servir para mirar cosas sobre el lugar en el que estás. Te abre la mente entrar en discusiones contemporáneas con el resto del mundo.

Así fue:
IV Congreso Colombiano de Lógica, Epistemología y Filosofía de la Ciencia.
Lugar: Universidad del Rosario y Universidad de los Andes.
Fecha: 17 al 19 de febrero de 2016.
Organizó: Facultad de Ciencias Sociales de Los Andes y Escuela de Ciencias Humanas - Universidad del Rosario.

 

¿Siguen vigentes las ciencias sociales en un mundo cada vez más productivo?

La actitud crítica es esencial en toda sociedad. El saber razonar bien, también. Si se razona de manera inválida o cuando hay manipulación y no sabemos reconocer esas cosas, es terrible para una sociedad. También es la actitud propia de la disciplina cómo va a responder sus preguntas; ella misma debe cuestionarse sobre su utilidad, su metodología. Algo muy peculiar en la filosofía es que puede reflexionar sobre sí misma.

Usted es experta en filosofía del lenguaje, ¿cómo entender la forma de comunicarnos hoy en un mundo cada vez más simbólico?

Yo creo que los desarrollos tecnológicos y el intercambio conversacional que se realiza a partir de los teléfonos móviles, el chat, los ‘emoticones’ o ‘emojis’ y demás nos abren nuevas formas de intercambio y de comunicación, y si yo tengo una teoría sobre cómo se da la comunicación, pues más vale que mi teoría pueda explicar estos casos. En ese sentido nos abre otras fuentes de evidencia, de cómo nos comunicamos.

Antes, para conversar se necesitaba todo un grupo en un solo sitio, ahora no. Ciertamente creo que hay menos problemas de interpretación si lo hacemos en persona que si lo hacemos por texto, porque no sabemos la inflexión de voz, no sabemos si alguien está hablando irónicamente y a menos de que seamos muy buenos escribiendo, esto puede dar lugar a interpretaciones incorrectas.

El hecho es que están esas formas de comunicación y quizá nos hemos vuelto cada vez mejores en comunicación vía móviles, correo electrónico, vía Twitter y nos hemos vuelto mejores en comunicar cosas tratando de evitar malos entendidos. Creo que hemos mejorado en eso, en cómo lo hacemos. Los ‘emoticones’ nos ayudan a decir: esto es ironía, esto es tentativa, en una carita feliz te lo digo en buena onda. Todo esto ayuda un poco a sustituir lo que podría estar en el tono de voz, en la expresión gestual de tu interlocutor. Creo que quizá nos hemos vuelto mejores al hacerlo, pero cualquier teoría general que tengamos de la comunicación humana y comunicación verbal, sea con ‘emoticones’ o imágenes con las cuales jugamos para comunicamos, más vale que se pueda incorporar al modelo comunicativo y que no se limite a una cosa presencial.

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