29/11/2019

La batalla de las élites

Manos de dos personas empuñan un lazo
“De las manifestaciones no saldrán soluciones al malestar general porque esta es una batalla entre dos élites”, análisis de Marc Hofstetter, profesor de la Facultad de Economía.
Por: Marc Hofstetter
Profesor de la Facultad de Economía. 
Ph.D en Economía, Johns Hopkins University


Tomado de: https://lasillavacia.com/silla-llena/blogoeconomia/la-batalla-de-las-elites-71802

De las manifestaciones no saldrán soluciones al malestar general porque esta es una batalla entre dos élites. Lo que saldrá de aquí es cómo se (re)reparte la torta entre esos dos grupos, y poco quedará para incorporar mejor al progreso nacional al resto de ciudadanos.

Mientras escribo estas líneas Colombia completa una semana de protestas callejeras, un levantamiento de proporciones históricas.

Pasarán años para que construyamos una narrativa que nos describa de manera apropiada los motores del movimiento y sus consecuencias. En caliente, entre el humo de los gases lacrimógenos de la policía y de las fogatas de los manifestantes, aventuro una interpretación, seguro incompleta e imprecisa. Una que, infortunadamente, no es esperanzadora: de aquí no saldrán soluciones al malestar general que tiene a tantos en la calle. Y no saldrán, porque esta NO es una pelea entre una élite y el pueblo—que ahora levantado conseguiría reivindicaciones aplazadas por décadas—sino una pelea entre dos élites. Lo que saldrá de aquí es cómo se (re)reparte la torta entre esos dos grupos, no como incorporamos al progreso nacional al resto de los ciudadanos.

La primera élite de esta historia la voy a llamar la élite original: ese entramado de empresarios, gremios y sus contrapartes dentro de los poderes del Estado. Los ministros, el presidente, sus asesores, congresistas y otros funcionarios del Estado visitan los eventos gremiales que agrupan a esa élite. Allí se solucionan problemas que sin esa interlocución no desaparecerían. Ese es el rol benévolo de esa élite. Pero ese entramado es también útil para empujar reformas que favorezcan el interés de un grupo particular, uno que no siempre coincide con el interés público: una exención especial, un subsidio, una inversión Estatal, un articulito que ayude al negocio, etc.

Todos los gobiernos y Congresos participan en mayor o menor grado de ese entramado. El actual está tal vez más imbuido que los anteriores en esa élite: el elemento fundamental de su visión económica se fundamenta en la importancia de reducir las cargas tributarias de las empresas con el argumento de que así inflará el ingreso de todos. Eso naturalmente lo pone del mismo bando de esa élite. Pero claro, que el gobierno quiera reducir los impuestos a todas las empresas, no quiere decir que algunos en la élite original dejen de lado una búsqueda de más reducciones para sí mismos. Y la logran.

Este titular es un buen resumen: el presidente no les pide apoyo a los colombianos para sacar adelante la nueva reforma tributaria; se lo pide a los gremios.

Imagen del titular llamado de Dique para sacar rápidamente la ley de financiamiento

La segunda élite es más solapada. Tanto que así la voy a llamar, élite solapada. En el imaginario no es una élite y de hecho representa, en ese imaginario, a los desposeídos, a los pobres: los defiende de la élite original. El Comité Nacional de Paro incorpora a muchos de los que la componen; sobran algunos, faltan otros. Son principalmente, pero no solo, sindicatos de entidades del Estado.

Los sindicatos en Colombia cubren a una porción muy pequeña de los trabajadores: cerca del 10%, una de las cifras más bajas del mundo. No representan, por tanto, a “los trabajadores”. Lo más grave es que cerca de la mitad de los trabajadores en Colombia son informales y por tanto, para estos últimos, las luchas sindicales en el mejor de los casos no los afectan; pero de hecho, en la mayor parte de los casos las causas que defiende la élite solapada van en contra de los intereses de ese 50% de los trabajadores del país, muchos desempleados, otros informales, con menores ingresos y formación, sin protección social adecuada, sin ingreso mínimo, sin pensión.

Hay muchas dimensiones en las cuales la lucha de la élite solapada se hace a costa de los más necesitados de presencia Estatal. Tal vez el mejor ejemplo de esa contradicción, es el sistema pensional: las multitudes, algunas tranquilas otras enardecidas, gritan en la calle, siguiendo la proclama solapada, contra la reforma pensional. Esta foto, sacada de un trino de mi colega Jorge Tovar, es ilustrativa:



Pero el sistema pensional colombiano es una verdadera desgracia. Oponerse a reformarlo solo puede ser consecuencia de no entenderlo o de pertenecer a esa élite solapada. Me explico. Solo la quinta parte de los trabajadores logra pensionarse (consecuencia de la enorme informalidad) y los que se pensionan lo hacen recibiendo jugosos subsidios con cargo a los contribuyentes: reciben una pensión mucho mayor a los aportes que hicieron en su vida laboral. Todo esto sin mencionar, que los ingresos pensionales no pagan impuesto de renta: ¡altas pensiones, para unos pocos, subsidiados por los contribuyentes y libres de impuestos! Claro, los miembros de la élite solapada, siendo de los pocos colombianos con trabajos formales y estables, son beneficiarios directos de un sistema tan injusto. Pertenecen al quintil que la recibe, con subsidios a bordo, libres de impuestos, no a los cuatro quintiles que quedan por fuera.

En esa misma línea, en las primeras conversaciones a raíz del Paro, toma fuerza la idea de que a los pensionados (es decir a los más ricos entre los adultos mayores) no se les descuente la contribución para el sistema de salud: a ese quintil más rico, no contento con que les subsidiemos su pensión libre de impuestos, ahora le vamos a pagar la salud con contribuciones de otros colombianos. Y la élite solapada saca pecho por el triunfo en nombre de los trabajadores colombianos.

La élite original, decíamos antes, ha logrado perforar el sistema tributario con exenciones y subsidios a la carta. Pues bien, la élite solapada no se ha quedado atrás. Busquen a manera de ilustración la frase “gastos de representación” en el borrador de reforma tributaria. ¿De qué se trata? De que un buen pedazo de la remuneración que reciben numerosos grupos de funcionarios públicos no llega a sus bolsillos con el apellido de “salario” sino con el apellido de “gastos de representación”, que no suman a la hora de declarar renta. Así, por ejemplo, un profesor de una universidad pública con el mismo ingreso que uno de una privada, pagará menos impuestos. ¡Las ventajas de estar en la élite! (Ahh y en la nueva reforma ese término aparece porque en la anterior se les quedaron unos grupos por fuera de los premios: ¡los magistrados!).

Sin duda hay un malestar grande en la población colombiana. Las protestas no nacieron de la satisfacción ciudadana. Un elemento transversal al descontento tiene que ver con que la creciente clase media exige más bienes y servicios del Estado y que el Estado está mal equipado para satisfacerlos. En medio de esa tensión, el gobierno le sirvió una generosa tajada a la élite original, tumbando de paso el recaudo futuro. La élite solapada levantó la mano y con ella al país; no quiere que esa tajada sea a costa de la de ellos. Y detrás, millones apoyan una causa que parece de todos, pero no lo es. La élite original saldrá con menos impuestos. La élite solapada defenderá el “derecho” a que el quintil rico al que pertenece mantenga o aumente sus prebendas. Y la creciente clase media se seguirá preguntando por qué no hay plata para los bienes y servicios públicos que demanda.

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